La libertad de prensa bajo asedio
Cada 3 de mayo, el mundo recuerda -gracias al llamado de la Unesco- que la libertad de prensa es un pilar esencial de la democracia. Sin embargo, conmemorarlo ya no basta. En Chile y en el mundo, este derecho está siendo debilitado de forma sistemática, no sólo por regímenes autoritarios, sino también por gobiernos elegidos democráticamente y los poderes fácticos que los rodean.
La reciente propuesta de un grupo de senadores chilenos para castigar con cárcel la difusión de información sobre investigaciones en curso es una señal inquietante. Más allá de sus intenciones declaradas, la iniciativa amenaza con criminalizar el trabajo periodístico, confundiendo la protección del debido proceso con el silenciamiento del escrutinio público. En la práctica, podría transformar a periodistas en delincuentes por ejercer su deber de informar. Como bien lo advirtió Abraham Santibáñez en su columna de opinión publicada este lunes, la libertad de prensa y de expresión contempla el derecho pleno de la información, es decir, no se puede criminalizar a un profesional por dar a conocer una información que considera relevante sin importar cómo la obtuvo.
Este intento legal se suma a lo que el Observatorio del Derecho a la Comunicación calificó como un “uso abusivo de herramientas legales para silenciar a la prensa” en 2024, afectando sobre todo a medios independientes. El dato es contundente: 128 periodistas fueron víctimas de vulneraciones, una cifra que refleja no casos aislados, sino una tendencia preocupante.
Chile no está solo. El Presidente Donald Trump, ícono de las cruzadas contra la prensa crítica, continúa su ofensiva judicial contra medios como el New York Times o CBS, acusándolos de “interferencia electoral” por el sólo hecho de reportear. No se trata únicamente de disputas mediáticas, sino que es un modelo de ataque político que cruza fronteras y se replica. En Argentina está el caso del presidente Milei.
En este contexto, defender la libertad de prensa no puede limitarse a actos simbólicos. Requiere resistir los intentos de censura legal, proteger a quienes informan desde los márgenes y rechazar abiertamente toda forma de intimidación, venga de donde venga. La democracia no se protege sola; la prensa libre, tampoco.




