“La trampa”: Desde otro punto de vista
Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista
Estados Unidos, 2024
Director: M. Night Shyamalan
Protagonistas: Josh Hartnett, Ariel Donoghue, Saleka
En cineStar de Punta Arenas
Aunque ya suene a lugar común decirlo, siempre va a ser una experiencia interesante ir al cine para disfrutar una película de M. Night Shyamalan, aquel director norteamericano de origen hindú que llamó la atención a fines de los noventa con “Sexto Sentido” (1999), donde un niño tenía el triste don de hablar con los muertos y cuyo final era pecado revelar antes de tiempo.
Pero sobre todo porque lo distingue la forma de construir sus relatos, historias donde lo real choca con lo misterioso, sean el umbral que separa a los vivos de los muertos, lo que viene de más afuera como en “Señales” (2002), lo escrito en los papiros proféticos del cómic como en “El Protegido” (2000) o la irrupción anómala y mortal de la naturaleza como en “El fin de los tiempos” (2008). En todas ellas, se aprecia la mano de Shyamalan con una forma de narrar precisa, austera y de amplio dominio del lenguaje cinematográfico, mezclado con cierto esoterismo, donde se la juega por el punto de vista del personaje que, en la mayoría de sus películas, descubre estar destinado a obras mayores en su paso por el mundo.
En “La trampa” se pierde lo mágico, pero no la opción del punto de vista, con el relato de Cooper, quién acompaña a su hija al concierto de su cantante favorita, Lady Raven, interpretada por Saleka, hija de Shyamalan, cuando percibe un exceso de vigilancia policial que lo incomoda. Más temprano que tarde, nos enteramos que Cooper es en realidad “El Carnicero”, un asesino en serie que atemoriza a la ciudad porque además de mantener en cautiverio a sus víctimas las descuartiza y entonces el concierto ha sido el espacio elegido por el FBI para capturarlo.
La película es el intento desesperado de Cooper por romper el cerco policial, recurriendo a las más difíciles tretas para no levantar las sospechas de su hija, y superar a una experimentada agente del FBI que lo conoce quizás mejor que nadie.
“La trampa” busca invertir los códigos del thriller policial intentando que el espectador de cierta forma empatice con la huida del protagonista, algo que no le ha sido ajeno al cine en su capacidad de manipular los puntos de vista más allá de si estos representan a personajes que funcionan al margen de la ley y el crimen, como aquellas películas con protagonistas que buscan cometer un asalto o, un caso más emblemático, la familia mafiosa Corleone de la saga de “El Padrino”. Eso sí, otra cosa es un asesino en serie.
Y en este plano, la película tiene su punto alto y de mayor interés en todo lo que acontece al interior del recinto, porque el ambiente se vuelve claustrofóbico y la cámara de Shyamalan sigue a Cooper entre la adrenalina de la fuga y el éxtasis del concierto.
Sin embargo, esta audacia del punto de vista se pierde en las soluciones “milagrosas” y demasiado astutas del protagonista que muestran que tanto despliegue policial no es sinónimo de inteligencia y entonces la película desfallece en ese intento por buscar una salida airosa y que solo alarga el desenlace.
“La trampa” se entrampa en su propia trampa, pero no por eso deja de ser interesante verla, ya que su propuesta resulta inquietante, se trata de una película de M. Night Shyamalan. Y si no son suficientes estos motivos, el concierto de Lady Raven está buenísimo.