¡Qué época!
Definitivamente vivimos una época tecnológica, donde cada día aparecen artefactos electrónicos que nos dejan pasmados.
Con tanto artilugio electrónico de punta junto a demasiados avances tecnológicos ya parece que lo único que se sigue haciendo a mano es rascarse. ¿O no? Tal vez cuando usted termine de leer esta columna los japoneses ya hayan inventado el rascador automático.
Entonces, vaya mi homenaje para los tiempos idos. Para nuestros viejos que se rompieron el traste para poder comprar el primer televisor blanco y negro. Era el famoso Winco, Antú o Geloso…la marca da lo mismo. O tal vez el primer TV a color o el primer video grabador. Hasta se armaban unas discusiones originadas por razones que hoy nos parecerían una bicoca. Casi una estupidez, de no ser por la ternura que envuelve recordarlas: ¿era mejor Carlitos Cazsely que Sergio Ahumada? Caszely era el rey del metro cuadrado pero Ahumada era más polifuncional, decía un vecino con mentalidad de pelota. De Leonel Sánchez no se hablaba porque estaba muy viejo y hasta sus chuteadores padecían de artritis múltiple. ¿Cantaba mejor Cat Stevens que Neil Diamond? ¿O era el segundo mejor intérprete y el primero mejor cantante? ¿Qué iría a pasar en el próximo capítulo de Barnabás Collins?
¿Eran tan giles los policías de “Area 12” como parecían?
¿Llegaría Chile a clasificar para el Mundial de 1974 en Alemania?
¿Estaba realmente acabada la carrera pugilística de Godfrey Stevens?
¿Cuántos romances reales y cuántos inventados había en el programa Música Libre? ¿Efectivamente el lolo Mauricio se acostaba con la Aracely Muñoz? De haber sido así, con razón nos caía tan pesado el tal Mauricio…
A despecho de las clases sociales –felizmente cada día más difusas- cualquier pelele se cree Farkas comprando electrodomésticos en cuotas, viajes en cuotas y pilchas en cuota.
Eso sí, al cabo de un tiempo algunos terminan en la cárcel…y al contado.
Hoy todos compiten por tener más que el otro y no por ser mejores que el otro. Y de pronto, a pesar de todo, se dan cuenta de que no tienen lo principal: los veinte años o treinta años para disfrutar de todo lo que tienen.
Luego llega el inexorable viejazo.
Para pulsear esta etapa agraviante hacia nuestras vidas y oprobiosa para nuestros cuerpos, hay señales inequívocas.
Dicho de otro modo, hay múltiples formas para detectar si usted ha ingresado a esa edad en que tiene más pasado que futuro.
Vamos viendo:
– Ya no le molesta si otro maneja el auto.
– Ha resuelto consultar con un médico más joven (le cayó como patá en los kiwis lo que le dijo el anterior)
– Cuando se agacha o se arrodilla produce ruidos jamás antes escuchados.
– Cuando entra en una habitación se queda parado varios minutos tratando de recordar para qué fue ahí.
– Llamó a uno de sus hijos por el nombre del perro.
– Se afeita a un metro y medio del espejo.
Y por último, nos queda el consuelo de que envejecer es la única manera de vivir harto tiempo.
He dicho…




