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La soledad de la tercera edad

Por Ramón Lobos Vásquez Miércoles 8 de Octubre del 2025

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Una reciente publicación del Centro de Envejecimiento de la UC y Confuturo nuevamente vuelven a encender las alarmas respecto al envejecimiento en Chile, en ella se ahonda sobre cómo se va constituyendo la vejez y se subraya que lo que se está haciendo, no es lo que se precisa hacer por los mayores. Es un punto de inflexión respecto al aislamiento y soledad que padecen muchos de los chilenos que están envejeciendo en nuestras comunidades.

Según este estudio la soledad afecta al 49,2%, casi la mitad de los mayores, y un 55% presenta un alto riesgo de aislamiento en la sociedad. Un 30,7% presenta ambos problemas a la vez. Cifras que son alarmantes y preocupantes, porque significa que hoy en día un gran porcentaje de los mayores viven o vivirán este aislamiento social. Por lo que, la intensidad de las políticas sociales para los mayores debe ser más profunda que lo que se está realizando. Se requiere fomentar la participación y la asociatividad en los mayores.

Obviamente la primera prioridad en el trabajo con un mayor lo tiene la propia familia, pero las condiciones actuales y el cómo se conforman las familias hoy en día en nuestro país han difuminado las obligaciones; son pocos los que pueden considerar a sus parientes como un sostén y amortiguador de las problemáticas sociales que afectan a esta etapa de la vida. Esto queda en evidencia cuando ocurren problemas en el diario vivir de un o una mayor, por ejemplo: cuando se precisa de ayudas familiares para enfrentar las diversas problemáticas sociales, de salud o de cualquier tipo que puedan afectar a una persona mayor. Cuando se requiere ayuda en caso del fallecimiento de un cercano o realizar algunos trámites con apoyo y asistencia. Cuando hay que acudir a un control de salud o bien tomar una decisión vital en una situación especial que le ocurra a un mayor.

Frente a este tipo de instancias se requiere de un familiar que los conozca, sepa su historia y las decisiones anticipadas que haya manifestado; esto se puede suplir con algún amigo o alguien conocido de sus redes sociales, las que haya construido, pero aún así será complejo para quienes no estén en esta red.

De allí la importancia del trabajo social del Estado, de mantener a esa persona mayor activa y participativa en sociedad, de tal forma que vaya estableciendo nuevas amistades y círculos que lo contengan y que le permitan mantenerse vigente. Mientras ese mayor sea activo y pueda salir de casa hay que seguir fomentando su participación y pertenencia a los grupos sociales de la comunidad, desde afinidad por sus actividades preferentes, grupos sociales comunitarios de diversa índole como clubes sociales, deportivos y culturales; también la pertenencia y vivencia comunitaria de su fe o credo es importante y muy necesaria y otro factor social para ellos. Es lo que hay que hacer. Aumentar la participación de los mayores y obviamente por su gran diversidad debe aumentarse la oferta de actividades a realizar, se necesita ser innovador e ir mas allá de lo que hoy se hace.

La importancia de ello no está solamente en las cifras y la vivencia de la soledad y aislamiento en los mayores. No es solamente evitar esta condición de vida. Está claramente demostrado a través de diversos estudios y avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que la soledad en los mayores se asocia a un mayor deterioro cognitivo, a mayor severidad en las enfermedades cardiovasculares, a padecer de depresión y más posibilidades de muerte prematura, en definitiva. No es sólo una problemática social a resolver, si no que esta condición social conlleva problemas de salud graves, una peor calidad de vida y mayor posibilidad de muerte. De ahí la importancia y la necesidad de actuar en forma intensa y profunda desde el ámbito social comunitario. Una vejez con más enfermedades y deterioros significa -finalmente- mayor necesidad de otras políticas públicas para hacerle frente; por lo que el intervenir precozmente no sólo tiene impacto económico, con un menor gasto futuro, si no que fundamentalmente una vejez vivida más en plenitud y acompañamiento.

Se requieren políticas públicas que favorezcan el cuidado y la protección familiar, que sean el pilar del trabajo con mayores, que promuevan y faciliten el acompañamiento. Se requieren redes de cuidados en el ámbito social, que vayan más allá de lo que hoy realizan los voluntariados en Chile, que han asumido el rol del estado en el territorio. Se requiere estructurar estas redes comunitarias en todo el territorio y para todo tipo de mayores. Pero eso, sólo con un énfasis desde el estado es posible, porque es difícil y caro poder implementarlo.

El que Chile envejezca tan rápido y tan profundamente significa que esta urgencia sea hoy más importante y necesaria. No hacerlo es otra forma más del abandono social que muchos mayores están sufriendo y vivenciando en nuestro país y en el Magallanes de hoy.

Los estudios que se hacen públicos periódicamente son luces de alerta que se encienden y que dejan de titilar y son más continuas, demostrando la urgencia de establecer estas medidas a la brevedad. Urge y es perentorio, no son estudios más, son la evidencia que estamos dejando de hacer cosas que los mayores precisan hoy.

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