Presidentes enfermos
¿Sabían ustedes que los Jefes de Estado más enfermos cumplieron -paradojalmente- con brillo y destaque sus periodos presidenciales?
Los más sanos fueron presidentes mediocres.
La excepción puede ser Nicolás Maduro…que a todos nos tiene enfermos.
Los invito a viajar por la historia no oficial, esa que se escribe en la trastienda y no se publica nunca.
George Washington era un hipocondríaco en el más absoluto sentido de la palabra. Murió tomándose el pulso a los 67 años. Pero, en esos 67 años, ¡cuántos males no le afligieron! Tuberculosis, piel horadada por viruelas y mandíbula deformada por dientes en mal estado. Además tenía problemas respiratorios y sufría frecuentemente de neumonías. Dos años antes de ser elegido presidente tuvo un reumatismo tan fuerte que apenas podía mover los brazos.
El neurótico Abraham Lincoln es un caso aparte. Hoy no sería capaz de aprobar ni el más elemental de los test psiquiátricos. Lincoln vivía en un estado de melancolía vitalicia. Tenía sueños premonitorios respecto de su muerte. En marzo de 1865, un mes antes de su asesinato, su médico estableció que el presidente estaba muy próximo a un colapso nervioso
“Abe” apenas sí veía con un ojo. Sus ataques de nervios le causaban inflamaciones a la vista, dolor de cabeza, indigestiones y náuseas. Hizo instalar una cama en campaña en su oficina, donde se tendía y se oprimía los globos oculares hasta sentirse mejor. Las depresiones de Lincoln estaban relacionadas con mujeres. Cuando muere su primer amor, los amigos describen a “Abe” como muy próximo a “las sombras de la locura”.
Años después, el día de su boda, otro estado depresivo le hace escapar y esconderse. Mirando fotos de quien fue su mujer, se entiende la actitud. Es que su esposa era más fea que morder alambre y con más trancas que una puerta de castillo medieval.
A su vez el general Dwight Eisenhower tuvo un ataque al corazón cuando era presidente. Entre septiembre de 1955 y enero de 1956 estaba tan enfermo que debió entregar la presidencia a su subordinado directo, míster Richard Nixon (sí, el mismo del caso Watergate). Los boletines médicos -confidenciales en su momento- dan cuenta de penosos detalles clínicos de “Ike”. El general y presidente tenía que orinar en una botella de leche cuando no había urinario cerca. Sus pijamas debían ser cambiados continuamente porque los mojaba tupido y parejo.
El más joven de los presidentes de Yanquilandia, John Kennedy no era para nada un dechado de virtudes ni de salud. Su dolencia a la columna le hizo sufrir tanto como un indio del oeste viendo películas de John Wayne. Debía usar fajas y sillas especiales. También sufrió del mal de Anson, un desorden de secreción de adrenalina, que lo obligaba a tomar cortisona.
Ahora, ¿cómo andamos por casa? En Chile hemos tenido presidentes depresivos, hipocondríacos, tuberculosos y hasta con estitiquez.
Pero eso lo dejaré para otra columna.
Hasta la próxima…




