Elite política polarizada
Los hechos y la realidad, la mayoría de las veces son más decidores que las ilusiones y argumentaciones, las que muchas veces vienen sobrecargadas de ideología. Ya se vio en los dos procesos constitucionales, donde grupúsculos muy ideologizados, cada uno a su turno, quisieron imponerle a la mayoría, amparados en un triunfo electoral pasajero, puntual o momentáneo, su visión de país sesgada tratando de llevarla hacia el sector que representaban. En lugar de buscar un consenso nacional que permitiera a la nación disponer de un instrumento constitucional aceptado por la gran mayoría de sus ciudadanos, que permitiera al país proyectarse y coincidir en una estrategia de desarrollo común.
Por su parte, la historia nos enseña que esto no es un proceso nuevo ni tiene nada de novedoso, en gran medida es posible afirmar que en Chile, esto partió después de los gobiernos radicales y del gobierno del Paleta, Jorge Alessandri Rodriguez. Así, un primer hito lo fue la marcha de la Patria Joven y la irrupción abrumadora de la Democracia Cristiana con Eduardo Frei Montalva, su candidato presidencial en 1964. A quien al preguntársele sobre poder aplicar posibles cambios en su programa de gobierno, para lograr más apoyo señaló, que no los haría “ni por un millón de votos”. Seguidamente en el periodo presidencial posterior y extremando aún más la polarización, gobierna la Unidad Popular con Salvador Allende, quien a muy corto andar declararía, “yo no soy el Presidente de todos los chilenos”. Cada cual en su metro cuadrado tratando de imponer o imponiendo a como dé lugar, su meta relato y convicciones ideológicas a todo un país. El exacerbar la polarización y sobreideologizar a la sociedad, nos costó muy caro, ya que provocó la intervención militar, que gobernó el país durante 17 años.
Analizando la experiencia nacional, es posible darse cuenta que Chile no ha estado ni está para extremos, es lo que también recientemente se demostró con los resultados de los plebiscitos constitucionales uno y dos. Observando su trayectoria política, Chile es un país mayoritariamente de centro en el buen sentido de la palabra, es decir, es un país centrado en su población, no así en sus líderes ideologizados y polarizados, tendencia que cada cierto tiempo se refuerza y presenta con mayor nitidez.
En este sentido recientemente lo expresaba claramente la historiadora Lucia Santacruz en un matutino nacional, “se está produciendo una creciente brecha entre, por una parte, una población claramente moderada, reacia a la agudización de las divergencias y partidaria de los grandes acuerdos, y, por la otra, una élite ideológicamente polarizada que se rehúsa a alcanzar un entendimiento mínimo para realizar las reformas necesarias para el progreso”.
Por su parte Kenneth Bunker discrepando con el reporte del PNUD ¿Por qué nos cuesta cambiar?, nos hace ver que “el verdadero problema de Chile es la incapacidad del sistema político para canalizar, procesar y producir resultados en línea con lo que necesitan las personas”. Ya que según él, “hay una élite problemática”, cual “es la élite política, que en vez de ocuparse de trabajar para las masas y producir resultados para el grueso de la población, se ha abocado a resolver las urgencias de las minorías e inventar problemas que no existen solo para prometer resolverlos después”.
En pocas palabras y como le escribe Hugo Herrera en un medio electrónico, nos “urge un gobierno centrado en una agenda de mejoras institucionales y políticas consensuadas con los distintos sectores del país”. Se timbra.