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Releer la historia

Por Marcos Buvinic Domingo 15 de Noviembre del 2020

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La conmemoración de los 500 años de la navegación de Hernando de Magallanes para encontrar el Estrecho, es decir, el paso hacia las tierras de Oriente productoras de las especias (pimienta, nuez moscada, clavo de olor, etc.) que, en ese tiempo, en Europa valían más que el oro, ha sido una buena ocasión para que muchas personas se enteren más de nuestra historia y de la importancia globalizadora que tuvo esa navegación que, por primera vez, hizo posible que el ser humano diera la vuelta a nuestro planeta, poniendo en contacto a pueblos distantes y diversos.

Pero, también para muchas personas, este encuentro con la historia ha estado lleno de novedades que contrastan con la historia que les habían contado. Sin duda, para los especialistas en historia, así como para los conocedores de ella, no ha habido grandes novedades en los datos de los acontecimientos. Sin embargo, para quienes tienen una información histórica fruto de la divulgación que hace el sistema escolar, y de lo que escuchan por aquí y por allá, volver a mirar la historia hace que ésta aparezca llena de sorpresas. En mi caso, no soy ningún experto en historia, pero desde hace tiempo me doy cuenta de la necesidad de releerla, para que nuestra mirada al pasado quede bien enfocada en la comprensión de nuestro presente y pueda orientar nuestro futuro.

Por ejemplo, por generaciones aprendimos en la escuela que Diego de Almagro y su expedición venida desde Perú habían “descubierto” Chile en 1536. Pero lo cierto es decir que Almagro no descubrió nada, pues las tierras del norte de Chile y de Chile central ya habían sido “descubiertas” por los pueblos originarios que las habitaban, como también porque Almagro siguió la ruta de los incas que desde hacía bastantes años extendían sus dominios hasta el río Maule. Lo que sí ocurrió en esa ocasión fue que esas tierras chilenas fueron incorporadas al conocimiento y dominio del mundo europeo.

Sorprendente para muchos ha sido tomar conciencia, que la hazaña de Magallanes de encontrar el Estrecho y dar a estas tierras los nombres que nos identifican hasta hoy (Patagonia, Tierra del Fuego, Magallanes y muchos otros), ocurrió en 1520, es decir, 16 años antes de la llegada de Diego de Almagro a Chile central. Estos son ejemplos que muestran cómo hemos sido ilustrados en una lectura de los acontecimientos hecha desde la cultura europea y, también, desde el centralismo de la capital chilena.

Lo trágico de la historia que nos han contado es que quienes llegaron desde el mundo europeo a estas tierras se consideraban a sí mismos como “civilizados” y a los nativos se les consideraba “salvajes”, a los que había que “civilizar”. Es decir, es una lectura de la historia hecha desde el desconocimiento y desprecio de las culturas de los pueblos originarios y de la civilización que habían desarrollado para vivir en estas tierras. El episodio del intento de colonización española en el Estrecho, en 1584, en lo que hoy conocemos como Puerto del Hambre, donde alrededor de 300 colonos españoles murieron de hambre y frío porque su civilización no les daba los conocimientos para vivir en estas tierras australes, es una muestra clara de que los “salvajes” que habitaban en estas tierras habían desarrollado una cultura y civilización que les proveía de las técnicas y conocimientos para vivir durante miles de años en la Patagonia y Tierra del Fuego, en armonía con una naturaleza agreste y maravillosa.

Los ejemplos -que podrían multiplicarse- muestran la necesidad de releer la historia desde otra perspectiva, que no sea ni europea ni desde el centralismo chileno que posterga o ningunea a las regiones. No se trata de despreciar a nadie ni de opacar los esfuerzos de unos o de otros, sino de leer con sentido crítico la historia que se nos ha contado para poner las cosas en su lugar a fin de comprender mejor lo sucedido, y así entender mejor nuestro presente y escudriñar las posibilidades del futuro. Es una importante y noble tarea de los historiadores y, sobre todo, de los profesores que narran la historia en el sistema escolar, pues allí se nutre la información histórica de la mayoría de las personas.

Ahora que vivimos el proceso de elaboración de una nueva Constitución, es muy necesaria la tarea de releer la historia que nos han contado, a fin de que caigan los mitos que frecuentemente determinan modos de ser, de actuar y de relacionarnos, modos de exclusión y de ninguneo, de subordinación de unos -o de unas- y privilegios de otros; narraciones que transforman a villanos en héroes y a sinvergüenzas en benefactores; pues, la historia que nos han contado es sólo una lectura de lo sucedido y, ciertamente, hay otras lecturas que nos pueden ayudar a comprender mejor lo que somos y a buscar lo que queremos ser como país.

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