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Los escritores, entre obsesiones y chifladuras

Por Jorge Abasolo Sábado 23 de Agosto del 2025

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Las manías de los escritores son hábitos, rituales o costumbres extrañas que muchos autores adoptan para estimular su creatividad o facilitar su proceso de escritura. Estas manías pueden variar desde simples preferencias de vestimenta o lugar de trabajo hasta rituales más elaborados y supersticiones. 

Un hombre ilustrado, genial y sabio como Aristóteles sentenció en alguna oportunidad que “ningún espíritu superior se halla libre de cierta mezcla de locura”.

Y tuvo mucha razón.

Veamos algunos ejemplos:

– El novelista francés Honarato de Balzac no sólo tenía ambición por el dinero. Un historiador de la época, comentaba que Balzac amaba la oscuridad y deambulaba distraídamente por valles y aldeas en bata de dormir y zapatillas a altas horas de la noche.

LA CHABELITA

– Nuestra querida Isabel Allende, comienza

a escribir sus novelas cada 8 de enero y realiza conjuros antes de empezar.

FANÁTICA DE LOS PUZZLES

– Isabel, Reina del Imperio Británico, jamás se le vio sin un crucigrama, donde quiere que fuese llevaba sus bolsas llenas de estos acertijos.

FLACO POR HIPOCONDRÍA

– Lord Byron sentía horror por la gordura y comía de modo muy frugal, casi miserable. Cada mañana medía su cintura y cuando encontraba que había subido medio kilo, dejaba de comer por completo durante 24 horas.

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– Agatha Christie: Reflexionaba sobre sus novelas en la bañera mientras comía manzanas.

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– Gabriel García Márquez: pedía la opinión de otros sobre su trabajo y solía escribir descalzo.

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– Obsesionado por su infancia, antes de ponerse a escribir, Sir Walter Scott se rodeaba de recuerdos nostálgicos: cajas antiguas y sobres que contenían cabellos de parientes desaparecidos.

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– Otro genio que no fue escritor, pero pasó justificadamente a la historia fue Albert Einstein. El físico se sentía molesto al usar calcetines, y durante gran parte de su vida prescindió de ellos, “sin calcetines, como un músico ambulante”

PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS

– El respetado reformador Martin Lutero creía que el Diablo lo importunaba con su presencia. Una vez llegó a asegurar que Satanás le arrojó un tintero por la cabeza.

EPILEPTICO CÉLEBRE

– Julio César, el dictador y amante de Cleopatra era queraunófobo (miedo a los truenos) y además epiléptico.

MATEMÁTICO E HIPOCONDRÍACO

– Pascal, el gran matemático y filósofo francés, sufrió al final de su vida de quenofobia. Frecuentemente tenía la sensación de encontrarse junto a un precipicio. Para tranquilizarse, trabajaba rodeado de sillas.

DOS MANÍATICOS MÁS

– Al gran escritor ruso León Tolstoi, autor de “La Guerra y la Paz” le gustaba escribir en traje de mujik, vestimenta clásica del campesino ruso; mientras a Friedrich Schiller, considerado, junto a Goethe, el dramaturgo más importante de Alemania,​ trabajaba con los pies colocados sobre un bloque de hielo.

En sinopsis, una pequeña dosis de locura ayudó a estos hombres a sobrellevar la pesada carga del genio.

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