Necrológicas
  • – Rusmir Ojeda Macías

  • – Luis Rubén Bahamonde Bahamóndez

  • – Bernardita del Rosario Ojeda Vargas

El océano más allá de las fronteras: reflexiones sobre el Tratado de Alta Mar

Por La Prensa Austral Sábado 4 de Octubre del 2025

Compartir esta noticia
117
Visitas

Claudia Daniela Andrade Díaz,
investigadora Universidad
de Magallanes

 

 

Tal como han señalado los medios de comunicación, la entrada en vigor del Tratado de Alta Mar constituye un hito histórico en la gobernanza oceánica. 

Tras la ratificación de 60 países, el acuerdo comenzará a aplicarse en enero de 2026, estableciendo un marco multilateral vinculante para proteger las aguas internacionales, que cubren cerca de dos tercios del planeta y que hasta ahora carecían de una regulación ambiental efectiva. En este sentido, Chile ratificó este tratado en 2024, consolidando así su compromiso con la diplomacia ambiental y con el cuidado de los bienes comunes globales.

Pero más allá de la dimensión diplomática, lo que está en juego es algo mucho más profundo: la relación vital entre el océano, la biodiversidad y el destino de la humanidad. La alta mar alberga una diversidad inmensa y todavía poco conocida. En ella se generan corrientes que regulan el clima global, circulan especies migratorias que cruzan continentes y se desarrollan procesos ecológicos que sostienen ciclos biogeoquímicos como el carbono, la producción de oxígeno, entre otros incluso poco estudiados. Sin embargo, este equilibrio es frágil. Actividades como la pesca industrial no regulada, el transporte marítimo, la contaminación plástica y la acidificación del océano amenazan dinámicas invisibles pero esenciales para la vida en la Tierra.

El tratado busca responder a esta urgencia mediante herramientas concretas como la creación de Areas Marinas Protegidas en alta mar, evaluaciones de impacto ambiental, un reparto más equitativo de beneficios derivados de los recursos genéticos marinos y la transferencia de tecnología y capacidades hacia países del Sur Global (lo que la Onu llama a los países en desarrollo). Se trata de pasos fundamentales, aunque persiste un desafío clave: cómo implementar estos acuerdos en un océano que no reconoce fronteras.

La biodiversidad marina no puede fragmentarse en límites administrativos. Ballenas, aves, peces pelágicos, peces demersales, crustáceos y muchas otras especies se desplazan entre la alta mar y las zonas bajo jurisdicción nacional, conectando distintos ecosistemas en ciclos migratorios que trascienden fronteras políticas. Lo que sucede en aguas internacionales repercute directamente en nuestras costas y fiordos, canales y viceversa. En este sentido, el tratado es también una oportunidad para repensar la gestión oceánica desde una mirada integral e interdependiente.

Desde Magallanes, donde confluyen corrientes, glaciares y ecosistemas únicos, sabemos que el océano no es divisible. Nuestros fiordos y canales son laboratorios naturales que reflejan cómo el cambio climático, la actividad humana y las dinámicas globales impactan en los ecosistemas australes. Lo que ocurra más allá de las 201 millas también nos afecta: la salud de la alta mar influye en nuestras pesquerías, en la resiliencia de la biodiversidad y en la estabilidad climática regional.

En este escenario, la Universidad de Magallanes tiene un papel clave. Nuestra posición en el extremo austral nos otorga una responsabilidad y una oportunidad: liderar y aportar ciencia, formar profesionales y generar conocimiento que oriente la implementación del tratado desde una perspectiva local. Integrarse a redes académicas como la Red Universitaria para el Cuidado de la Casa Común (RUC) permitiría fortalecer ese rol, vinculando los esfuerzos regionales con una visión común latinoamericana y global.

El Tratado de Alta Mar es, sin duda, un paso crucial. Pero su verdadero valor estará en transformar las palabras en acciones que cuiden al océano como la gran Casa Común de la humanidad. Desde Chile, y en particular desde la Patagonia, tenemos la posibilidad de liderar con el ejemplo, demostrando que proteger el océano no es sólo un compromiso diplomático, sino una responsabilidad ética con las comunidades costeras, con la biodiversidad y con las generaciones futuras.

Pin It on Pinterest

Pin It on Pinterest