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Borrón y cuenta nueva

Por Diego Benavente Viernes 5 de Diciembre del 2025

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Se acerca un borrón y cuenta nueva. Mientras parte importante de la izquierda se atrinchera en sus posiciones más rígidas, aquellos sectores tradicionalmente más cercanos al centro comienzan a comprender que el país exige algo distinto: una cruzada nacional por la recuperación, tras los años más complejos que recuerde nuestra democracia reciente, desde el estallido social hasta el errático gobierno de Boric. El gesto del expresidente Frei hacia Kast es ilustrativo. Más allá de su impacto mediático, su valor simbólico es otro: habla de una cierta cordura que empieza a abrirse paso. Como señaló Rodrigo Pérez de Arce, ese gesto “le impone un gran desafío: no reducirse a su facción para pensar en un proyecto de país más grande”. Justamente ahí está el punto. En dos frases, “como decíamos ayer” o “borrón y cuenta nueva”, se juega la posibilidad de reconstruir un país entre todos.

Pero mientras algunos buscan este espacio de reencuentro, otros parecen persistir en un camino estéril. El uso de lenguaje amenazante por parte de diversos líderes políticos, recién asumidos y ya instalados con entusiasmo en la cartelera nacional, se ha transformado en un espectáculo predecible. Cual pitonisos del desastre, anuncian golpes de Estado, nuevos estallidos, protestas o paros inevitables. Una especie de profecía autocumplida que más que anticipar, busca incendiar. Y todo esto, además, en lugar de dedicarse a lo esencial: hacer la pega, gobernar, legislar, construir acuerdos y ejercer la política en su dimensión más alta, no en la más rastrera.

La política de vuelo bajo -esa que basurea y apela a las pasiones más primitivas- ya no renta. O al menos, ya no convence como antes. La ciudadanía está cansada de comentaristas del apocalipsis que prometen caos mientras evaden responsabilidades. El país necesita líderes, no animadores de un show de bravatas. Personas capaces de hacerse cargo de la complejidad, y no de convertir cada frase en un proyectil destinado a ganar la cuña más estruendosa del día.

Porque ahí está el problema: muchos se han obsesionado con la portada del vespertino, con la frase que arrase en redes, con el titular de los medios digitales que marcan tendencia. Hay una carrera silenciosa por acumular presencia, por posicionarse en el ranking electoral antes que en la solución de problemas reales. Se gobierna con la vista puesta en el trending topic, en cómo se ganan más y más visualizaciones y clicks, pero no en el horizonte del país.

Chile no tiene tiempo para ese infantilismo político. Requiere madurez, responsabilidad y generosidad. Un acuerdo básico que permita enfrentar los desafíos que vienen -seguridad, crecimiento, cohesión social- sin caer en la tentación del espectáculo.

Tal vez este sea el momento de asumir que sí, se necesita un borrón y cuenta nueva. No para olvidar, sino para recomenzar desde un terreno más firme y menos tóxico. Para que la política vuelva a ser un espacio de construcción y no de demolición. Para que, de una vez, podamos decir sin ironías que estamos haciendo país entre todos.

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