Justo equilibrio en la formación de los docentes
La decisión de elevar en 124 puntos el requisito de ingreso a las carreras de Pedagogía en el sistema de admisión 2026 tiene una lógica irrefutable: si queremos una mejor educación para niñas, niños y jóvenes, necesitamos mejores profesores. Pero esa aspiración, por justa que sea, se encuentra con una realidad que pone en tensión el acceso equitativo en regiones como Magallanes, donde las trayectorias escolares están marcadas por desigualdades históricas, y el temor de las universidades, como la Umag, no es infundado.
Según datos proporcionados por la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad de Magallanes, más del 50% de los postulantes actuales no alcanzaría los nuevos puntajes exigidos. Las carreras como Educación Básica, Matemática o Inglés -tan necesarias en el sistema escolar regional- verían seriamente disminuida su matrícula. La decana Marlene Alvarado es clara al señalar que “con los nuevos criterios, muchos estudiantes que hoy sí ingresan -y que posteriormente demuestran un alto compromiso y rendimiento- quedarían fuera del sistema”. Esto pone sobre la mesa un problema mayor: cómo elevar la calidad sin cerrar las puertas a quienes, pese a tener vocación, han vivido trayectorias escolares marcadas por la inequidad territorial.
No se trata de retroceder en las metas de calidad, sino de avanzar con mirada sistémica. Elevar las exigencias de ingreso a las pedagogías es una medida necesaria, pero incompleta si no se acompaña de un fortalecimiento profundo del sistema escolar desde la educación media. Los estudiantes que hoy no alcanzan los 650 o 700 puntos que se proyectan como corte futuro, no son “menos capaces”, sino muchas veces víctimas de un sistema que no ha logrado entregarles herramientas sólidas en su formación escolar.
Por eso, iniciativas como los programas propedéuticos, el Pace o el Etape deben dejar de ser “programas especiales” y transformarse en parte integral de una política de equidad. No basta con seleccionar a los mejores puntajes, hay que formar a los mejores profesores, y eso exige inversión sostenida, apoyo personalizado y estrategias que reconozcan la diversidad de contextos. Como bien expresa la Umag, “la equidad territorial también debe ser parte del debate”.
El otro eje crucial de esta ecuación es el laboral. La presidenta regional del Colegio de Profesores, Alicia Aguilante, lo advierte sin eufemismos al plantear que, si se va a exigir más a los futuros docentes, también se debe pensar en el incentivo remuneracional.
Aquí, entonces, tenemos que lograr un delicado, pero justo equilibrio entre calidad, vocación, acceso y condiciones laborales.




