El humor es cosa seria…
Amigo lector, imagínese la siguiente escena: en un salón bastante elítico, se celebra una fiesta de gala muy solemne. La orquesta está tocando música lenta y los invitados bailan cadenciosamente.
De pronto, se ve a un señor en lo alto del balcón, mirando con ceño adusto hacia abajo. Es un tipo de figura contrahecha, muy bien vestido, aunque jorobado y de gruesas cejas que mira el baile con desdén y cierto recelo. La música se desvanece lentamente hasta convertirse en silencio. Las parejas dejan de bailar. Con aire desafiante, el caballero se dispone a descender por la escalinata de mármol. En el primer peldaño, resbala y cae sentado. Se escucha una que otra risita, que pronto se reprime. El tipo sigue cayendo, tum…tum…tum…
Ahora son más las risas contenidas, pues la bajada ya es francamente cómica. El hombre rebota, hace una pirueta, se estrella contra la pared y la caída prosigue.
Ahora la gente estalla en risas. Al llegar al final de la escalera el tipo se extiende cuan largo es por el brillante y encerado parqué.
El hombre está muerto.
Cuando logre determinar en qué peldaño de la escalera el asunto dejó de ser chistoso, usted podrá determinar lo que es el humor.
Esto tiene varias lecturas. Una, que lo cómico y lo trágico son caras de una misma moneda. Están de espaldas, pero no dejan de estar juntas.
Son muchas las personas que al sentirse abatidas, empeoran más su estado de ánimo diciéndose cosas del tipo de: “¡Cómo pude ser tan estúpido! ¡Me comporté como un cabro de quince años”!
Por cierto, les ayudaría a mantener su buen humor decirse frases como “Cada experiencia es un aprendizaje. Esto no me ha pasado en vano”.
Nos haría muy bien proceder así, porque la vida no dispone de un libro de reclamos.
Siendo yo estudiante de Periodismo, el ramo de Psicología era uno de mis predilectos. Aprendí mucho de la llamada terapia-racional-emotiva, que señala como estos pensamientos que nos incitan al malhumor, se reducen a tres errores que parten de tres tipos de contrariedades básicas. Revisemos cada una de ellas:
– Contrariedad tipo 1: “Lo que yo pretendía ser, no es lo que soy”.
Aquí se parte de una idea absurda. “Otros han partido con menos medios que yo, y han llegado más lejos. Soy un fracaso”.
La antípoda de ese pensamiento debiera llevar una dosis de humor: “Yo sé que hay personas que han partido de la nada. Lo difícil es partir ni siquiera con eso”.
– Contrariedad tipo 2: “Justo me tenía que agarrar esta gripe un fin de semana. No podré salir a pescar”.
He conocido personas que en medio de un estado gripal se lamentan porque ello les arruinará el fin de semana, y más encima deben esperar a que los venga a ver el médico.
A ello hay que anteponer una actitud positiva, casi hilarante. Por ejemplo, si viene el médico a casa y la esposa le dice al marido: “¡Fernando, es el médico que viene a verte!”. Su respuesta bien podría ser:
– “Dile que no lo puedo atender porque estoy enfermo”.
Eso inundará el ambiente de sano buen humor, y hasta sus hijos, su esposa y el médico celebrarán su forma de reaccionar.