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Los frutos de nuestros abuelos

Por Marcos Buvinic Domingo 27 de Julio del 2025

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Entre la proliferación de días conmemorativos de cualquier cosa, llama la atención que en nuestro país no exista un “día de los abuelos y abuelas”, así como existe el día de la madre, del padre o del niño. Es cierto que el 1 de octubre es el “día de los adultos mayores”, pero es distinto lo que representa ser adulto mayor que ser abuelo o abuela; también, el 15 de octubre es el “día de los ancianos y abuelos y abuelas”, pero tampoco representa lo mismo ser anciano que ser abuelo, además ahora los abuelos y abuelas son personas más jóvenes que hace algunas décadas.

Celebrar a nuestros abuelos y abuelas es importante porque son figuras entrañables para la mayoría de las personas, y son los garantes del afecto y la ternura que toda persona necesita aprender a dar y recibir. Los abuelos y abuelas dan a los más jóvenes la perspectiva del tiempo y son memoria y riqueza de las familias; además, para la mayoría de las personas, los abuelos y abuelas crean recuerdos que el corazón guarda para siempre; y si usted no lo cree, revise en su memoria el recuerdo de sus abuelos y abuelas.

En el culto de la Iglesia Católica, el 26 de julio se hace memoria de san Joaquín y santa Ana, los cuales -según la tradición- fueron los padres de María y, por tanto, los abuelos del Señor Jesús; por eso, ese día lo conmemoramos como la “Jornada Mundial de los Abuelos”, dando gracias por nuestros abuelos, orando por ellos y para que aquellos que tienen la bendición de los nietos, el Señor les enseñe y ayude a ser buenos abuelos.

Con ocasión de este día, también el Papa propone un mensaje que este año está marcada por el texto bíblico que dice “Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza” (Si 14,2), pues la esperanza es fuente de alegría a cualquier edad, y la Biblia nos muestra varios casos de hombres y mujeres bien mayores de edad, partiendo por Abrahán y Sara, a quienes el Señor llama a ser parte del designio de salvación en bien de todos.

De la misma manera, en nuestros tiempos, son numerosas las personas mayores que han sido un faro de esperanza y creatividad para muchos. Pensemos, por ejemplo, en el Papa Francisco como cabeza de la Iglesia y líder mundial hasta los 88 años, o el Dalai Lama que sigue como líder espiritual del budismo tibetano a los 90 años, o Clotario Blest que hasta los 87 años siguió activo en la defensa de los derechos humanos y de los trabajadores, o Mahatma Gandhi como líder de la independencia de la India asesinado a los 78 años, o Nelson Mandela que fue elegido presidente de Sudáfrica a los 76 años y continuó como líder de su pueblo hasta los 93 años, o el gran artista y gestor cultural Claudio Di Girolamo recién fallecido a los 95 años, o en el filósofo Gastón Soublette que hasta los 98 años siguió transmitiendo su fe y sabiduría, y tantos otros más que en su avanzada edad animaron la vida y la esperanza de muchos.

Ante estos ejemplos de personas que en la vejez siguen dando frutos, usted -quizás- dirá que esos son casos excepcionales, pero lo invito a que mire a su alrededor y descubra los frutos que dan tantos abuelos y abuelas en el cariño a sus nietos, en las historias que les cuentan, en las oraciones que les enseñan y la sabiduría que les transmiten, o cuidando a sus nietos mientras los padres trabajan, o haciéndose cargo de ellos cuando los padres están ausentes. De la misma manera, usted podrá descubrir la cantidad de adultos mayores que participan de diversas organizaciones de voluntariado, en las juntas de vecinos y asociaciones de servicio a los demás; y si usted es cristiano, mire la cantidad de adultos mayores que evangelizan como catequistas y servidores de la comunidad. Todos ellos en la vejez están lozanos y frondosos, produciendo frutos hermosos y mostrando las bases de una sociedad humana, solidaria y digna para todos.

Y el Papa León señala, entonces, en su mensaje: “Si, por tanto, es verdad que la fragilidad de los ancianos necesita del vigor de los jóvenes, también es verdad que la inexperiencia de los jóvenes necesita del testimonio de los ancianos para trazar con sabiduría el porvenir. ¡Cuán a menudo nuestros abuelos han sido para nosotros ejemplo de fe, de virtudes cívicas y compromiso social, de memoria y perseverancia en las pruebas! Este hermoso legado, que nos han transmitido con esperanza y amor, siempre será para nosotros motivo de gratitud y de coherencia”.

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