El legado de Carter
En medio de una ola de catastróficos incendios en Los Angeles, Estados Unidos vivió el jueves pasado un raro momento de paz y unidad. En la catedral de Washington, cinco presidentes (uno en ejercicio, Joe Biden; uno que asumirá en dos semanas más, Donald Trump, y sus tres antecesores: Barack Obama, George W. Bush, y Bill Clinton) se reunieron en un momento de recogimiento en el funeral de Estado de Jimmy Carter.
Era una tregua destinada a ser breve. Pero sirvió para rendir homenaje a Carter, fallecido el 29 de diciembre pasado. Hubo coincidencia a todo nivel para elogiarlo como un patriota, un humanista, y un político intachable e íntegro.
“La amistad de Jimmy Carter me enseñó, y a través de su vida, que la fuerza del carácter es más que el título o el poder que tenemos. Es la fuerza para entender que todos deben ser tratados con dignidad y respeto”, destacó el Presidente Biden. “Hoy, muchos piensan que era de una época pasada. Pero en realidad, él veía el futuro con claridad”, agregó.
Hasta cierto punto Carter no encajó en su tiempo. Sólo fue Presidente por un periodo, lo que es poco frecuente en su país. Pero dejó una huella profunda. Lo sintetizó la revista Time: “Jimmy Carter no fue un Presidente de primera fila, pero logró, a fuerza de esfuerzos incansables, convertirse en un líder mundial emblemático, con un legado inspirador, aunque a menudo polémico, como tenaz pacificador y solucionador de problemas decente y ético”.
Durante su presidencia, la economía de Estados Unidos tuvo serios problemas lo que le costó probablemente la reelección. Pero, en cambio, en el mundo logró evitar algunos conflictos mayores. Los Acuerdos de Camp David entre el Presidente egipcio Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí Menájem Beguín firmados en septiembre de 1978 tras doce días de negociaciones secretas bajo su inspiración constituyen el tratado de paz más exitoso desde la Segunda Guerra Mundial.
En otro plano, el gobierno de Carter tuvo una profunda influencia frente a las dictaduras latinoamericanas, incluyendo a la chilena. En 1977, cuando se concretó en Washington el acuerdo sobre el canal de Panamá (que ahora quiere “recuperar” Trump), Carter se reunió con Augusto Pinochet. Dijo luego: “Hablé con el Presidente Pinochet sobre el problema que existe con la cuestión de los derechos humanos en Chile, y me describió algunas de las medidas que están tomando para mejorar los derechos de la gente allí”.
De hecho, con Carter se produjo un vuelco radical en la política norteamericana que había apoyado con Richard Nixon en la Casa Blanca, el golpe del 11 de septiembre de 1973. El siguiente Presidente, Ronald Reagan, acentuó el rechazo de la dictadura y fue Harry Barnes, su embajador quien hizo más evidente el cambio de postura. Cuánto influyó Washington para que se respetara el triunfo del “No” en el plebiscito de 1988 no se sabe con certeza. Pero, sin duda, es parte del legado de Carter.
El canciller Alberto van Klaveren calificó ese legado como “invaluable”. Y precisó: “Lamento el fallecimiento del expresidente de Estados Unidos y Nobel de la Paz, Jimmy Carter, quien fue un promotor y defensor incansable de la democracia y los DD. HH. en todo el mundo”.
Mucho antes de morir el domingo 29 de diciembre, a los 100 años, su viaje épico desde un niño granjero descalzo en Georgia hasta un humanitario ganador del Premio Nobel se había convertido en una clásica historia estadounidense.