Necrológicas
  • – Manuel Humberto Paredes González

“Roteo”: deporte nacional de los fanáticos

Por Eduardo Pino Viernes 26 de Diciembre del 2025

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Han pasado varios años desde que en agosto del 2009 escribí mi primera columna en este espacio de opinión.  Se tituló “Patrones de fundo”, en directa alusión al entonces senador Fernando Flores que había maltratado de manera prepotente a un periodista de CNN en lo que, a su juicio, se justificaba en el deficiente desempeño del profesional. A la ya poca “cara de amigos” de Flores, se sumaron expresiones como “te fregaste conmigo, no te doy más una entrevista porque me preguntaste puras huevadas”. La alusión a los patrones de fundo se basaba en la prepotencia del poderoso ante el desventajado, ese al que no le es posible responder debido a las repercusiones correspondientes.

Hoy, después de las elecciones, he recordado esta columna al ver el “roteo” en las redes. El “roteo” sería el “arte” de tratar de “rotos” a los demás con una clara intención de maltrato, entendiendo que se le denomina “roto” a una tipología de persona que sería maleducada y presentaría modales groseros. Pero aquí se empieza desvirtuar, como en la aplicación de tantos conceptos en nuestra cultura, la intención de la expresión. El “patrón de fundo” no trata de “rotos” a los maleducados principalmente, pues más bien lo hace ante personas humildes que se encuentran en una clara situación de subordinación, descalificándolas cuando han dicho o hecho (e incluso a veces por su sola presencia) algo que no le parece bien al poderoso de turno. 

Por otra parte, son varios los orígenes de esta expresión: la más antigua se refiere a los esmirriados y harapientos sobrevivientes que lograron regresar al Perú después de la expedición de Almagro en 1536, debido a que fueron repelidos por los aborígenes que se encontraban en el que hoy es nuestro territorio. El mal estado en que lograron regresar fue tal, que peruanos y bolivianos lo adoptaron para referirse de manera despectiva a los chilenos que llegaban a sus tierras desde el sur. Pero también el origen del “roto chileno” hace mención a los hombres pobres que con gran valentía combatieron en la batalla de Yungay en 1839, por lo que cada 20 de enero se les recuerda con honores en el “Día del roto chileno”.

Pero con el tiempo el apelativo de “roto” se ha ido desvirtuando, con una clara desvalorización que busca descalificar de manera agresiva, burlesca y con una buena dosis de matonaje. Pero ya no resulta privativa de los poderosos como mencionábamos anteriormente, pues hoy en día cualquiera se siente con el derecho a “rotear” a los demás. Es como una mezcla de odio, rabia y resentimiento, en que la frustración de no lograr satisfechas las expectativas se vierte con una fuerte virulencia descalificadora ante los que piensan o actúan distinto. A veces se hace con matices que incluso recurren al sarcasmo, mientras que en otras la coprolalia refleja la pobredumbre de recursos cognitivos y lingüísticos en su limitado emisor.

Si bien el “roteo” se presenta en variados ámbitos de nuestra vida comunitaria, uno de los temas en que más lo observamos, tanto a nivel presencial o a través de las redes sociales y el mundo virtual, es el político. Los eventuales perdedores no se explican cómo los demás no opinaron, y por ende votaron, como ellos. El “roteo” que vemos en redes sociales va desde explicaciones en que se les atribuye no haber entendido lo que pasa en la realidad, caer en manipulaciones y falsas esperanzas, no valorar la historia o traicionar los verdaderos valores que deben defenderse a toda costa; hasta simplemente tratar de estúpidos a los demás. La impotencia les lleva al fanatismo maniqueo de dividir entre los propios y los ajenos, a vaticinar el apocalipsis e instalarse en la trinchera de la obstinación como principal fortaleza para defender lo que se cree correcto como dogma irreductible.

Estamos en tiempos especialmente sensibles respecto a nuestra estabilidad, donde, aunque parezca una majadera obviedad, el diálogo y la cooperación nos permitirá ir creciendo como nación con el fin de alcanzar la necesaria estabilidad para nuestro bienestar como ciudadanos. El “roteo” de descalificar groseramente a los demás, creyendo que se logra la propia superioridad moral cuando en realidad es una dinámica basada en limitaciones, traumas personales y una socialización virulenta; no sólo nos lleva al distanciamiento, ya que con el tiempo se va normalizando y elevando sus umbrales de violencia: donde al principio hubo insultos y descalificaciones, se pasó a la agresión física, escalando incluso a la aniquilación del contrario. La despersonalización, el uso del lenguaje violento, los apelativos y prejuicios sin fundamento, entre otros, se van repitiendo en la historia una y otra vez, con resultados terribles que a pesar de sus fatales consecuencias tienden a manipularse y proyectarse en el contrario en vez de reconocerse en el propio actuar.

Por eso, más allá si usted ganó o perdió pues los resultados son circunstanciales, la sugerencia es a no desgastarse en discusiones improductivas al detectar que su interlocutor, o incluso usted mismo, están incursionando en prácticas de “roteo”. Dejemos esta odiosa práctica para aquellos fanáticos cuya reflexión no alcance para conciliar ideas distintas, o en su defecto, respetar a los demás. 

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