Necrológicas

Un “lustro” nada de lustroso

Por Eduardo Pino Viernes 18 de Octubre del 2024

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Hoy se cumplen 5 años desde el 18 de octubre de 2019. Aunque la tendencia es a dictar que los acontecimientos, especialmente de connotación social y complejos, con el tiempo se van clarificando respecto a sus atribuciones, dinámicas y especialmente consecuencias; lo cierto es que pasado este “lustro” (periodo de 5 años), de manera increíble aún no se tiene claridad acerca de quiénes quemaron y destruyeron 118 de las 136 estaciones de Metro (por sólo mencionar al más impactante hecho), entre tantos aspectos que aún se perciben en la nebulosa del recuerdo selectivo, el sesgo de quién emite su opinión e información clave que quizás nunca conoceremos. 

Las graves violaciones a los derechos humanos, con el tiempo fueron dando paso a la duda de una instrumentalización de ciertos sectores que distorsionaron o directamente mintieron acerca de información sensible, lo que ha redundando en el desmedro de la credibilidad y legítima reivindicación de las verdaderas víctimas, lo que reviste una gravedad de la que nadie parece hacerse cargo realmente. 

Más que hacer una interminable exposición de puntos de vista políticos e ideológicos, cuya objetividad deja bastante que desear en algunos casos, además de convertirse en un estéril intento de conciliar visiones cada vez más radicalizadas e irreconciliables; me parece más interesante observar la opinión de la ciudadanía a través de estudios de opinión. Esta semana hemos conocido los resultados de Cadem respecto al tema, con algunas cifras que evidencian una radiografía social que ojalá llamara la atención de la clase política. Si lo que se buscaba con el “estallido” (para algunos), o “insurrección” (para otros); era fomentar la “dignidad” de las personas; sólo un 23% de las personas se encuentra en
desacuerdo que la calidad de vida de los chilenos tuvo un declive desde esa fecha, mientras que casi un 70% afirma que se encuentra peor que antes. Otro aspecto que llama la atención es la atribución que confieren al fin de la violencia en las calles, ya que un 67% lo relaciona con las restricciones producto de la pandemia, y sólo un 22% al acuerdo del 15 de noviembre acerca de una nueva Constitución.  

Lo que se pensó como un necesario “exorcismo” del modelo, con el tiempo ha ido mutando para la mayoría de los chilenos en desilusión y desesperanza de mejores proyecciones.  En el 2019, un 74% opinaba que Chile saldría fortalecido y sería un mejor país, en contraste al 6% que creía lo contrario. Hoy, un 8% evalúa que se cumplió esa mejora y un 63% piensa que el país está peor. Una de las conclusiones más relevantes se refiere a grupos que en el pasado fueron venerados, hoy han caído en el descrédito de la ciudadanía en general; mientras lo contrario ha pasado con otros protagonistas que mutaron desde la desconfianza y la condena al reconocimiento y valoración de sus acciones.  

Pero más allá del desencanto provocado por dos procesos constituyentes frustrados y el consiguiente cansancio por parte de la ciudadanía, el futuro preocupa por la cada vez más creciente desconfianza en la clase política e instituciones que son las encargadas de sacar adelante nuestro país. Pensar que todo antes del 18-O estaba bien sería una ceguera injustificable, pero observar que la mayoría de la ciudadanía añora un pasado reciente que era necesario mejorar y, peor aún, el pesimismo parece ser la predisposición para enfrentar el futuro, se convierte en el escenario perfecto para “empantanar” nuestra vida como país. 

Hoy, el mundo se encuentra en un momento mucho más complejo que hace 5 años, en un tiempo que varios analistas han denominado de “transición” a un nuevo orden. Obviamente, las repercusiones de este proceso se hacen y harán sentir en nuestra larga y delgada franja de tierra, pero los mayores desafíos los seguimos teniendo dentro de nuestro territorio, clamando por reencontrarnos con nuestra historia y sus irreconciliables interpretaciones, temerosos ante amenazas que creíamos eran patrimonio de otras latitudes, o simplemente relativizando y desconociendo una realidad que muchas veces es mejor ignorar debido a la ansiedad que provoca, en un país al que cada vez le cuesta más tolerar la disidencia y fomentar el dialogo para llegar a acuerdos.  

Tengamos esperanza en que el próximo “lustro”, la evaluación no resulte tan decepcionante.            

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