Ni sólo salmones ni sólo parques

La reciente edición del Salmón Summit 2025 dejó algo claro: el debate sobre el desarrollo de la Patagonia ya no puede seguir trazado en líneas divisorias entre ambientalistas y empresarios. La riqueza natural de la región -desde sus ecosistemas marinos únicos hasta sus paisajes protegidos- es tan estratégica como lo son las actividades productivas que sostienen la vida de miles de familias en el sur de Chile.

La discusión desarrollada en Frutillar fue reveladora por su pluralidad. Por un lado, voces como la de la economista María Olivia Recart alertaron sobre un exceso normativo que, al desconfiar del sector privado, podría paralizar el potencial innovador de industrias como la salmonicultura. La también exsubsecretaria de Hacienda llamó a retomar la confianza público-privada y a construir una visión de largo plazo para nuestros océanos, ausente aún en la planificación nacional.

Desde el mundo empresarial, Susana Jiménez, presidenta de la CPC, insistió en que esta industria pionera merece valoración nacional. Es una fuente de empleo, innovación y altos estándares, comparable -dijo- con el orgullo que sentimos por nuestros parques nacionales. Y ese paralelo, más que una frase efectista, debería llevar a repensar cómo se deja de ver a la conservación y al desarrollo económico como enemigos irreconciliables.

Porque también hubo espacio para la mirada conservacionista. Francisco Solís, de The Pew Charitable Trusts, recordó con fuerza que no puede haber salmón sin Patagonia y que no puede haber Patagonia sin conservación. Su llamado a mirar los próximos cien años es quizás el más lúcido de todos: ¿cómo aseguramos que las decisiones que hoy tomamos no comprometan lo que somos como territorio, como cultura, como biodiversidad?

Como bien apuntó el exministro Marcelo Mena, la clave está en la evidencia. No se trata de elegir bandos, ni de forzar a las comunidades a decidir entre progreso o naturaleza. Se trata de administrar la biodiversidad con información, de construir políticas públicas que integren desarrollo y sostenibilidad en forma seria y de diseñar marcos regulatorios que reconozcan los impactos, pero también las oportunidades de la industria.

Lo que se necesita es equilibrio. Una Patagonia con empleo digno y sustentabilidad; con innovación empresarial y ecosistemas protegidos; con salmonicultura que cumpla estándares cada vez más altos y con ciencia guiando cada decisión. Ese es el camino. Porque si algo quedó claro en esta cumbre es que no hay futuro para la industria sin medio ambiente, ni medio ambiente sostenible sin una economía que lo respalde.