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Las vivencias del escritor Eugenio Mimica como alumno en la Escuela de Springhill en homenaje a los 80 años del descubrimiento del petróleo en Magallanes

Martes 23 de Diciembre del 2025

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El nombre Springhill proviene del inglés Spring y tiene varias acepciones, entre ellas Manantial, fuente, primavera y de hill que significa Cerro, montaña, colina, cuesta, otero. De esta forma habría derivado los nombres de Manantiales y también la denominación de la comuna de Primavera. Manantiales, fue el lugar donde se descubrió el petróleo de características comerciales y donde se construyó la primera planta refinadora de hidrocarburos del país de Chile. En el sector Manantiales, se ubica por ello el primer pozo de petróleo descubierto en la isla Tierra del Fuego el día 29 de diciembre de 1945 (Hace 80 años). Allí brotó petróleo del pozo Manantial, al norte de la isla. Este hallazgo determinó la transformación principalmente del sector norte de la isla, sobre el que fueron construidos nuevos caminos, oleoductos, gasoductos, torres de perforación, población y plantas de almacenaje y elaboración. 

El oro negro magallánico se descubre a partir de la perforación del pozo petrolero N°1 ubicado en la arenisca de Springhill, ubicado en Cerro Manantiales, a veintiséis kilómetros al norte de Cerro Sombrero, capital de la comuna de Primavera en la provincia de Tierra del Fuego, Región de Magallanes, y a quince kilómetros de Bahía Azul, lugar donde arriba el transbordador que conecta por vía marítima a la comuna con el resto de la región, destaca en un medio de la estepa fueguina como un hito clave en la historia productiva del país. Primero fue el pozo en 1945 y luego el yacimiento Manantiales (1949) y en el tercer lugar, el campamento o pueblo de Manantiales (1950). Fue en el sector del Cerro Manantiales el primer lugar donde se fijaron las instalaciones para el alojamiento de sus habitantes y trabajadores a partir de 1945. En este territorio de explotación, el campamento de Manantiales incorpora equipamientos como la Escuela, posta de salud, cine, gimnasio, bowling, laboratorios, cooperativa, casino, parroquia católica, plazas y espacios de juegos hasta la construcción en un centro de vida urbano. 

Escuela de Springhill

Así nace la Escuela Pública de Springhill que se cubría desde la enseñanza parvularia hasta el sexto año de educación básica. Con sus abnegados profesores y sus atentos alumnos, uno de sus educandos destacados fue el escritor magallánico, miembro de la Academia Chilena de la Lengua, Eugenio René Mimica Barassi quien relatara sobre su educación primaria: “Mi infancia transcurrió entera en la isla de Tierra del Fuego, entre Porvenir, callado testigo de la fiebre aurífera de otrora y una estancia que administraba mi padre, enclavada en la pampa amarilla de Springhill, hacia el sector norte de dicha isla. Mis primeras experiencias escolares datan también de aquella época infantil en Tierra del Fuego. Contaba con cinco años y fui matriculado, asistiendo por un par de meses, al Kindergarten de una escuelita que comenzaba a funcionar en el Campamento Manantiales, de la Empresa Nacional del Petróleo. Distaba unos veinte kilómetros de nuestra estancia, por lo tanto me tenían que llevar hasta ella en camión. Después este hecho se convertiría en un verdadero privilegio. En dicha Escuela Rural aprendí mis primeras letras del silabario, mientras a través de la ventana una antorcha me distraía con sus rojas volutas que el viento apuraba en disipar. Algunos días correaba a los pavos, patos y gallinas a través de la pampa, en Springhill; cuando me perdía entre las siembras de la avena y las interminables melgas de papas; cuando convertía en tobogán a las parvas de pasto; cuando me embelesaba con los extraños vehículos y maquinarias de los sísmicos, aquellos gitanos del petróleo, o saltaba desde el envigado del galpón de esquila sobre vellones de lana, fibrosa y recién cortada. Por el tiempo de estos recuerdos, la mayor entretención y comunicación de la gente de campo con el resto del mundo y de los hombres era el radiorreceptor. El nuestro, un armatoste de madera barnizada que pregonaba sus chirridos desde una mesita de alta pata, apostada en un rincón de la amplia cocina. Debajo de esta mesa, dentro de un cajón pintado del mismo color que los muebles de la habitación, se agotaba mientras tanto el acumulador servía a la radio como fuente de energía. Afuera, en una caseta anexa a la casa, teníamos una segunda batería, cargándose por medio del molino de viento, conjunto de largas aspas y dínamo, dispuesto sobre dicha caseta. El sistema, en sí, funcionaba a las mil maravillas, siempre que hubiese viento. Pero bastaba un par de días de calma para que ambos acumuladores amenazaran con quedarse sin carga, y nosotros, sin radio. En esas ocasiones, su uso debía circunscribirse únicamente al horario de las noticias y al de los mensajes, servicio a la comunidad rural. No recuerdo otros días en que hayamos aguardado con tal ansiedad a que el viento despertara de sus eventuales descansos y se acercase rugiendo renovado, por entre los cañadones y vegas, dando vertiginoso movimiento a esas providenciales aspas. Mientras ello no sucediera, la música estaba vedada. Aunque la verdad, yo no alcanzaba a extrañarla. Por música tenía a los balidos melancólicos de las ovejas y corderos, como también al trino mañanero de jilgueros y gorriones, posados sobre las canaletas de las casas o en las endebles ramas de robles y pinos que mi madre, con manos futuras, había circundado nuestro hogar campesino”.

En tanto, en el pueblo de Springhill o Manantiales además de los servicios básicos (alcantarillado, agua potable, luz y espacios de ocio), el tema escolar con la escuela pública dependiente de la Empresa Nacional del Petróleo estaba resuelto para los niños y niñas, a las mujeres también se les incorporaba en esta educación formal. Se realizaban capacitaciones constantes a través de cursos como por ejemplo de tallado en madera, de telar, de tejidos, literarios, de fotografía, de teatro. Los niños y niñas lo pasaban estupendo tanto en el colegio como en su casa, porque no tenían miedo a nada. Era un paraíso. Salían, sacaban la bicicleta y la dejaban afuera de la casa con la puerta principal abierta o con su llave en la chapa. No se pensaba en robos o inseguridad. Desde el primer campamento petrolero fueguino y de su nacimiento el día 19 de junio de 1950 (Hace 75 años) la Empresa Nacional del Petróleo incurría en importantes esfuerzos para que sus trabajadores y trabajadoras pudieran sortear el aislamiento y las condiciones adversas climáticas propias de la zona sur austral del país chileno, ofreciendo una serie de dispositivos y actividades de educación, capacitación y esparcimiento en los cuales podían participar los funcionarios de la empresa estatal y todos los integrantes de su familia. La difusión de estas instancias también era un tema que la Empresa Nacional del Petróleo se hacía cargo a través de su boletín, denominado “Infórmese”, que circuló en los campamentos petroleros, entre sus habitantes y en todas las ciudades como pueblos de la Región de Magallanes. En el contenido se podía hallar información concerniente a la producción de petróleo y gas, cambios de autoridades de la petrolera nacional, beneficios habitacionales y educacionales destinados a los trabajadores, entre otros. 

Por otro lado, Manantiales en su primera década de vida logra posicionarse como un punto irremplazable dentro del proceso de producción y refinación de los hidrocarburos en la zona, contando primeramente con ser el punto de partida de esta gran hazaña, y después convertirse en la planta más importante desde su inicio en el año 1952. Tal como las flores se abren, desarrollan y prosperan en la estación de primavera, dejando un ambiente romántico y hermoso en el aire con un bello paisaje en jardines, campos y parques de la misma manera hace ocho décadas en la comuna de Primavera, brotan recursos energéticos que siguen beneficiando a los seres humanos del planeta tierra; no sólo en lo económico, sino en lo cultural y educativo. 

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