Necrológicas
Un biólogo magallánico dedicado a la conservación marina

La historia de Claudio Barría Oyarzo, desde población El Pingüino a la defensa de tiburones y rayas

Jueves 11 de Septiembre del 2025

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  • Hoy vive en España, donde dirige la Onf Catsharks y forma parte del grupo de especialistas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

 

Silvia Leiva Elgueta
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Claudio Barría Oyarzo nació en Punta Arenas el 7 de junio de 1981. Su infancia y adolescencia transcurrió en población El Pingüino. Estudió en la Escuela La Milagrosa y luego en el Instituto Superior de Comercio, donde se formó como contador. “Hice mis prácticas en un estudio contable, pero sentía que quería algo más”, recuerda. Esa inquietud lo llevó a trasladarse a Valdivia para estudiar Biología Marina en la Universidad Austral de Chile, un cambio que definió el rumbo de su vida.

En dicha universidad conoció al profesor Julio Lamilla, reconocido especialista en el estudio de tiburones, rayas y quimeras. Allí se adentró en el mundo de los condrictios, un grupo de peces con esqueleto cartilaginoso. “Las quimeras son peces de aspecto extraño, con cuerpo de pez, cola alargada y una cabeza que parece de ratón; por eso su nombre está inspirado en la criatura mitológica”, explica.

Ese primer acercamiento lo motivó a seguir profundizando en el área. Tras terminar la carrera, se trasladó a España para cursar un máster y posteriormente un doctorado en la Universidad de Barcelona. Desde 2011 reside en ese país, donde ha consolidado una carrera internacional como investigador y especialista en conservación marina. Actualmente integra el grupo de expertos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), evaluando el estado de conservación de tiburones y rayas a nivel mundial.

Al mismo tiempo, Claudio Barría es parte de Catsharks, una organización que reúne a unas 40 personas y que se ha consolidado como una de las principales organizaciones dedicadas al estudio de tiburones y rayas en España. La entidad trabaja en tres ejes: generar conocimiento científico, divulgarlo a la ciudadanía y aportar insumos a los gobiernos para la toma de decisiones en políticas públicas.

Tiburones más allá del mito

Este magallánico ha enfocado buena parte de su trabajo en desmontar los mitos que rodean a los tiburones, instalados con fuerza sobre todo desde la película Tiburón (1975) y reforzados por los medios de comunicación. “En Punta Arenas hay más ataques de perros, y nunca ha existido un ataque de tiburón en la historia de la región. Sin embargo, el miedo persiste por lo desconocido”, admite.

El investigador plantea que en el mundo existen más de 540 especies de tiburones, muchas adaptadas a ecosistemas específicos y no necesariamente vinculadas a la imagen de depredadores que suele difundirse. Algunas especies no superan los 30 centímetros de largo, mientras que otras habitan en aguas profundas, lejos de la interacción humana. “El miedo a los tiburones es más cultural que real, y es urgente cambiar esa percepción porque son especies clave para el equilibrio de los ecosistemas marinos”, añade.

Un vínculo con el mar desde la infancia

Claudio Barría no sólo aterrizó en el mar por vocación científica. Su familia, por el lado materno, tiene raíces en la pesca artesanal, lo que le permitió desde pequeño observar distintas especies y desarrollar cercanía con el océano. “Esa experiencia temprana me marcó. Crecí viendo peces y con el mar presente, y cuando descubrí a los tiburones sentí que podía dedicarme a defenderlos, aunque no fueran los animales más populares”, relata.

Esa mirada lo ha llevado a participar en investigaciones en distintas zonas del mundo y también en proyectos de conservación local en Chile, como estudios en Valdivia y Antofagasta, aunque reconoce que en Magallanes todavía no hay programas específicos centrados en tiburones y rayas.

“Mi trabajo como investigador está centrada en comprender la ecología de tiburones y rayas, ya que son especies fundamentales para la salud de los océanos, muchos son depredadores apicales por lo que son reguladores de los ecosistemas. Además de generar conocimiento científico, mi objetivo es aportar a la conservación y mostrar que proteger la biodiversidad marina también significa cuidar nuestro futuro. Creo que los grandes desafíos a los cuales no estamos afrontando, como lo son el cambio climático, la sobrepesca y la degradación de los hábitats requieren no sólo de ciencia, sino también de una sociedad informada y sobre todo comprometida. Por eso es necesario transmitir este conocimiento a todas partes, incluida nuestra región, todos podemos ser parte del cambio, aportar al conocimiento y alcanzar impacto internacional”, dice el investigador, y aunque la ciencia y la divulgación ocupa gran parte de su vida, también es padre y tengo algunos pasatiempos como bucear o jugar vóley en la playa, “porque creo que el contacto con los demás y con la naturaleza es lo que finalmente nos inspira a conservarla. Estoy muy agradecido de mi familia por inculcarme este amor por la naturaleza desde pequeño”.

Orgullo magallánico

Pese a su vida en Europa, Barría mantiene un fuerte lazo con su ciudad natal y reconoce que le gustaría volver a la Escuela La Milagrosa, donde fue el único de su curso en convertirse en profesional. “Es una escuela que recibe a estudiantes que viven situaciones complejas, y creo que sería importante volver a dar una charla motivacional. Mostrar que, aunque las oportunidades sean limitadas, es posible salir adelante”, comenta.

El biólogo subraya que su madre sigue siendo un vínculo esencial con Punta Arenas y que lo emociona especialmente cuando aparece en medios de su ciudad. 

Una vida bajo el agua

Más allá de la investigación, Barría confiesa que lo que más disfruta de su trabajo es la posibilidad de pasar tiempo en el mar. “Me siento muy cómodo buceando. En estos días liberamos unos tiburones pequeños durante la grabación de un documental, y cuando terminamos yo quería seguir allí. Eso es lo que más me gusta: descubrir ecosistemas, conocer nuevas especies y trabajar con personas apasionadas por lo mismo”.

Hoy, desde Cataluña, Claudio Barría se mantiene firme en un propósito: contribuir a que tiburones, rayas y quimeras sean conocidos y protegidos sin prejuicios, y que su conservación sea posible para las generaciones futuras. “Alguien tiene que hacerlo”, afirma. “No se trata de prohibir todo, sino de aprender a convivir y gestionar de manera sostenible. Esa es la clave”.

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