“Avatar 3: Fuego y ceniza”
Por Guillermo Muñoz Mieres,
periodista
Estados Unidos, 2025
Director: James Cameron
Protagonistas: Sam Worthington, Zoe Saldaña, Stephen Lang, Oona Chaplin
En salas de cine de Punta Arenas y Natales
Hubo un tiempo en que los habitantes de un territorio debían esperar cerca de un año para ver la película que, se enteraban, era el éxito de taquilla en el mundo. Pero esto fue cambiando con el tiempo y la espera se convirtió en meses, semanas, días y hoy pueden ser horas.
Ese territorio es Magallanes y, como si fuera el planeta lunar Pandora de la saga Avatar del director James Cameron, se dio el lujo el pasado 17 de diciembre de un preestreno mundial de su tercera parte, “Avatar: Fuego y ceniza”, con salas repletas, versiones dobladas, subtituladas y hasta en 3D. Ni Pandora se lo hubiera imaginado.
Esta nueva entrega, tres años después de la última, retoma la historia semanas después de que concluía “Avatar: El camino del agua” (2022), con la familia del exmilitar convertido a Na’vi, Jake Sully, viviendo la pérdida de Neteyam, su hijo mayor, y un dolor que reparten su hijo Lo’ak y su esposa Neytiri, rodeados por la culpa de no haber hecho lo suficiente para salvarlo, y mientras Jake debe mantener la unidad familiar, aunque eso signifique tomar decisiones difíciles, lo que resume en una frase: “¡Esto es una familia, no una democracia!”.
Y la difícil decisión se refiere a Spider, un humano con alma de Na’vi por dentro, que Neytiri mira con desconfianza porque pertenece a la raza que, por historia, ha sido su enemiga y, más aún ahora, cuando algo tuvo que ver con la muerte de su hijo. Entonces deciden custodiarlo hasta la frontera con su mundo, pero, en medio del trayecto, son atacados por una tribu más “matona” que guerrera, liderada por Varang, violenta por donde se la mire, y que provoca la huida y división caótica del grupo familiar por la jungla de Pandora. Y de aquí en adelante, la trama de “Avatar: Fuego y ceniza” será la odisea de la familia Sully por sobrevivir y reencontrarse en cuerpo y alma.
Y lo que antes era un universo compartido entre el mundo de la raza humana y la dimensión paralela de los Na’vi, son estos últimos, paisaje virtual incluido, quienes copan casi todo el relato, porque allí está la gracia del asunto, en este universo caleidoscópico, repleto de colores, vegetación, mundo marino y algo de ilustración hiperrealista del cómic.
La trama es convencional, algo habitual en la saga, y que ya hemos visto desde el género de acción, bélico, y si es por hilar fino, el western, donde no faltan las explosiones, efectismos y “salvadas de la caballería” en la última hora. Entre medio, aparecen nuevos y viejos personajes, entre ellos el coronel Miles, transformado a Na’vi desde la segunda parte; los investigadores del programa científico RDA y las tribus marinas, lo que da cuenta de que la película cada vez más está hecha para sus fans y que, si alguien se queda atrás, puede perderse el barco. Algo difícil a estas alturas, porque para eso están las plataformas.
Por allí, quizás una reflexión sobre el uso ético de las armas para resolver los problemas, pero que, a medida que avanza la película, poco y nada aporta.
“Avatar: Fuego y ceniza” es quizás la más débil de la saga porque, a pesar de todo el despliegue y sus más de 3 horas, lo que muestra parece ya haber sido visto. Y aunque no aburre, tampoco sorprende.
En el final, irrumpe la voz rasposa de la cantante Miley Cyrus interpretando “Dream as One”, que compuso para la película vinculando la pérdida de su casa tras los incendios que azotaron a California en 2018 con el universo de Pandora y el subtítulo de esta tercera parte. Y esto sí que sorprende.




