Semana Antártica
La verdad que como ciudad antártica, siempre estamos conversando muy seguido de este continente, especialmente quienes nos dedicamos a difundirla y siempre atento a los acontecimientos que van ocurriendo, sobre todo en un mes como en el que ya entramos, noviembre, en que todo se prepara, se acomoda, se proyecta, se acondiciona, se entrena para estar bien preparados para la próxima campaña antártica 2024-2025. Es un tiempo muy especial en que se consolidan muchas relaciones y vínculos con este interés común de hacer presencia en la Antártica. Sin ir más lejos y recientemente tuve la grata oportunidad, por especial invitación del contraalmirante Jorge Castillo, comandante de la Tercera Zona Naval, de asistir al lanzamiento de la Campaña Antártica referida desde la Armada de Chile, y a bordo del OPV Fuentealba, embarcación que le tengo mucho aprecio, porque coincidentemente el año 2020 que se cumplían los 200 años del descubrimiento de la Antártica como el último continente a descubrir, y que ante los ojos de quienes se hacían dueños de este acontecimiento que finalmente era compartido en resaltar las figuras de William Smith y Edwards Bransfield por un lado y del explorador ruso Fabian Bellinghausen por otro lado, a escasos días uno del otro, promueven este gran descubrimiento, descartando de raíz la ya denominada y extinguida Terra Australis Incógnita. Ese mismo momento a fines de enero de 2020, cruzaba yo, el estrecho de Bransfield, ante lo cual, me sentí muy afortunado estar recordando esos episodios de la historia magnífica de la Antártica, mientras el Fuentealba navegaba su velocidad acostumbrada, cruzando hacia la península antártica, precisamente hacia la rada Covadonga que nos permitiría posicionarnos allí en franco cumplimiento de un proyecto universitario. Estos días se avecinan amigos académicos y académicas, investigadores, compañías de turismo, aparatos logísticos, como aviones y embarcaciones de otras latitudes, que se perciben en el estrecho de Magallanes, como así también ruidos de motores que cruzan nuestros cielos, todos ellos con misiones importantes para sus países, en franca colaboración, a compartir estudios, experiencias e investigaciones propias de una Antártica soberana e impregnada de conocimientos ya descubiertos como infinidades de posibilidades por descubrir. Es posible que la ciudadanía en general no perciba tales movimientos, pero efectivamente, son notorios también en todas las infraestructuras de atenciones y servicios, como en aeropuertos y puertos, hoteles y restaurantes, institutos y universidades. Cabe destacar que también se generan actividades para escolares de las que me corresponde ser partícipe con otras instituciones y abordamos necesidades propias de las instituciones educativas en atender a través de conferencias virtuales, charlas presenciales, premiaciones y reconocimientos a quienes trazan la “Ruta del Iceberg” y que en esta semana varios de ellos se enmarcan en recibir su “Sello Antártico”, cumpliendo así con normativas espontáneas de poder quizás en el futuro desarrollar materias más oficiales del punto de vista curricular para establecimientos educacionales y jardines infantiles en materias curriculares y hacer real la necesidad de que en los planes y programas existan directrices formales y pedagógicas de un tema tan sensible ahora y siempre como es el cuidado de unos de los continentes férreos en su carácter climático, pero al mismo tiempo frágil ante los “coletazos” de mal manejo ambiental en otras latitudes que parecieran no incidir en el ambiente polar. Cabe hacer entonces los lineamientos divulgativos propios a través de especiales herramientas como lo son los medios de difusión como la televisión, la radio, la prensa escrita, los eventos en general con estas características que permitan realmente comprender en profundidad todo lo que le ocurre al planeta y su incidencia sobre las zonas polares y al revés también las influencias de los polos sobre nuestro planeta. Como bien dijo nuestro querido amigo Alejo Contreras, recientemente recordado en ceremonia de su pronta partida y que ya no estará más que en el recuerdo de su generosidad y sabiduría polar… “lanzad mis cenizas en lo alto, no importa el lugar, siempre van a llegar finalmente a la Antártica”.