Necrológicas

Farándula: el regreso tiene cara de hereje

Por Eduardo Pino Viernes 21 de Febrero del 2025

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Desde su incipiente surgimiento en la década de los 90s, evolucionando a un gran auge en los 2000, para devenir en una meseta y un progresivo declive desde 2010, incluso muchos creyendo su extinción desde octubre de 2019, los programas de farándula han sido verdaderos reservorios de una parte de la historia de nuestro país, que más allá de lo intrascendente y superficial, probablemente la mayor parte de la gente recuerde con mucho mayor precisión que acontecimientos verdaderamente relevantes para nuestro quehacer nacional. Varios factores explican esto, como la incontrarrestable hegemonía socializadora que ostentaba la televisión en décadas pasadas, la escasa oferta de medios alternativos que permitiesen entretención, o la “casta” cada vez más creciente de personajes que encontraban en el morbo una lucrativa forma de ganarse la vida a pesar de su falta de talento.

El 2024 fue un año de especial resurgimiento de los programas de farándula, en variados formatos y horarios, lo que ha sido celebrado por los ejecutivos de los canales pues ha significado un incremento del 27% en sus atribuladas cifras de rating. Atrás parecían quedar los tiempos en que se reunía un grupo de cuestionables críticos de espectáculo, para con un par de chismes, ciertos o inventados, hacer cundir repetidamente argumentos durante una hora, alargando majaderamente en pos de la sintonía. Si bien todos recordamos algunas “chimuchinas” sabrosas, la mayor parte del contenido era intrascendente, superficial y escasamente interesante, en horarios de matinée, vermouth y noche. Pero ahora los programas parecen venir recargados, aunque siempre con esa línea poco clara de cuidar la dignidad de las personas implicadas, pero al mismo tiempo incentivar el morbo y la declaración de más, esa que se replicará en numerosos medios digitales al prometer entregar mucho más de lo que finalmente se termina comunicando, siempre después de interminables y inútiles introducciones que pretenden dar cuerpo a algo que se pudo redactar ejecutivamente en un par de líneas. 

Más allá que la temática no es relevante y más bien coincide con el tiempo de vacaciones, es interesante observar que vuelven cíclicamente las tendencias, que como dije, muchos creían superadas. Se enarbolaron banderas de cambio, pero parece que la gente en general no desea cambiar tanto como algunos quisieran en algunos ámbitos. En el tema que estamos comentando, debe tenerse en cuenta que los contenidos faranduleros desde siempre han despertado curiosidad en la gente, ya que este escenario protagonizado por famosos(as) y famosillos(as) perecieran tener, para mucha gente, un imán que les llama a mirar, especialmente, sus defectos, bajezas e imperfecciones. Es una mezcla irresistible de emociones que se mezclan: curiosidad, asombro, enojo, etc. además de la necesidad de no quedarse fuera de las conversaciones de los demás al ignorar la copucha de turno. 

Como fenómeno sociológico, la farándula resulta instrumental al poder, al distraer de la información verdaderamente importante, pero se observa ampliamente en naciones desarrolladas y en general es consumida por todo tipo de público, aunque las personas de menor desarrollo sociocultural tienden a consumirla más, incluso excesivamente, debido a la falta de interés en otras actividades que desarrollen sus habilidades o pensamiento. 

Por lo pronto, seguiremos observando esta pugna entre los ejecutivos que desean seguir obteniendo sobre los 5 puntos de rating (cifra que hace dos décadas habría sido un rotundo fracaso), las más de 300 denuncias al CNTV por distintos atropellos a la dignidad de las personas (como decía el psiquiatra Sergio Canals: “cuando todo es bullying, nada es bullying”), además de una gran cantidad de personas que han crecido con una mentalidad que “todo vale” en pos de la fama y la fortuna, en un inevitable espejo para las generaciones futuras. Programas de farándula: mucho menos que cultura, mucho más que sólo entretención.

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