“Limpia”: Puertas bien adentro
Con un más que breve recorrido por las salas de cine-ni siquiera alcanzó boleto para Magallanes-esta película chilena pasó, a pocas semanas de su estreno, directamente a Netflix, por ser la plataforma dueña de sus derechos de exhibición.
Y este hecho, se podría extrapolar a Estela, su personaje principal, que no es dueña de su vida por ser la empleada doméstica de una familia acomodada del barrio alto de Santiago, donde además de hacerse cargo de las cosas del hogar, debe cuidar de Julia, la única hija del matrimonio y quién apenas recibe atención de sus padres por estar siempre ocupados por sus trabajos. Y a sus 6 años, Julia ha encontrado en Estela el refugio y compinche para sus travesuras y preguntas sobre la vida. Y en la primera escena de la película, se muestra a sus padres obsesionados para que Julia aprenda a nadar a pesar de que ella no quiere. Y Estela, con su rostro asustadizo, parece compartir sus temores porque la entiende o, quizás por su origen chilote, algo intuye.
Este es el cuarto largometraje de la cineasta chilena Dominga Sotomayor y en “Limpia”, adaptación de la novela de la escritora chilena Alia Trabucco Zerán, describe algo de la vida de Estela puertas adentro, con unos patrones jóvenes, Cristóbal y Mara, que parecen comprensivos y buena tela, pero tal vez no tanto, porque sin decirle “no” le niegan la posibilidad de acompañar a su madre que ha sufrido un accidente en Chiloé.
Y lo que filma Dominga Sotomayor no es la lucha de clases de una mujer explotada, aunque algo se podría deslizar por allí, sino su convivencia y resignación entre dos mundos, el de su trabajo, que le absorbe casi todo su día -y también la película- y los pequeños momentos de libertad que encuentra con Julia dentro y fuera de la casa; con Jorge, el trabajador de una estación de servicio con el que inicia una relación; con un perro callejero al cual decide acoger de forma clandestina; o sus momentos de soledad, acompañada de un cigarro y hits románticos donde se alcanza a identificar a Jorge González, Miriam Hernández, Armando Manzanero y Miguel Gallardo.
La película filma a Estela con planos a su rostro que pueden evidenciar cansancio, hastío o hasta rabia contenida. Y unos sutiles travellings la acompañan en sus recorridos por las calles, como si la cámara, a través del lenguaje cinematográfico, quisiera regalarle una mirada compasiva y artística a su rutina.
Y también “Limpia” muestra a ese mundo acomodado de Santiago, muy cerca de la cordillera, que comienza a sentirse amenazado por lo que ronda allá afuera. Por eso, a través de la televisión, se enteran de que los robos están cada vez más cerca. Y la “guinda de la torta” a sus temores será el joven asaltante que en su huida se introduce en la casa donde trabaja Estela y ella, quizás más por solidaridad que temor, lo ayuda a escapar. Y de ese acontecimiento surgirá la instalación de una reja con electricidad y una pistola que Cristóbal guarda por un rincón de la casa.
“Limpia” se despliega con tranquilidad en un relato de preciso ritmo y montaje, con planos bien elegidos para describir la vida de Estela, una mujer atrapada en dos mundos que, aunque convivan, son sutilmente muy distantes y donde esas pequeñas muestras de afecto- como el regalo de navidad o los abrazos en la fiesta de Año Nuevo- son solo gestos de buena costumbre y quizás de la embriaguez del momento. Y es en la fiesta, cuando ya se anuncia el nuevo año, donde resuena la voz de la cantante española Massiel con “Eres” y entonces Julia se refugia en la habitación con Estela y en ese breve instante se entiende donde tiene más sentido la letra de la canción.
Y aunque el final de “Limpia” pueda verse un tanto forzado, la película ya hizo lo suyo. Y eso es contar la historia de una mujer que llegó de Chiloé hasta la capital para desempeñarse como empleada doméstica en un barrio acomodado, convertirse en la pieza vital de una familia y de su hija de 6 años y descubrir que, aunque pertenezcamos al mismo país y ante la ley se diga que somos iguales, la verdad es que hay un mundo donde unos son más iguales que otros.




