Emprendedora y su arte con sentido: “Cada trabajo lo creo yo, con mis manos”
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Decoraciones artesanales, realizadas en cerámica y madera.
En el extremo sur, la creatividad florece entre las manos trabajadoras de Carmen Villarroel Bahamonde, quien encontró en la artesanía no sólo una forma de expresión, sino también una posibilidad de emprendimiento. Su camino en el arte manual comenzó hace años gracias a la invitación de una amiga que la animó a participar en una feria local. Fue ahí donde pintó sus primeras piedras, sin saber que ese sería el punto de partida de un recorrido lleno de intuición, paciencia y mucha dedicación.
Hoy es la emprendedora de Aneley del Sur, que ofrece decoraciones artesanales, realizadas en cerámica y madera, hechas por manos magallánicas.
“Siempre me gustaron las manualidades. Desde chica tejía, dibujaba, bordaba… trabajar con las manos siempre fue natural para mí”, cuenta. Lo suyo ha sido un aprendizaje completamente autodidacta. La porcelana fría, uno de los materiales centrales en su trabajo, lo aprendió observando y practicando. “Modelar porcelana era como jugar con plasticina”, dice entre risas, recordando su infancia.
Con el paso del tiempo, empezó a explorar nuevas ideas. Le llamaba la atención la cantidad de botellas de vidrio desechadas, muchas con formas atractivas, y decidió intervenirlas para darles una segunda vida. Así nacieron sus piezas decorativas: botellas transformadas en elementos únicos, trabajadas con detalles regionales y mucha creatividad.
Además de las botellas, también realiza colgadores de llaves en forma de casitas, muchos de los cuales han despertado el interés de quienes ven en ellos no sólo un objeto útil, sino también un reflejo de la arquitectura y memoria local. “Una vez un caballero me preguntó si eran réplicas de casas de acá. Me encantó la idea. Ese es mi próximo proyecto: empezar a hacer casas típicas del sur, esas que uno recuerda o sabe de dónde son con sólo verlas”.
Esa oportunidad llegó a través del Programa Familias, financiado por el Fosis. Por lo que da cuenta de la importancia de esta institución para las familias y agradeció el apoyo recibido.
Considera que es fundamental que existan espacios como estas ferias, accesibles para quienes están empezando o aún no tienen todo en regla. “Hacer inicio de actividades implica declarar impuestos, llevar contabilidad… y si no vendes, igual quedas amarrada. Uno necesita probar primero, saber si lo que uno hace realmente gusta, si se vende, si vale la pena seguir. Para eso están estas instancias”.
Y a eso se suma la dificultad de lidiar con trámites digitales, formularios complejos y términos que muchas veces no comprende. “Para postular al programa, tuve que pedir ayuda a una amiga que es contadora. Igual quedábamos mirando la pantalla sin saber qué poner, porque nadie te guía. Todo es online ahora, pero uno no es joven ya, y a veces cuesta entender esas cosas”.
Pese a todo, Carmen se muestra agradecida y optimista. Reconoce que estos espacios no sólo le han servido para mostrar su trabajo, sino también para conocer otras historias similares a la suya. “Es bonito compartir con otras emprendedoras, ver lo que hacen, cómo empezaron. Te animan, te inspiran”. Sabe que le queda camino por recorrer, y que hay cosas por aprender, especialmente en marketing y presencia digital. Pero también comprende que su mayor valor está en sus manos: en lo que crea con ellas, en lo que representa cada pieza.
“No es algo que venga de una fábrica. Es algo hecho con cariño, con tiempo, con dedicación. Esto no se ha traído de China, esto lo hago yo con mis manos”, afirma con orgullo.
Hoy su cuenta de Instagram, @artesanias.aneley.del.sur, es un pequeño escaparate virtual donde expone sus obras.




