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– Amalia Ramírez Díaz

Designaciones judiciales y políticas: ¿Hipocresía o síndrome del avestruz?

Por Carlos Contreras Martes 1 de Octubre del 2024

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Hace unos días se manifestó por una autoridad legislativa, a propósito del tan mentado Caso Audios, que existe un aprovechamiento comunicacional en torno al caso, precisando: “veo que hay una tremenda hipocresía en la clase política que sólo busca figurar”, señalando que “de no ser por la filtración de este audio, ellos no estarían cuestionando el Poder Judicial, no estaríamos en esta cacería de chats”. Al respecto, comparto el juicio, pero no la calificación, pues la hipocresía es “el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tiene o experimentan” y la realidad es que no veo que exista una contraposición de sentimientos, entre los que realmente se experimentan y los que se expresan, lo que sí veo es el síndrome del avestruz que se puede conceptualizar como: “la tendencia que tiene el cerebro a ignorar información negativa en los momentos de riesgo o peligro, confiando en que todo va a salir bien sin necesidad de efectuar ninguna acción”; en términos precisos, se trata de no atacar el problema con acciones concretas.

Así planteadas las cosas, alguien puede decir que al acusar constitucionalmente a ministros de la Excelentísima Corte Suprema y autoridades se está afrontando el problema, pero no es así, lo cierto es que el problema sigue ahí y se da una apariencia de solución que no es tal. 

En efecto, el problema es que no importa el sistema de nombramiento, siempre existen formas de evitar la tan mentada transparencia e incluso, excelencia en las designaciones, y de muestra un botón: el sistema de alta dirección pública, que pretendía, por medio de concursos, elegir a los profesionales más idóneos en las distintas áreas, al poco tiempo fue decantando políticamente y en cada nuevo gobierno se sacaba a los elegidos por dicho sistema para designar, transitoriamente a profesionales que respondieran al gobierno de turno, sin perjuicio de designarlos por este sistema de “alta dirección pública” a posterior.

Por otra parte, se discute y se rasgan vestiduras por el sistema de designación de los jueces, pero lo cierto es que el sistema siempre ha funcionado así y, salvo débiles reclamos, ha sido eficiente porque existe una mezcla de carrera funcionaria, vida pública acorde y, por supuesto, virtudes para el cargo que muchos, y no sólo el señor Hermosilla, se encargan de transmitir a quien debe designar en dicho cargo.

En mi opinión el problema no radica en el proceso, ni en la enorme cantidad de personas que hacen su llamado o envían su whatsapp para recomendar o poner en evidencia las virtudes de un candidato y prueba de ello es que no existe un sistema que permita asegurar los supuestos valores de transparencia e idoneidad que se defienden y que, además, deben cautelarse considerando nuestro sistema cultural; así las cosas no veo que sea posible en este país que, un año designa una comisión constituyente de mayoría aplastante de izquierda y al otro mayoría aplastante de derecha, se pueda proceder a la elección popular de los fiscales o de los jueces o un mecanismo de control social al respecto; por lo demás, no veo que una persona sea tan influyente para designar a su candidato a sólo llamado. 

El problema es que, en dicha situación se incurra en delitos que deben ser investigados y sancionados con pruebas mucho más contundentes que un whatsapp o, que se designe a personas manifiestamente ineptas o carentes de idoneidad para ocupar el cargo. En el primer caso, el problema debe ser investigado por los fiscales y sancionados por los tribunales o, bien objeto de un juicio político; en el segundo caso el problema es de la autoridad que designa tan alejada de los intereses públicos y de la probidad y en dicha situación, también debe responder.            

Como corolario me acuerdo de una frase de un querido tío, abogado y juez, que habita hoy lugares desconocidos para nosotros, que dice lo que sigue: “los jueces somos personas profundamente desagradecidas, pues el día de mañana, si la causa lo amerita, debemos fallar en contra de quienes nos apoyaron y a quienes solicitamos su apoyo”.

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