Retiro de estudiantes del sistema público
En esta edición, se informa que 239 estudiantes se retiraron del sistema público en Magallanes durante los primeros meses del año escolar 2025, lo cual no puede interpretarse como una simple fluctuación estadística. Aunque esa cifra represente “sólo” un 1,7% de la matrícula total, su significado podría ser mucho más profundo, en cuanto reflejaría pérdida de confianza en un sistema que se diseñó para no sólo garantizar el acceso a la enseñanza, sino para elevar la calidad de ésta y el mejor aprendizaje de los estudiantes de familias más febles desde el punto de vista económico.
Esta fuga de estudiantes no ocurre en el vacío. Coincide con uno de los peores comienzos de año escolar en el sistema público regional, marcado por una prolongada paralización del Colegio de Profesores y una grave afectación a la continuidad del proceso educativo. A la vez, en ese mes tan importante, se registró una radial disparidad respecto de la asistencia a las aulas. Mientras algunas escuelas rurales como Puerto Toro o Cerro Guido registraban 100% de asistencia, otros establecimientos, como la Escuela Patagonia en Punta Arenas, apenas alcanzaban el 0,9%.
No se trata sólo de cifras, pues detrás de cada estudiante que abandona hay una familia que pierde la fe en el sistema público, un niño que pierde estabilidad, un profesor que pierde la oportunidad de acompañar una trayectoria. No es casual que las mayores tasas de retiro coincidan con los centros que también presentan los niveles más críticos de asistencia.
Resulta preocupante que esta tendencia ocurra justo cuando el Estado ha avanzado en consolidar los Servicios Locales de Educación Pública, cuya promesa era mejorar la calidad, la equidad y la gobernanza del sistema. Pero cuando las clases no se imparten, los colegios están paralizados y los padres no tienen certezas, la promesa se transforma en frustración. Se habla muchísimo del derecho a huelga de los docentes, pero poco del derecho de niños y niñas a recibir una educación continua y de calidad.
Más aún, si se observa el origen de los 2.921 nuevos ingresos al sistema, se constata que más de la mitad (1.947) provienen de cambios de establecimiento. Es decir, no es que haya nuevos estudiantes ingresando en masa a la educación pública, sino más bien desplazamientos internos y, en algunos casos, reingresos tras haber abandonado antes. Hay un movimiento constante que parece más reacción que elección.
Lo más grave es que estos datos pueden ser apenas la punta del iceberg. Cuando el sistema público pierde matrícula, no solo pierde recursos. Pierde legitimidad. Pierde diversidad. Pierde su capacidad de garantizar igualdad de oportunidades. Y en zonas extremas como Magallanes, donde muchas veces el colegio es también espacio de alimentación, abrigo y contención social, esta pérdida puede tener consecuencias más profundas de lo que muestran los números.
Si el sistema público quiere sobrevivir -y más aún, fortalecerse- debe recuperar su capacidad de ser un espacio estable, confiable y de calidad.




