El aterrizaje de un escultor magallánico en Málaga
- El artista autodidacta conquistó al público andaluz con sus figuras fantásticas modeladas en arcilla y masilla.
Desde pequeño, Franco Vera Serpa (32) supo que su vida estaría ligada al arte. Nacido y criado en Punta Arenas, recuerda con claridad cómo el dibujo y la pintura marcaron sus primeros años. Su madre, artista autodidacta, fue su primera influencia. En su hogar, el arte se vivía de forma natural, entre artesanías, materiales reciclados y una constante búsqueda creativa. A pesar de las limitaciones propias de una región tan austral como Magallanes, con dificultades para acceder a insumos o formación especializada, su entorno familiar lo incentivó a seguir explorando ese talento innato.
Desde el colegio, Franco destacó en concursos escolares y certámenes regionales, obteniendo premios y reconocimientos por su habilidad para plasmar imágenes. Aunque siempre fue autodidacta, hubo un momento en que sintió que necesitaba avanzar más allá de lo que podía aprender por sí solo o con la guía materna. Su curiosidad lo llevó a experimentar, primero con la plasticina, inspirándose en los dibujos animados, y más tarde con la arcilla. Sin conocimientos técnicos, se lanzó a crear sus primeras figuras. Cuando una de sus esculturas se rompió a los pocos días, entendió que debía aprender sobre materiales, procesos y técnicas de horneado. Así comenzó una etapa de investigación y experimentación que no ha cesado hasta hoy.
Probó con masillas, buscó tutoriales, viajó al norte del país en busca de nuevos insumos, y cuando empezaron a llegar a Magallanes materiales específicos para modelado, logró dar mayor durabilidad a sus figuras. Su impulso creativo no se detuvo y, en paralelo a sus estudios de diseño en Inacap, comenzó a participar en diversas exposiciones locales. Recuerda sus primeras muestras en la Casa Azul del Arte, la Feria de Invierno y espacios comerciales. Aunque al inicio creaba personajes de películas o videojuegos por encargo, una manera de asegurar ventas, nunca dejó de imaginar sus propios mundos.
En Inacap, donde estudió diseño volvió a vincularse con el arte digital y a conjugarlo con lo manual. Tras la pandemia, viajó por primera vez a España, a la región de Andalucía. Estuvo casi un mes en Málaga y otras ciudades, explorando museos, calles y espacios culturales. La experiencia lo transformó profundamente. Regresó a Punta Arenas, pero ya no era el mismo. Sentía que debía volver. Postuló desde Chile a una residencia artística en Málaga, y fue aceptada. Así comenzó una nueva etapa en su vida.
Ya instalado en Europa, profundizó sus estudios: aprendió dibujo natural con modelos humanos, técnicas de pintura al óleo y perfeccionó su mirada artística con una formación más académica. En paralelo, trabajaba como tatuador, una actividad que descubrió en plena pandemia en Chile y que hoy le permite financiar su vida y producción artística. Aunque no es su verdadera pasión, el tatuaje ha sido su herramienta para sustentarse. En Málaga, incluso realizó cursos de higiene y sanidad requeridos por la Unión Europea para legalizar su trabajo como tatuador.
Con los ingresos de ese oficio, invirtió en materiales y equipamiento. Preparó nuevas obras, se acercó a galerías y, al mostrar sus esculturas, recibió una invitación para exponer en la Galería Ecléctica, en pleno centro de Málaga. Con el apoyo de un colectivo de amistades, músicos, DJs, diseñadores de moda, fotógrafos, organizando un evento de alto nivel artístico: códigos QR junto a cada obra, música en vivo, coctelería y un montaje cuidado en cada detalle. La exposición fue un éxito rotundo. En sólo cuatro días ya acumulaba más de nueve mil visitas, y aún sigue abierta al público.
Sus esculturas
Cada escultura de Franco encierra una historia, una emoción, una idea convertida en figura. Algunos nacen como amuletos, otros como tótems o personajes mágicos. En sus palabras, son reflejo de su mundo interior, de sueños o vivencias personales, que se transforman en piezas palpables a través de la forma, el color y la textura. El proceso creativo comienza, muchas veces, con un boceto, pero otras veces simplemente improvisa: tiene una estructura mental y deja que la obra tome vida mientras trabaja.
Franco no mide el tiempo cuando crea. Puede pasar horas encerrado modelando sin darse cuenta. Trabaja varias esculturas al mismo tiempo, avanza en una, deja otra en pausa, retoma una tercera. Si se dedicara exclusivamente a una sola pieza, estima que podría completarla en un mes y medio o dos meses. Pero su proceso es más orgánico, guiado por la inspiración.
Su presencia en Málaga no ha pasado inadvertida. Gracias al impacto de su exposición, fue invitado a un canal de televisión local. Aunque no alcanzó a modelar en vivo, llevó una de sus figuras y compartió su historia. Su paso por España se ha convertido en una plataforma para mostrar su talento y sensibilidad artística, demostrando que desde el extremo sur del continente también se puede irradiar creatividad y emoción.
Hoy, a tres años de haber dejado Magallanes, Franco Vera Serpa sigue explorando nuevas formas de expresión, pero siempre con el mismo impulso que lo acompañó niño desde: crear mundos donde lo fantástico y lo humano se encontrarán, desde la arcilla, desde la imaginación, desde lo más profundo de sí mismo.




