Premio Nobel de Literatura 2020 recae en la poeta estadounidense Louise Glück
Es la primera poeta que gana el galardón desde la polaca Wislawa Szymborska en 1996.
“Por su inconfundible voz poética, que, con una belleza austera, convierte en universal la existencia individual”. Con estas razones -y ante una audiencia de periodistas debidamente separados y protegidos con mascarillas- la Academia Sueca ha concedido el Premio Nobel de Literatura a la poeta neoyorquina Louise Glück, de 77 años. Es, junto a Olga Tokarczuk, Svetlana Alexiévich y Alice Munro, la cuarta mujer en una década en recibir el galardón (y la decimosexta de la historia del premio). También es -con Bob Dylan, Kazuo Ishiguro y la citada Munro- la cuarta premiada en esta década que escribe en inglés.
La austeridad y la autobiografía son los rasgos fundamentales de una autora que ha publicado 12 libros de poemas.
En unas declaraciones recogidas en la web del Premio Nobel, la escritora recordaba su impresión al recibir la noticia: “Lo primero que pensé fue: ‘Me voy a quedar sin amigos’. Porque muchos son escritores”, bromeó. Luego añadió que era un gran honor, aunque hay otros premiados a los que no admira. Más tarde pensó en los que sí y, finalmente, concluyó que podrá pagar la casa que quiere comprarse en Vermont. Pero, sobre todo, dijo, le preocupa preservar su vida y su rutina con la gente a la que quiere. Cuando el entrevistador le ha pedido que comente la relación en su obra entre experiencia vital y escritura, la autora se ha excusado con un “ése un tema demasiado grande y aquí es muy temprano por la mañana, apenas son las 7”.
Profesora en la Universidad de Yale y Poeta Laureada de los Estados Unidos en 2003, Louise Glück atesora todos los premios posibles en su país: del Pulitzer por “El iris salvaje” (1992) al National Book Award por Faithful and Virtuous Night (2014). En febrero pasado, además, ya fue galardonada en Estocolmo con el Premio Tranströmer, promovido en memoria del último Nobel sueco, fallecido en 2015.
La vejez está siendo benévola con Glück, algo que no puede decirse de su juventud, marcada por el enfrentamiento con su madre, desgarro que dio lugar a algunos de sus poemas más emocionantes y lúcidos.
Nieta de judíos húngaros emigrados a Estados Unidos, la nueva Nobel de Literatura se crió en una casa de Long Island en la que aprendía mitología griega y leía episodios de la Biblia (su hijo se llama Noé) mientras fabricaba a mano los libros que ella misma escribía e ilustraba. “Siempre supe que quería escribir”, declaró en una entrevista en 2012, el año en que se publicó su poesía reunida.
Para Glück la escritura es una “venganza contra las circunstancias”. En sus primeros años, concretamente contra el acoso escolar y el asfixiante dominio materno. Sin embargo, antes que la escritura, su venganza tuvo una forma menos amable: la anorexia. “Necesitaba quitarme a mi madre de encima”, afirmaba en la misma entrevista.
Si el mundo grecolatino la ayudó a encontrar imágenes universales para sus sentimientos, el psicoanálisis le enseñó a pensar y a encontrar el yo que tanto necesitaba. El trauma, el desencanto, el desamor y la desilusión son los grandes motores de una obra sencilla y clara que no prescinde del sentido del humor. “Me convertí en una criminal al enamorarme. / Antes de eso era camarera”, escribe en “Sirena”. “No quería irme a Chicago contigo. / Quería casarme contigo, quería / que tu mujer sufriera. / Quería que su vida fuera como una obra de teatro / en la que todas las escenas son tristes. / ¿Piensa así / una buena persona?”.
A pesar de que sus versos tienen en muchas ocasiones un hilo narrativo, Louise Glück, que también ha cultivado el ensayo, nunca ha querido escribir ficción.
Fue en los ‘80 la década en la que Glück daría con la inconfundible voz que le ha valido el galardón más prestigioso de las letras universales. En 1985 ganó el Premio de la Crítica con “El triunfo de Aquiles” y cinco años más tarde publicó “Ararat”, muy celebrado a posteriori pero cuya recepción la autora recuerda con una frase rotunda: ni una sola reseña. En 1992 se llevó el Pulitzer con “El iris salvaje”, 1996 sería el año de “Praderas” -que tiene algo de Odisea homérica de andar por casa- y en 1999 cerró dos décadas prodigiosas con” Vita Nova”.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 dieron lugar a un libro de un sólo poema -“October” (2004)-, al que siguió, en 2006, “Averno”, en el que vuelve a aparecer otro mito clásico: Perséfone, la reina de los muertos. “Una vida de pueblo” (2009) y “Faithful and Virtuous Night” (2014) cierran por ahora una obra escrita, como dice su autora, contra el dolor y contra la pérdida: “Si consigues hacer algo con ellos, nunca volverán a vencerte”. En el primer verso de su libro más famoso, “El iris salvaje”, lo dice así: “Al final del sufrimiento / me esperaba una puerta. / Escúchame: a eso que tú llamas muerte / yo lo recuerdo”. Hoy, también al final, le esperaba la puerta del Premio Nobel.