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¡Queremos luz!

Por Marcos Buvinic Domingo 18 de Agosto del 2024

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Antes de escribir esta columna tuve ocasión de ver el video de un grupo de vecinos de un sector de Santiago que protestaban al estar ya dos semanas sin luz, y gritaban “¡queremos luz, queremos luz!”. Me impactó ese grito, porque era una queja llena de indignación y, al mismo tiempo, una súplica casi desde el límite de la desesperanza. Me conmovió ver a esos vecinos y vecinas, de todas las edades; no eran activistas ni violentistas, eran gente sencilla y trabajadora, personas cansadas que gritaban suplicando por una necesidad básica que no tenía respuesta, gritaban y nadie parecía escucharlos.  

Sin duda que la experiencia que han vivido miles de personas en la zona central y sur del país, afectadas por este apagón, ha sido dramática y devastadora. Acá nos libramos, pues nuestros árboles están más firmemente enraizados en el suelo patagónico, y están acostumbrados a dialogar con todos los vientos. 

Estas largas dos semanas sin luz han sido, para los habitantes de las regiones afectadas y para las autoridades, una brutal toma de conciencia de la precariedad de todos nuestros servicios básicos, una despiadada bofetada a los soportes de nuestra pretendida sociedad tecnologizada. Acá, en Punta Arenas, ya hemos experimentado lo mismo (pero se nos olvida) cuando hemos tenido cortes prolongados de gas, pues acá todo funciona con gas: la producción de electricidad, la calefacción que nos permite vivir bien temperados (mejor que en el resto del país), el transporte público, las panaderías, etc. Como están las cosas, hasta ahora, acá dependemos totalmente del gas; la esperanza es que algo de eso pueda cambiar.

Pero, quisiera invitarlos a que pongamos otra mirada a este apagón, a estas dos semanas más oscuras que ha tenido la zona central del país, y que escuchemos metafóricamente en el grito de los vecinos el clamor suplicante de los que buscan luz para sus vidas, los que esperan de se haga luz para tantos dramas y carencias humanas, los que siguen esperando que sean dadas a luz las respuestas que les fueron prometidas: “¡queremos luz, queremos luz!”.

Es casi imposible no recordar la “Oda al aire”, de Pablo Neruda: “Vi la luz de la noche/ racionada, / la gran luz de la casa/ de los ricos/ Todo es aurora en los/ nuevos jardines suspendidos, / todo es oscuridad/ en la terrible/ sombra del callejón”.

Entonces, por supuesto que muchos queremos que se haga luz en tantos oscuros callejones de corrupción y sinvergüenzuras, y que salgan a la luz con el rostro lleno de vergüenza (si es que aún les queda un poco) los corruptos y coimeros que se roban lo que es de todos: “¡queremos luz, queremos luz!”.

Probablemente, somos muchos los que queremos que se haga luz en las preguntas que nos hacemos sobre el poder del narcotráfico y su capacidad de infiltrarlo todo con mucho dinero, fácil y rápido; que se transparente ese asunto tenebroso que algunos llaman la “narcopolítica”, porque las sombras se están haciendo muy oscuras: “¡queremos luz, queremos luz!”.

Por cierto, también somos muchos los que queremos que los políticos -de todos los colores- den a luz un sistema de pensiones (¡tan prometido!) que permita superar la miserable situación que viven la mayoría de los pensionados; que no se les olvide este vergonzoso asunto a los políticos que están en campaña electoral. ¡Qué vergüenza para gente digna y trabajadora!, “¡queremos luz, queremos luz!”.

Ciertamente, queremos luz para poder avanzar y, sobre todo, para ver en qué dirección avanzamos. Es una luz que no hay que inventar o producir a grandes costos, sino que es una luz que está en lo mejor de la gente honesta, sencilla y trabajadora, y que está luchando con las tinieblas del apagón que buscan eliminarla. Es la luz que hace luminosas a las personas y a los pueblos, es la luz de los valores del respeto, de la justicia, del diálogo pacificador, del compartir para que alcance para todos, de la laboriosidad que permite gozar con los frutos producidos, de la solidaridad que se pone en el lugar de los demás y que pone a los postergados en primer lugar. Esa es la luz que hace luminosas a las personas y a los pueblos, y que las tinieblas del apagón ético intentan suprimir: “¡queremos luz, queremos luz!”. 

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