Los escritores, entre obsesiones y chifladuras
Las manías de los escritores son hábitos, rituales o costumbres extrañas que muchos autores adoptan para estimular su creatividad o facilitar su proceso de escritura. Estas manías pueden variar desde simples preferencias de vestimenta o lugar de trabajo hasta rituales más elaborados y supersticiones.
Un hombre ilustrado, genial y sabio como Aristóteles sentenció en alguna oportunidad que “ningún espíritu superior se halla libre de cierta mezcla de locura”.
Y tuvo mucha razón.
Veamos algunos ejemplos:
– El novelista francés Honarato de Balzac no sólo tenía ambición por el dinero. Un historiador de la época, comentaba que Balzac amaba la oscuridad y deambulaba distraídamente por valles y aldeas en bata de dormir y zapatillas a altas horas de la noche.
LA CHABELITA
– Nuestra querida Isabel Allende, comienza
a escribir sus novelas cada 8 de enero y realiza conjuros antes de empezar.
FANÁTICA DE LOS PUZZLES
– Isabel, Reina del Imperio Británico, jamás se le vio sin un crucigrama, donde quiere que fuese llevaba sus bolsas llenas de estos acertijos.
FLACO POR HIPOCONDRÍA
– Lord Byron sentía horror por la gordura y comía de modo muy frugal, casi miserable. Cada mañana medía su cintura y cuando encontraba que había subido medio kilo, dejaba de comer por completo durante 24 horas.
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– Agatha Christie: Reflexionaba sobre sus novelas en la bañera mientras comía manzanas.
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– Gabriel García Márquez: pedía la opinión de otros sobre su trabajo y solía escribir descalzo.
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– Obsesionado por su infancia, antes de ponerse a escribir, Sir Walter Scott se rodeaba de recuerdos nostálgicos: cajas antiguas y sobres que contenían cabellos de parientes desaparecidos.
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– Otro genio que no fue escritor, pero pasó justificadamente a la historia fue Albert Einstein. El físico se sentía molesto al usar calcetines, y durante gran parte de su vida prescindió de ellos, “sin calcetines, como un músico ambulante”
PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS
– El respetado reformador Martin Lutero creía que el Diablo lo importunaba con su presencia. Una vez llegó a asegurar que Satanás le arrojó un tintero por la cabeza.
EPILEPTICO CÉLEBRE
– Julio César, el dictador y amante de Cleopatra era queraunófobo (miedo a los truenos) y además epiléptico.
MATEMÁTICO E HIPOCONDRÍACO
– Pascal, el gran matemático y filósofo francés, sufrió al final de su vida de quenofobia. Frecuentemente tenía la sensación de encontrarse junto a un precipicio. Para tranquilizarse, trabajaba rodeado de sillas.
DOS MANÍATICOS MÁS
– Al gran escritor ruso León Tolstoi, autor de “La Guerra y la Paz” le gustaba escribir en traje de mujik, vestimenta clásica del campesino ruso; mientras a Friedrich Schiller, considerado, junto a Goethe, el dramaturgo más importante de Alemania, trabajaba con los pies colocados sobre un bloque de hielo.
En sinopsis, una pequeña dosis de locura ayudó a estos hombres a sobrellevar la pesada carga del genio.




