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Cosas de la política

Por Jorge Abasolo Jueves 22 de Agosto del 2024

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Hasta la década de los sesenta, América Latina (Chile incluido) era tierra incógnita para la mayoría de los historiadores foráneos. Así lo sentenciaba Harold Blakemore, el inglés que ya estudiaba este fenómeno, al dar cuenta de los primeros años de los estudios latinoamericanos institucionales en las universidades europeas. 

En la enseñanza media de nuestro aporreado país, tal parece que las fechas cuentan más que los hechos; y los héroes suelen ser blindados para impedir mostrarlos tal cual fueron: seres de carne y hueso, con odiosidades y complejos a cuestas.

De allí que el reciente libro “Cosas de la Política”, del dueto conformado por Juan Guillermo Prado y Hugo Zepeda sea bienvenido, pues nos brinda la faceta desconocida, el hecho insólito y hasta más de algún dicharacho proferido por esos próceres que la historia oficial impide bajar del pedestal.

La historia chilena es intensa, bella y hasta encandilante. Son los profesores los que la hacen tediosa y uniforme.

Prado y Zepeda ponen el dedo en la llaga y nos relatan vivencias enjundiosas, de esas que incitan a profundizar en ciertos episodios. Por cierto, el libro no es un panegírico a la historia patria. También incluye hechos que delatan nuestra tendencia irrefrenable hacia la improvisación. Por ejemplo, nos refieren que en el año 1813, la Junta de Gobierno de la naciente República decretó poner en la Plaza de Armas de Santiago un monumento, similar a la pirámide existente en la actual Plaza de Mayo de Buenos Aires, como la primera estatua a la Libertad. La idea era buena y certera, pero…el decreto quedó durmiendo el sueño de los justos, porque el monumento jamás se erigió. Como para encontrarle la razón a ese Presidente cazurro y macuco llamado Ramón Barros Luco cuando sentenció que “en Chile lo único permanente… son los puentes provisorios”.

“Cosas de la política” no da respiro entregándonos episodios tan sabrosos como desconocidos. Buceando en sus páginas nos enteraremos que un guatemalteco fue Director Supremo de este país, al menos por un día; que el chicoco y guerrillero Manuel Rodríguez (medía 1.60 metro) fue nuestro  primer ministro de Defensa, que un boliviano fue ministro de Relaciones Exteriores o que O’Higgins alguna vez fue dado de baja en el Ejército.

Magallanes no escapa al contenido de este libraco, que se lee con entusiasmo de adolescente. Y así, un 25 de julio de 1932, el diario El Magallanes informó la creación del Partido Regionalista que -entre sus objetivos- estuvo el de establecer en la región el sistema de gobierno federal, aunque puntualizando que el Partido: “expresa su más alto nacionalismo, declarando que la provincia de Magallanes seguirá siendo parte integrante e inseparable de la República”.

En síntesis, un libro tan intenso como didáctico. Ojalá nuestros profesores enseñaran la historia de una manera similar a este libraco: mixturando lo persuasivo con lo ameno. 

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