Un helecho que reescribe la historia: la Antártica que fue un bosque vivo
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El ejemplar presenta rasgos anatómicos que no coinciden con ningún género vivo o fósil conocido.
El hallazgo de Escuderia livingstonensis, el primer fósil permineralizado de Schizaeales descrito en la Antártica, está permitiendo reconstruir una imagen muy distinta del Continente Blanco: un territorio cubierto de vegetación y atravesado por ecosistemas complejos durante la era de los dinosaurios. El descubrimiento no sólo amplía el registro fósil del Cretácico, sino que abre una ventana única para entender cómo evolucionaron las plantas vasculares en altas latitudes.
El fósil fue estudiado por un equipo internacional de investigadores de Chile y Japón a partir de material recolectado en 2011 en Williams Point, isla Livingston, durante la Expedición Científica Antártica N° 48 del Instituto Antártico Chileno (Inach). El trabajo se enmarca en proyectos Fondecyt y Kakenhi dedicados a explorar los vínculos evolutivos entre la flora del extremo sur de Sudamérica y la península Antártica.
El paleobiólogo Marcelo Leppe Cartes, académico del Centro Gema-Universidad Mayor, destaca que este fósil constituye una pieza clave en el rompecabezas evolutivo de los helechos. “La anatomía exquisitamente preservada permite compararlo con especies vivas y avanzar hacia análisis filogenéticos que integren tanto el registro fósil como datos moleculares”, señaló. La permineralización -un proceso en que los tejidos son reemplazados por minerales conservando su estructura tridimensional- permitió acceder a detalles que rara vez quedan guardados en el tiempo.
Un homenaje a la
ciencia polar chilena
El nuevo género fue bautizado Escuderia en honor a Julio Escudero Guzmán, eminente jurista antártico y figura fundamental del sistema del Tratado Antártico. El nombre específico, livingstonensis, alude a la isla donde se encontró. Para Leppe, el gesto reconoce la trayectoria científica de Chile en el continente y el trabajo logístico que permite desarrollar investigación en uno de los ambientes más remotos del planeta.
Características únicas que amplían el registro evolutivo
El ejemplar presenta rasgos anatómicos que no coinciden con ningún género vivo o fósil conocido: una ramificación simpodial en el eje fértil, espórangios con fijación basilateral en segmentos laminares enrollados y esporas del tipo Ischyosporites. Este conjunto de caracteres lo convierte en una forma nueva dentro del orden Schizaeales, lo que abre preguntas sobre su relación con especies actuales y su rol dentro de los ecosistemas del Cretácico.
Para estudiar estos detalles, el equipo combinó técnicas de peels seriados, microscopía de alta resolución y reconstrucciones 3D. El resultado fue un nivel de precisión que rara vez se alcanza en plantas fósiles, permitiendo observar no solo la morfología externa, sino también la arquitectura interna de sus tejidos.
Leppe subraya el valor de este tipo de hallazgos para la biología evolutiva. “Los fósiles permineralizados entregan información anatómica indispensable para poner a prueba hipótesis sobre el origen y diversificación de distintos grupos. Este material posibilita iniciar una reconstrucción holofilogenética de Schizaeales, integrando la anatomía y las esporas en su contexto original”.
Una Antártica
verde y diversa
El descubrimiento refuerza la idea de una Antártica muy distinta a la que hoy conocemos. Durante el Cretácico, el continente formaba parte del extremo sur de Gondwana y mantenía un clima templado-frío, con bosques dominados por coníferas, helechos y plantas vasculares adaptadas a largas temporadas de luz y oscuridad.
En el mismo paleosuelo donde apareció Escuderia livingstonensis se conservaron órganos ovulados de gimnospermas, brotes y hojas de coníferas del grupo Araucariales y raíces con nódulos micorrícicos. Este conjunto permite reconstruir un ecosistema terrestre complejo, con una dinámica ecológica comparable a la de bosques actuales de la Patagonia austral.
Próximos pasos hacia una historia más completa
El equipo ya cuenta con una reconstrucción tridimensional del ejemplar y prepara análisis comparativos con especies de Japón y del sur de Sudamérica. Nuevas tecnologías no destructivas, como la tomografía de rayos X, permitirán reexaminar rocas colectadas previamente y, posiblemente, descubrir más evidencias de esta Antártica verde, cuyos descendientes aún sobreviven en los bosques australes.
Como concluye Leppe, “cada fósil recuperado nos acerca a comprender un paisaje desaparecido, un tiempo en que la Antártica era un territorio de vegetación abundante, donde plantas hoy confinadas a la Patagonia encontraron uno de sus centros de origen y diversificación”.




