“La gente desconoce lo que significa no poder cambiar un pañal a un paciente por no tener dinero para comprarlo”
Rossy comenzó su trabajo en las Damas de Verde el 2006, siendo ésta su primera participación en una organización social de voluntariado.
Afirma que el voluntariado le ha dado momentos hermosos y le ha permitido colaborar con gente mitigando el dolor de personas, tanto el emocional como el físico, a través de elementos ortopédicos o en el trabajo con mujeres que padecen cáncer de mamá.
“Han sido momentos lindos porque hemos sentido la alegría de las personas al poder solucionar un problema en ese momento y salir contentas de nuestra labor”, relata Rossy en cuanto a su labor con las Damas de Verde.
El grupo de voluntarias se ha ido reduciendo con el pasar de los años, pasando de haber sido más de 20 a actualmente ser sólo seis. “En la actualidad es muy difícil encontrar mujeres que deseen ingresar al voluntariado, no es como antes. Ahora somos seis y tuvimos la pena de perder a una de nuestras mejores voluntarias, Olguita, que falleció lamentablemente de cáncer. Era una hermosa mujer, muy joven, porque tenía 32 años”, lamenta.
En su caso, por el 2006, falleció su padre de cáncer, lo que fue un gatillante más para ingresar a este voluntariado, caracterizado por su trabajo con pacientes oncológicos. “Mi padre falleció de cáncer, mi mamá todavía no sabemos de qué falleció, porque se quería morir y estar con sus padres que habían fallecido antes. Pero todo el resto (de su familia) ha fallecido de cáncer. La mayoría, todos. Entonces, siempre me motivó esa patología y cuando tuve la oportunidad, ingresé”, comenta.
Actualmente, tiene 78 años y ha enfrentado diversos accidentes en su salud, sobre todo después de la pandemia. “Me dieron varios accidentes cerebrovasculares, entonces mi movilidad ha disminuido. Ya no puedo correr como lo hacía antes por los pasillos del hospital, yendo y viniendo”, se sincera Rossy. Sin embargo, esto no la desalienta y asegura que quiere continuar “hasta que sea posible”.
Rossy explica que la importancia de los voluntariados radica en la asistencia para todas aquellas personas que no tienen redes de apoyo. “¿Qué sería de todos aquellos postrados, de aquellos que han perdido movilidad, que se encuentran con dificultades? ¿Qué harían las familias si no tuvieran una organización que les ayude con los pañales? La gente desconoce lo que significa no poder cambiar un pañal a un paciente por no tener dinero para comprarlo”, hace ver.
Por otro lado, a su juicio, el voluntariado se caracteriza por la gran presencia femenina, debido a que “las mujeres tenemos esa humanidad increíble, que quizás los hombres no entienden. A pesar de eso igual hay varones que forman parte de las organizaciones, no vamos a ser injustas tampoco (…) Tenemos más capacidad de poder empoderarnos de este tipo de servicio. Tenemos siempre esa disposición a servir, a servir a otros, a servir a los demás. Entonces, no estamos preocupadas tanto del trabajo, de la oficina, siempre estamos preocupadas de la familia, de los nietos”.
“Cuando parten de este plano terrenal es como que parte algo tuyo también”
Las Damas de Celeste iniciaron el 2009, trabajando en el Hospital Regional antiguo. En aquel entonces, el foco era en la ayuda para gente de tercera edad de Playa Norte, generando nexos entre las familias que, por distintas razones, no podían visitar a sus seres queridos y el paciente hospitalizado. “El adulto que quedaba en casa también tenía problemas de salud y no tenía quién le pudiera llevar datos de las personas, o pudieran llevarle sus cosas, irla a ver, etc. Entonces, comenzó siendo un nexo entre las personas que se hospitalizaban de Playa Norte y el hospital”, cuenta Inés Vidal, actual presidenta del voluntariado.
Inés ingresó el 2010, luego de larga experiencia en el área social trabajando en colegios y liceos. Entró como secretaria y su foco era sacar adelante proyectos. “Antes se hacía todo con los fondos que le pedíamos a las socias y muchas veces eran recursos escasos. Entonces, empecé a integrar la directiva, me eligieron como presidenta y empezamos a postular a los fondos (…) Pudimos entregar más cosas a los pacientes y ya no sólo atender a nuestros adultos mayores de Playa Norte, sino extendernos a todas las personas que llegaran al hospital en calidad de vulnerables o que no tenían red de apoyo social”, explica.
Según observa Inés, en Magallanes “existe mucha gente que no creó familia, que están solitos. Cuando llegan a una edad adulta y con muchas patologías y caen al recinto hospitalario, no tienen quien los visite o lleve sus útiles de aseo, los pañales que son lo principal. Entonces, empezamos a ampliar nuestro campo”, hacer ver.
Comenzaron a sumar pacientes de distintos lados, programas de niños con enfermedades raras, otro de menores con discapacidad mental, programas de hospitalizado domiciliario y pacientes postrados cuyos casos llegaban de diferentes partes: municipalidad, gobernación, servicios públicos desde la misma gente. “Nos hemos visto como sobrepasadas en nuestra labor porque atendemos en muchos ámbitos. Pero a mi esto me llena el corazón, poder solucionar en parte, porque no te puedo decir que uno soluciona todo. Pero llegar con una ayuda a los usuarios con enfermedad es bellísimo”, dice.
No obstante, en la relación que generan con las personas que ayudan generan vínculos que conllevan grandes desafíos emocionales. “En un comienzo fue difícil aprender a vivir los duelos, porque tú haces nexo con personas que de repente llegan a estar hasta cuatro años en el hospital. Ahora ocurre menos, porque empiezan a buscarle donde dejarlo, pero antiguamente era así. Cuando parten de este plano terrenal es como que parte algo tuyo también y por esos duelos tuvimos que empezar a hacer cursos para poder tratarlo, porque era una pérdida para nosotros”, señala.
De esa forma, aquellos cursos sirven como inspiración para profesionalizar sus labores. “Hemos hecho cursos de cuidados de enfermos, porque a veces llegas a una casa y te encuentras con una situación de que el familiar no sabía cómo cambiar un pañal o curar una herida. Entonces, nosotras aportamos con nuestro conocimiento para que esa persona pueda ser mejor atendida”, indica.
A pesar de los grandes avances que han podido generar, prestando ayuda a pacientes, levantando proyectos para la compra de insumos médicos y promoviendo nuevas políticas públicas, como la Ley de Fibromialgia y dolores crónicos no oncológicos, Vidal es consciente de un gran desafío por delante. Esto lo ejemplifica con los catres clínicos, siendo las Damas de Celeste el primer voluntariado que los solicitaron vía proyecto. “Nos dimos cuenta de la necesidad de catres clínicos, de que el hospital no daba abasto con los pocos catres clínicos que prestaba hacia el exterior. En nuestro caso tenemos 15 catres que están en las casas de pacientes, pero todavía estamos al debe”, señala.
“Existe una tremenda lista de espera que no te imaginas” para catre clínico. “Siempre lo he conversado con la autoridad y que aquí habría que tener por lo menos mil catres clínicos. Entre los voluntariados, el hospital y los reservistas que están prestando servicio, tenemos alrededor de 100 catres. Estamos con un déficit tremendo”, concluye.