Develan placa conmemorativa en homenaje a los veteranos del ‘78
Un sentido homenaje se llevó a cabo en Punta Arenas para conmemorar los 40 años de la firma del Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Argentina. El monumento conmemorativo busca resaltar la importancia del tratado que puso fin al diferendo de ambos países, así como recordar el despliegue de los soldados que se mantuvieron por días en la frontera, prestados a dar la vida en el caso de estallar el conflicto bélico.
Autoridades regionales participaron en la instancia, destacando la presencia de los exsoldados que viajaron desde Osorno para participar en la ceremonia. El punto álgido llegó al momento de develar la placa, cuyas palabras reconocen a toda la comunidad magallánica por “la defensa de la Patria”. La ubicación seleccionada fue un paño del bandejón central de Avenida Bulnes con Manantiales.
En paralelo, a bordo de los buques Marinero Fuentealba de la Armada de Chile y Bouchard de la Armada Argentina, delegaciones de ambos países se encontraron en medio del canal de Beagle. Lo que se visualizaba un tiempo atrás como una gran ceremonia por la efeméride, concluyó en un deslucido acto. En ninguna de las ceremonias llevadas a cabo, ni tampoco en el Vaticano, participaron los presidentes. No obstante, el ministro de Relaciones Exteriores, Alberto Van Klaveren, viajó a Italia para asistir en la ceremonia en la Santa Sede. Consultado por las ausencias, indicó que “fue muy difícil lograr conciliar las agendas de los dos presidentes”.
Testimonios
Juan Pacheco fue uno de los exsoldados que viajó desde Osorno para ser parte de la ceremonia, quien hace 46 años se encontraba en Monte Aymond. “Vivimos una situación muy tensa en el momento, estuvimos a horas de que empezara el conflicto. Afortunadamente la mediación papal bajó la guerra”, recordó.
Un recién llegado a la zona por aquellos años era Víctor Poblete, oriundo de Temuco. “Teníamos la responsabilidad de mantener nuestra frontera, entonces hacía que estuviéramos en contacto con la pampa, el coirón, con el paisaje, la naturaleza y la soledad. Yo venía de Temuco”. Reconoce que los primeros días había miedo, aunque este era dejado de lado para poder prepararse ante la posibilidad inmediata de la guerra. “Si veíamos a alguien apuntando en la frontera hacia acá, nosotros teníamos que eliminarlo antes de que nos eliminaran a nosotros. Por lo tanto, el miedo ya tenía que quedar de lado”.
Una experiencia muy valiosa que quedó de aquellos días, sostiene Poblete, es el agradecimiento hacia un día más de vida, quien recordaba que por aquellos días la única comida era un café y una marraqueta con un pedazo de dulce de membrillo encima. También recordaba que aprovechaban los surcos que dejaban las ovejas para refugiarse. “Había que adaptarse y sobrevivir”. El era parte de la división de minas y explosivos, lo que los llevaba a ser de la primera línea.
“Cuando ibas en el camión acercándote a la frontera daba miedo. Pero después cuando ya estás ahí, no hay vuelta que darle. Apechugar nomás”, cerró Poblete.