Necrológicas

Homenaje a los pioneros colonizadores de la Estancia Chillaneja (1939)

Lunes 1 de Diciembre del 2025

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Años atrás veía en la televisión norteamericana una serie dedicada a episodios de las distintas guerras que ha tenido EE.UU. relatado por el entonces muy conocido coronel North. La serie era apasionante y al finalizar cada programa North decía, esta, es una historia que merecía ser contada. Eso, me trae a la Chillaneja, aquí también hay una gran y apasionante historia que merece ser contada, es más, que debe ser conocida para que sus pasajes más negros nunca se repitan.

En 1939, don Ismael Soto Iglesias obtuvo del gobierno de Pedro Aguirre Cerda un contrato de arrendamiento sobre los terrenos de la posteriormente llamada Estancia Chillaneja, de quince años, renovable y con posterior compromiso de venta por parte del Estado, bajo clausulas precisas. Con la ayuda inestimable de su encargado, don Ruperto Andrade Saldivia, convirtieron ese paño de 3.000 hectáreas, que la Explotadora usaba sólo para tropilla y cría de caballares, en una estancia propia de la época, con toda su infraestructura.  Con los años, cumplieron en exceso las exigencias que le había impuesto el contrato con el fisco, construyeron dos casas habitación, corrales para lanares y vacunos, galpón de esquila, baño de lanares de concreto, garaje, pesebrera, divisiones de campos, mejoramiento de huellas y picadas, instalación de agua corriente, desagües, instalación eléctrica con aerogenerador e incluso un aeródromo señalizado para pequeños aviones. Habiendo terminado con lo indispensable, tuvieron tiempo para lo suntuario y así construyeron un extenso paraviento donde aparecen ambos en la foto que adorna esta crónica, con la satisfacción en el rostro por un trabajo bien hecho.

Pero, los treinta años se cumplieron en 1970. Don Ismael no fue el único, todos los ganaderos que estaban en su situación, a la espera que el fisco cumpliera con su contrato, se enfrentaban a ministerios y reparticiones públicas en manos de idealistas que, en el caso de las tierras, querían instaurar un experimento social opuesto al esquema marxista estatista, denominado socialismo comunitario y necesitaban tierras donde ponerlo en práctica. Para ello, los servicios públicos hostigaban permanentemente y por cualquier motivo a los ganaderos que aún mantenían contratos con el fisco, rechazando las solicitudes de compra y obligándolos a recurrir a la justicia. Con Fernando, mi hermano y socio de Quinta Esperanza S.P.A., fuimos testigos y víctimas de este acoso que en el caso de otro vecino, Estancia Natividad, llevó a la muerte de 1.200 lanares dentro de nuestro propio campo.  Ismael Soto, hijo quien que tomó la foto que se publica en esta crónica, me dijo que la tomó como registro de los excesos que se cometieron y, yo agrego, como consecuencia de un ideologismo patológico. Dije que don Ismael no fue el único pero sí fue de los primeros y en nuestro caso particular, en que el arrendamiento se inició en 1942, esa diferencia fue gravitante.

En los años sesenta don Ismael cayó enfermo, debió trasladarse al norte y su hijo homónimo se hizo cargo de la administración del predio. Agreguemos que las desgracias nunca vienen solas, a la enfermedad y todo ese panorama desolador, de permanente agresión, rematemos con el fracaso obtenido en la vía judicial al no concurrir el abogado patrocinante a un comparendo, perdiendo el juicio contra el fisco por secretaría.

Me han preguntado por qué preocuparse de hechos ocurridos más de 50 años y organizar este evento. La respuesta está ahí, porque esta historia merecía ser contada para que sus pasajes más negros nunca se repitan, para que remueva la conciencia de quienes se decían cristianos, en su momento -y que hoy pueden ser humanistas, ambientalistas, etc.- pero no hicieron justicia, con mayúscula, no mostraron bondad ni apoyaron al caído, sólo persiguieron ciegamente sus fines ideológicos sin reparar en los medios.

Texto enviado por

Eduardo Trafa

 

Discurso de Eduardo Soto

Es para mí, como me imagino, también para Raquel Andrade, un recuerdo imperecedero, el volver a encontrarnos después de 70 años, en este lugar de tantas vivencias de niñez, junto a nuestras familias.

De más está decir, que el estar acompañándome, mi señora, hijos, nueras, nieta, nietos, sobrinas, sobrinos, amigas y amigos, hacen de hoy, un día muy especial.

Resulta emotivo, venir de tan lejos, a inaugurar una placa recordatoria, de la creación de Chillaneja, Estancia que tomó el nombre, de mi madre Raquel, nacida en Chillán y que mi padre, en honor a ella, bautizó.

Allá por el año 1939, mi padre Ismael, arrendó este predio, de 3.000 hectáreas, que colonizó junto a su administrador, don Ruperto Andrade Saldivia.

Ambos desarrollaron un trabajo significativo, realizando diversas construcciones, como: casa patronal, de administración y trabajadores, garaje, pesebrera con corral, gallinero, perrera, galpón de esquila, paraviento, quinta de recreo para celebración de cumpleaños y fiestas. Otra con plantaciones de verduras, hortalizas, frutillas y ruibarbo, molino de viento para generar corriente eléctrica, canchas de aterrizaje y de fútbol, bañera para ovejas y numerosos corrales para encerrar animales.

Además, caminos,  alambradas  y postes hasta de 25 km de extensión.

Ese trabajo, lo realizaron, con mucho sacrificio: frío intenso, barro, vientos implacables, tirando carretas de bueyes y a veces, empantanados hasta la cintura, usando carpas y utilizando arados para trazar caminos, en época invernales, muy rigurosas para poder transportar materiales de construcción desde Puerto Porvenir hasta la estancia. Muchas veces empleando, algunos días, en lograrlo.

Esta descripción la hago, para que, se entienda, la labor que también  muchos otros estancieros, así colonizaron, con mucho esfuerzo, agallas y hombría, estas zonas inhóspitas.

Por eso, la emoción de estar acá y poder recordar con todos los presentes, estos esfuerzos, inigualables, desarrollado por ellos.

Recuerdo, la llegada de amigos oficiales de la Fach en aviones Catalina, desde Punta Arenas y de las fiestas realizadas, que resultaron inolvidables.

Hago propicia esta ocasión para, contar algunas vivencias acontecidas, que están en mi recuerdo:

La primera ocurrió durante una “plaga de conejos” existente en la isla por el año 1950, que me tocó vivir:

En una ocasión única, saqué con mis manos, de una cueva, 23 ejemplares de conejos, entre adultos y gazapos, con mis perros adiestrados y picota.

¡Todo un record!,  sin lugar a dudas…..

Un hecho muy lamentable ocurrió, cuando a comienzos de este siglo, me enteré que, Chillaneja había sido devastada por el fuego, quedando sólo “el galpón de esquila”.

Sentí, cómo que una parte de mi niñez, 12 años, se esfumó de mi vida para siempre.

Eduardo (Tafra), quiero expresar mi gratitud, a la invitación, porque hemos podido estrechar lazos de amistad y por eso, estamos con nuestras familias, reunidas acá, para rememorar la estoica labor desarrollada por nuestros queridos y recordados pioneros.

Reitero lo muy emocionado que estoy, y aprovecho de recordar a mis hermanos: Ismael, que aún vive (el mayor) y Mario, el cariño y la alegría  de Zulema (mamá de Raquel) y las sabias  enseñanzas de Ruperto con quienes tuve la suerte, de compartir muchas  experiencias aquí vividas y de contar con una de mis primeras amigas: querida Raquel, aquí presente, hija de Ruperto, que lleva el nombre de mi madre, quién la ayudó a nacer.

También de mi querido hermano Mario, por la labor que desarrolló innumerables veces, en arduas tareas, durante temporadas de esquila, realizando actividades de “vellonero”, que consiste en retirar la lana a 6 esquiladores de ovejas, una vez terminada la faena y “correr” por un pasillo y lanzar sobre un mesón, el manto de lana, para que otros encargados la envuelvan para hacer el “vellón”, que luego es lanzado, a una “ prensa”, en donde mi otro hermano Ismael, realizaba la tarea de saltar para prensar la lana y hacer los fardos laneros.

Además Ismael, sobresalía por su destreza como jinete y amansador y más tarde, cuando mi padre enfermó, tomó la administración de la estancia hasta 1970.

Mario, incluso, algunas comparsas de esquila, lo quisieron contratar por el resto de temporada, por su “eficiencia”, con contrato laboral y buen sueldo, ante lo cual, mi padre siempre se opuso.

Bueno, y yo…, humildemente realizaba tareas como “barrendero”, que consistía en barrer muy rápido, cada vez que, los esquiladores, terminaban la esquila de su ovejas, para que, la pista estuviese siempre muy limpia, sin restos de lana.

Cada esquilador demoraba algunos minutos sólo en esquilar su oveja; de modo que la tarea había que hacerla muy rápido.

Quiero finalmente, agradecer muy sinceramente, la presencia masiva de la familia, y lo hago aprovechando para rendir honores a mis padres nuevamente, quienes estarían muy emocionados y reconocidos, por contar con el cariño y sacrificios realizados por ustedes, para estar aquí presentes, dando testimonio por la tarea desarrollada por ellos, que permanecerá imperecedera, en el recuerdo eterno de cada uno de nosotros.

Como cierre, quiero decir que, la estancia se perdió de forma injusta y arbitraria, por los administradores del Estado de la época durante 1970, pero creo que es mejor omitir, en estos momentos, más comentarios al respecto.

Muchas gracias a todos por escucharme.

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