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Dudas y esperanzas tras el plebiscito

Por Abraham Santibáñez Sábado 31 de Octubre del 2020

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¿Qué pasó el domingo 25 de octubre, día del plebiscito?

Las respuestas han sido muchas. La mayoría confirma la esperanza de que vamos por el mejor camino posible para Chile, sabiendo que no está exento de riesgos. Pero ha habido algunas destempladas reacciones que demuestran pobreza argumental, falta de sensibilidad y una preocupante incomprensión de lo ocurrido.

En la mitad medio llena de nuestro vaso del futuro, hay que incluir algunas señales de cambio como la decisión del Poder Judicial respecto de los llamados guetos verticales. La Corte Suprema confirmó el fallo de la Corte de Apelaciones que invalidó el permiso de edificación otorgado a la inmobiliaria Dalmacia. En este caso, como en muchos otros, se estaba privilegiando brutalmente el lucro por encima de la comodidad y seguridad de un conjunto de moradores obligados de hecho a vivir hacinados en condiciones inhumanas.

Lamentablemente, en la parte medio vacía del vaso está la chocante decisión del servicio de Impuestos Internos de considerar como gastos los honorarios de los abogados defensores en el caso Penta. En otras palabras, no corresponde pagar impuestos por la muy alta suma cobrada: 1.400 millones de pesos.

Poco antes, en otra discutible decisión, se rebajó considerablemente la multa a SQM. Aunque, a comienzos de octubre, la Corte Suprema ratificó por 5 a 0 la existencia de gravísimas infracciones por las que el principal accionista de SQM fue sancionado hace seis años. Julio Ponce, como accionista y presidente de SQM y las sociedades cascadas, infringió las leyes de valores y sociedades anónimas. Por ello, inicialmente fue sancionado por la Superintendencia con una multa de 62 millones de dólares.

La Corte, por 3 votos a 2, redujo la sanción a menos de tres millones de dólares.

Es, una vez más la sensación de que la elite empresarial, la misma que vive en tres comunas del barrio alto de Santiago, goza de privilegios que nadie más tiene en Chile. No son, por cierto, todos los habitantes de Vitacura, Barnechea o Las Condes, pero, con su mayoritario voto de rechazo, simbolizaron cabalmente el fraccionamiento de nuestra convivencia social. Es el Chile que menosprecia a los pobres, a los que carecen de educación y buena atención en salud, que viven en viviendas precarias y son los primeros en quedar sin trabajo en cualquier emergencia.

Los casos de Penta y SQM parecen confirmar la mirada soberbia y despectiva de quienes están atrincherados en los contrafuertes cordilleranos. Contra esa cruda ceguera y falta de sensibilidad se rebeló Chile en octubre del año pasado. No fueron los chavistas ni los castristas quienes desataron el estallido. Los responsables, en rigor, fueron chilenos que han vivido por años apegados a sus privilegios, temerosos de cualquier cambio importante en su modo de vida, carentes de solidaridad y generosidad. Y el modelo económico, político y social que nos dejó en herencia la dictadura es lo que se quiere cambiar.

El plebiscito abrió la puerta para hacerlo de manera institucional. Pero debemos entender que necesitamos ingredientes de humanidad básica para el éxito del proceso constitucional que estamos iniciando. Para todos, como decía Neruda,  el mensaje es de “ardiente paciencia” porque, contra lo que decía la propaganda engañosa, nadie puede esperar milagros.