La inversión que Magallanes requiere

La visita del Presidente Gabriel Boric a Punta Arenas y la firma del decreto que activa el nuevo Plan Especial de Desarrollo de Zonas Extremas son el cumplimiento de un compromiso presidencial con Magallanes.

El mandatario comparó este plan con el histórico Puerto Libre. No es una metáfora menor: el Puerto Libre marcó un antes y un después en la modernización y crecimiento de Magallanes durante el siglo pasado. Que Boric sitúe al Pedze en esa misma línea implica una apuesta política de envergadura: promete un nuevo salto para la región, pero esta vez basado en infraestructura, servicios públicos robustos y una visión estratégica de futuro.

Con más de 100 proyectos y una inversión superior a los $2,4 billones, este plan rompe con un criterio que por décadas castigó a las zonas extremas: la evaluación de la rentabilidad social como único parámetro para asignar recursos. Esta lógica centralista, tan útil para las grandes ciudades como injusta para los territorios dispersos, impedía que comunidades pequeñas accedieran a obras esenciales. El propio Presidente lo sintetizó con claridad al afirmar que la región “se rebela” contra la idea de que solo los números determinan qué es rentable para un pueblo que hace soberanía en los confines australes.

La firma del decreto también pone término a otro problema histórico: la discrecionalidad. A diferencia de versiones anteriores, este instrumento no dependerá del gobierno de turno, sino que se transforma en una política de Estado, con un horizonte de diez años y una evaluación intermedia a los cinco. Es, en efecto, una institucionalidad que reconoce las particularidades de Magallanes y la distancia que la separa del centro político y presupuestario de Chile.

Al momento de valorar este plan, se debe reconocer la visión de futuro que siempre ha caracterizado al gobernador regional, Jorge Flies, la cual no pocas veces ha chocado con la miopía política y miradas cortoplacistas y sin sentido estratégico.

Las obras contempladas son profundas y variadas: resolución de listas de espera, nuevos establecimientos educacionales, centros de salud familiar, cientos de kilómetros de caminos, la modernización aeroportuaria completa y el impulso al Centro Aeroespacial de Magallanes. A ello se suman proyectos pendientes del antiguo plan, como el Centro Antártico Internacional y soluciones portuarias, fundamentales para la integración futura.

No deja de ser simbólico que la ceremonia se realizara en la Junta de Vecinos Nelda Panicucci, donde la presidenta Marta Triñanes recordó que, gracias al PEDZE, su sector contará con un nuevo consultorio y un colegio. Esa frase -“cuando el Estado y la comunidad se unen, los sueños se vuelven realidad”- resume la expectativa de miles de magallánicos que, por décadas, vieron pasar diagnósticos y promesas sin concreción.

Por supuesto, quedan desafíos. Se debe asegurar que la ejecución no se frene en la burocracia, garantizar continuidad más allá de la voluntad política y, sobre todo, evitar que las disputas locales opaquen el sentido estratégico del plan.

Así, la visita del Presidente, más allá de ausencias y tensiones políticas, deja una señal clara: Magallanes puede – y debe- aspirar a un desarrollo acorde a su rol geopolítico, científico y energético.