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Chiloé, tierra de agroecología y sabores ancestrales

Miércoles 26 de Marzo del 2025

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  • Un grupo de agricultores regionales realizó una gira técnica por la isla grande.

 

Entre manzanos centenarios, quesos de oveja lechera y fogones que guardan historias, un grupo de agricultores magallánicos descubrió cómo Chiloé resiste al olvido a través de la tierra y sus frutos.

Los días fueron lluviosos, como suele ser en la isla grande, pero ni el barro ni el viento frenaron el ánimo de los 10 agricultores regionales —junto a extensionistas y una funcionaria de Indap— que durante siete días recorrieron Chiloé para aprender de sus pares. 

Según informó Indap, la gira fue impulsada por el Centro de Estudios Tecnológicos de Chiloé (Cet) y financiada por la Fundación para la Innovación Agraria (Fia). Buscaba intercambiar saberes sobre agroecología y patrimonio agrícola en un territorio declarado Sipam (Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial) por la Fao en 2012.

El primer alto fue en la Cooperativa Chilwe, donde Gissele Saldivia, junto a Juanita y Rosa, recibieron al grupo en la sala de proceso. “Antes vendíamos fruta fresca, hoy transformamos lo que cosechamos en sidra, vinagres y destilados”, explicó Gissele mientras servía una copa de su líquido ámbar. La cooperativa es un ejemplo de cómo el procesamiento agrega valor sin perder esencia: cada botella guarda el sabor de variedades como la manzana camuesa o la roja de Chiloé.

“No sólo vendemos un producto, sino una historia. Cuando la gente prueba nuestra sidra, descubre el sabor de los huertos que casi desaparecieron”, añadió Gissele.

En Chilozal, Rafael Maripán sorprendió con su rebaño de ovejas lecheras y sus quesos artesanales. “Aquí todo se aprovecha”, contó mientras ordeñaba una oveja bajo la mirada atenta del grupo. Sus manzanos, dispersos entre praderas, dan vida a sidras y hasta a ajo negro, un producto inusual en la zona. “La innovación no está reñida con la tradición”, aseguró. Y es que las ovejas son como jardineras: podan el pasto y fertilizan la tierra.

El predio de Cecilia Guineo y su esposo es un museo vivo de la agricultura chilota. Por 40 años, han cultivado papas nativas y hierbas medicinales, además de elaborar mermeladas y conservas. “Guardamos semillas como nos enseñaron nuestros padres”, dijo Cecilia. Su huerto es también un aula para turistas y estudiantes. Acá cada semilla es un tesoro: si las pierden, desaparece también la identidad.

En Terra Lluvia Chiloé, Gloria Benavente y Egor Vargas rescatan frutos como la murta, el maqui y el calafate para convertirlos en licores de aroma intenso. “Antes la murta crecía silvestre; hoy la cultivamos para que no se pierda”, explicó Gloria junto a un fogón, donde compartieron relatos de la isla. Su vivero es un refugio de biodiversidad y un imán para quienes buscan sabores auténticos.

Otro de los encuentros emotivos ocurrió en El Esfuerzo, donde Luis Gallardo —vivió y trabajó en el campo magallánico— recibió al grupo como a viejos amigos. Entre ovejas y caballos, mostró su técnica de curtido de cueros, mientras Sonia, su esposa, tejía con lana de sus animales. “Aquí nada se desperdicia”, dijo Luis, guiando a todos por un sendero de bosque nativo.

En Tradiciones Morelia, la cocinera Morelia Cuyul sirvió empanadas calientes y cazuelas que huelen a leña y memoria. “Empecé vendiendo en Cucao; hoy mi cocina es un lugar de encuentro”, contó. Sus platos, hechos con productos de su huerta agroecológica, son un homenaje a las abuelas chilotas.

El cierre fue en Luna Puntra, donde Clarisa Muñoz y Adino Melato demostraron cómo el compostaje y la lombricultura regeneran suelos. “La naturaleza nos enseña a esperar”, reflexionó Clarisa, mostrando semillas guardadas en frascos. Su predio es un símbolo de resistencia: frente al monocultivo, ellos eligen la diversidad.

La gira terminó en la feria Yumbel de Castro, entre cestos de papas y algas secas. Los agricultores magallánicos se llevaron más que técnicas: la certeza de que la agroecología es un acto de amor a la tierra.

“No sólo aprendimos sobre técnicas productivas, sino que entendimos la relación profunda que cada agricultor tiene con su tierra. Hay un compromiso que va más allá de la cosecha; es una forma de vida que pone en valor el territorio y su historia”, destacó Felipe Sánchez, jefe de Prodesal Porvenir.  “Y como dijo Carlos Venegas, guía del Cet: Chiloé no es solo paisaje; es gente que trabaja con las manos y la memoria”, precisó.

Finalmente Clarina Helmer, Jefa de Área de Puerto Natales, aseguró que “conocer el territorio, valorar sus predios y entender la naturaleza en sus procesos. Compartir experiencias y fracasos, buscar la productividad con sentido: del bosque, de los frutales… Al final, todo se traduce en el alimento que cada agricultor produce”.

Finalmente dijo que otro de los lugares que sorprendió a los magallánicos fue el Pueblito Weltun, con su rescate de la cultura huilliche y su modelo de producción comunitaria. Allí, los visitantes conocieron la importancia de las prácticas ancestrales en la conservación del territorio y su gente.

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