Exportaciones ovinas y sus nuevos horizontes

La ganadería ovina ha sido, históricamente, uno de los pilares productivos de la Región de Magallanes. Pero en un escenario de cambio climático, deterioro de los pastizales y fluctuaciones del mercado, su sostenibilidad ya no descansa solamente en la tradición, sino en la capacidad de adaptación y diversificación. 

Hoy, esa evolución toma forma concreta en la apertura hacia nuevos mercados, la mejora del rendimiento productivo por animal y una gestión estratégica que busca valor agregado tanto en carne como en lana.

Los datos recientes son alentadores: aunque en 2024 se faenaron menos corderos que el año anterior (una baja del 11,57%), el volumen de carne ovina procesada aumentó levemente (0,74%), lo que indica una mayor eficiencia por animal. Este cambio no es trivial. Responde a decisiones complejas en los predios, donde los productores han debido reducir cargas para proteger los suelos, garantizar el bienestar animal y concentrarse en calidad antes que cantidad. En otras palabras, se ha optado por la resiliencia, no por el retroceso.

Pero el verdadero punto de inflexión viene desde afuera. A la consolidación de mercados exigentes como la Unión Europea, China, Estados Unidos y México, se suman ahora nuevas vitrinas: Filipinas y Corea del Sur, cuyos servicios sanitarios ya realizaron inspecciones a plantas faenadoras magallánicas; además, se alistan giras de promoción a Perú, Colombia y Costa Rica, países donde la carne ovina tiene espacio para crecer si se posiciona como producto de origen limpio, trazable y de excelencia.

Esta política de apertura no sólo impulsa las exportaciones, sino que también diversifica el riesgo frente a crisis sanitarias o económicas en destinos tradicionales. Es una estrategia inteligente y necesaria, especialmente cuando se trata de una zona cuya ubicación geográfica impone altos costos logísticos y exige ventajas comparativas claras.

En paralelo, el rubro lanar también avanza. El trabajo en acondicionamiento y comercialización de lanas, apoyado por programas como los del Fia y ProChile, busca romper con la lógica de precios deprimidos por falta de diferenciación. En ese contexto, el próximo Congreso Mundial de Lanas en China y la inminente habilitación del mercado indio abren horizontes antes impensados para un producto históricamente subvalorado.

Estos avances requieren de políticas públicas de largo plazo. Invertir en caminos, conectividad digital, mejoramiento genético, infraestructura de frío y capacitación técnica no puede ser una tarea episódica ni fragmentada. El éxito exportador no debe depender del entusiasmo de una autoridad de turno, sino del diseño estratégico de un país que reconoce el valor de su territorio austral.