Cien años de Marino Muñoz Lagos
El día de ayer Marino Muñoz Lagos habría cumplido cien años, un siglo de vida desde que nació un lejano 19 de julio de 1925 en Mulchén, pleno corazón de la región Bío Bío. Un 17 de abril de 2017 su presencia terrenal se tornó en ausencia; ya lo había anticipado en uno de sus más bellos poemas: “…encontraré la muerte agazapada detrás de los otoños con que sueño”.
En nuestro diario, Marino Muñoz Lagos fue, es y será “Don Marino”, una marca registrada, una institución. Es un orgullo para nuestra casa haberlo tenido por cerca de setenta años adornando estas páginas con la poesía de sus crónicas; la mayor parte de ellas en “La Prensa Austral”, una menor proporción en “El Magallanes” -cuando aún no se fusionaba con “La Prensa”- e incluso, durante algunos periodos, paralelamente en ambos periódicos. Hombre metódico, poseedor de una férrea disciplina de trabajo, sus crónicas saludaban la literatura, la historia y el quehacer cotidiano con sus protagonistas.
Su primer artículo data del 18 de febrero de 1948, titulado “Tobías Cárdenas Montaña-Itinerario en la valorización de su pintura” y el último apareció el 18 de septiembre de 2016: “Confieso que he bebido y otras crónicas del buen comer”, comentario del libro de Jorge Teillier. A partir del domingo inmediatamente siguiente -25 de septiembre de 2016- y hasta la fecha, su hijo Marino Muñoz Agüero ocupa el espacio que nuestro diario reservaba para Don Marino.
Fue figura relevante en la escena literaria y cultural de la región y nuestro país en el siglo XX, poeta premiado e intelectual de marca mayor en el amplio sentido de la palabra. No obstante, jamás presumió de aquello ni menos adoptó poses o modos que delataran esta condición, su sencillez y humildad no se lo permitían. Era de breves y concisas palabras -lo necesario, decía-, pero no escatimaba la expresión de los afectos verdaderos y la atención por todas las personas sin distinción, con todos quienes se le acercaran a saludarlo y así podíamos sorprenderlo conversando del Siglo de Oro de la Literatura Española, de la última fecha del fútbol en la cancha del Barrio Sur o de los avatares del Festival de Viña.
Pasaba religiosamente por el diario los días lunes, miércoles y viernes cuando hacía su recorrido por “el centro”, siempre venía en micro desde su querida Población Fitz Roy. Estampa inconfundible: maletín, bufanda y jockey. Aquí, en el sillón de la oficina de Patricia nuestra secretaria, revisaba la correspondencia que había retirado en el correo, departía con nuestros empleados e iba de tanto en tanto a los talleres. Patricia recuerda que siempre andaba con confites y chocolates para convidar y que su frase de despedida era: “Ya, me voy porque me está esperando la Lala”, refiriéndose a su esposa Eulalia Agüero Pletikosic, recordada educadora de la región.
Como una forma de saludar los cien años de Marino Muñoz Lagos, nuestro diario ha considerado, durante todos los domingos de este mes de julio, artículos alusivos de nuestro columnista Víctor Hernández Godoy en el suplemento El Sofá, es el homenaje al Poeta de nuestra casa.




