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Las heridas invisibles

Por Marcos Buvinic Domingo 22 de Noviembre del 2020

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Las complejas situaciones que estamos viviendo van dejando muchos heridos en el camino. En esta crisis sanitaria hay heridos y heridas que son evidentes: los que han fallecido, los que han perdido a seres queridos, los que han perdido su trabajo o las posibilidades de ejercer sus oficios independientes, los que no han podido continuar sus estudios o que estudian sintiendo que no aprenden nada, los que nos han podido hacer sus prácticas, etc. Una larga lista de heridos por las consecuencias sanitarias y económicas de la pandemia.

La semana pasada me llamó la atención la publicación de los resultados de una encuesta realizada por el Instituto de Estudios para la Familia de la Universidad San Sebastián, en el contexto de una investigación titulada “Tiempos de pandemia: una mirada a la familia chilena”.   

La encuesta fue realizada entre el 11 de septiembre al 4 de octubre, y reveló la percepción que tienen los encuestados sobre su estado de salud mental y la necesidad de apoyo espiritual durante este tiempo de crisis sanitaria. El 51% de las personas señala que piensan que necesitan o que necesitarán a futuro atenciones en salud mental, mientras que el 35% considera que necesitan o necesitarán apoyo espiritual o de comunidades religiosas.

Detrás de este resultado de la encuesta, realizada a 1.787 personas a lo largo del país, todas mayores de 18 años, aparecen las heridas invisibles de la pandemia: la soledad, el cambio de las rutinas y los problemas del confinamiento que abren las puertas a diversos problemas de nuestra salud mental: inseguridad, agobio, angustia, ansiedad, depresión, aumento de la violencia doméstica. Son las heridas invisibles de la crisis de la pandemia, cuyos efectos se viven y se perciben en la soledad de cada persona o al interior de los hogares.

Hace unos días leía a un destacado profesional de la salud mental, el médico siquiatra Juan Pablo Jiménez, quien dice que en nuestro país “el efecto de la pandemia sobre la salud mental es, al menos el doble mayor que el efecto del terremoto de 2010”.

Estas heridas invisibles son la manifestación de la triple crisis que atravesamos: la crisis social, la crisis sanitaria y la crisis económica, las cuales interactúan potenciando sus efectos en nuestra salud mental. Situación que, por cierto, se ve agravada en los contextos de pobreza, hacinamiento y vulnerabilidad.

La buena noticia en medio de estas heridas invisibles es que más de la mitad de los encuestados se dan cuenta que necesitan o van a necesitar ayuda sicológica, y que un tercio de los encuestados se dan cuenta que necesitan ayuda espiritual de sus iglesias o comunidades religiosas. Ese “darse cuenta” es, sin duda, un buen comienzo para enfrentar las heridas invisibles en la salud mental.

En la misma encuesta, al ser consultados por la forma en la que han enfrentado la pandemia y el aislamiento, las respuestas muestran que la búsqueda de apoyo se orienta hacia los círculos cercanos de familia, parientes y amigos, y hacia el ámbito espiritual, más que hacia instituciones oficiales: el 51% declara compartir las dificultades con sus parientes y amigos, también el 51% menciona que lo sobrelleva participando en actividades de su iglesia, y el 78% dice que teniendo fe en Dios.

Sin duda que las heridas invisibles de los heridos en el camino, son una ocasión para que nos hagamos más conscientes de la riqueza que nos aporta la relación familiar, el don de la amistad, el tesoro del don de la fe en Dios y del apoyo espiritual que es la vinculación con las iglesias o comunidades religiosas.

En medio de la prolongada cuarentena que seguimos viviendo en Punta Arenas, todo esto es una llamada para que cada uno podamos ver nuestro estado de salud mental, reconocer nuestra necesidad de apoyo o ayuda, buscarla en nuestros círculos familiares, de amistad o de participación eclesial. Pero, también es un llamado a que las autoridades examinen los próximos pasos a dar, pues la salud mental es tan importante y necesaria como la salud física o las dificultades económicas.