Tres personajes, tres vidas, tres muertes (2ª parte).
El domingo recién pasado —con la reseña de Alberto Valdivia Palma (el “Cadáver” Valdivia)— iniciamos la evocación de tres personajes de la escena cultural y bohemia de la primera mitad del siglo XX. Vidas y muertes que nos sorprenden y estremecen hasta el día de hoy.
Carlos Faz y la Generación del 50.
El pintor chileno Carlos Edmundo Faz Camus nació en 1931 en Viña del Mar y murió en 1953, a los 22 años de edad, en New Orleans, Estados Unidos. Su madre murió en el parto de este, su sexto hijo; designio trágico: el cumpleaños coincidía con el aniversario de la partida de su madre. En su corta vida produjo más de 100 obras entre óleos, acuarelas, témperas y grabados; bien decía su amigo, el escritor Jorge Edwards, con quien compartía su amor por el jazz e incluso vieron a Louis Armstrong en 1957 en el Club de Jazz de Santiago: “Faz tomaba gin con gin. Era bueno para el trago, pero era riguroso: a veces pasaba 17 horas pintando”.
La ligazón de Edwards con Faz se dio al amparo de la Generación del 50, de corte existencialista, rupturista con los anteriores movimientos literarios de la escena local. Entre sus integrantes encontramos a José Manuel Vergara, José Donoso, Jaime Laso, María Elena Gertner, Margarita Aguirre, Enrique Lafourcade, Claudio Giaconi, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Efraín Barquero, Sergio Vodanovic, Egon Wolff, Jorge Díaz, Luis Alberto Heiremans, María Asunción Requena, Jorge Edwards, Guillermo Blanco, Alejandro Jodorowsky, Alberto Rubio, Miguel Arteche, Stella Díaz Varín y la pintora Carmen Silva.
En 1949 Carlos Faz se traslada a Santiago y frecuenta círculos intelectuales en los cuales alterna con los integrantes de la Generación del 50, cultivando amistad especialmente con Jorge Edwards, Alejandro Jodorowsky, Enrique Lihn y Carmen Silva. Se dice que el ideólogo del grupo fue Claudio Giaconi, en tanto el creador del concepto de “Generación del 50” habría sido Enrique Lafourcade, de los cuales recogemos referencias al talante bohemio del grupo y a Faz.
Giaconi, 1997:
“Antes de 1950, los nuevos escritores —algunos ya populares hoy día— eran aún seres anónimos. A falta de una ocupación más interesante, vivíamos entregados a una bohemia frenética y desesperada. Éramos un conjunto de jóvenes reunidos por el azar: el pintor Carlos Faz, muerto trágicamente a los 22 años; el poeta Enrique Lihn, el mismo Jodorowsky, hoy en Francia; Lafourcade; la pintora Carmen Silva —nuestra musa—; Jorge Edwards, María Eugenia Sanhueza, el poeta Alberto Rubio… Bebíamos en las fuentes de la filosofía sartreana, y aunque no adoptábamos las formas exteriores de un existencialismo de music hall, en privado dábamos pábulo a nuestras actitudes frente al medio social”.
Lafourcade, 1985:
“…a fines de 1949 o mediados de 1950. Carlos Faz pintaba, dibujaba, hacía grabados en cobre, en acero, en madera; miraba, leía libros de arte y se impregnaba de un cierto espíritu festival, entre angélico y demoníaco, de “los chicos del 50”, matando noche (“¡qué noches! ¡qué auras!”), con Jodorowsky, con Enrique Lihn, con Claudio Giaconi o con quien esto escribe, en bares, cafés: “Iris”, “Negro Bueno”, “La Guindalera”, “Indianápolis”, “Il Bosco”, en sitios de menor estofa. Se trataba no de descubrir la pintura, sino la vida”.
Faz tuvo una infancia y juventud difíciles; no obstante, a los quince años de edad inicia su obra, la cual hasta los dieciocho denotaba una gran influencia de los postimpresionistas franceses. En 1948 obtiene el tercer lugar en un concurso en Viña del Mar. Estudió Arquitectura un año en la Universidad Católica de Valparaíso, carrera que abandonó para ingresar a los Talleres de Expresión Plástica de la Escuela de Bellas Artes. A partir de ello, su obra muta al cubismo y luego recoge influencias de la pintura flamenca.
En 1952, gracias a la beca de la Fundación Henry L. and Grace Doherty, se traslada a Nueva York; allí arrienda un departamento en el barrio bohemio Greenwich Village y se inscribe en los cursos de grabado en la Universidad de Columbia.
Continuará…
En la imagen: Carlos Faz; El pescador, 1951. Óleo sobre tela, 75,5 x 55,5 cm.




