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El descubrimiento de la vida en los bosques en miniatura, plantas y líquenes bajo la lupa

Martes 24 de Noviembre del 2020

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Es una experiencia que acumula dos décadas, coronada por el trabajo de cooperación a través del Programa de Conservación Biocultural Subantártica que mantienen la Universidad de Magallanes, el Instituto de Ecología y Biodiversidad, la Universidad de North Texas y la Fundación Omora y que ha sido reconocida por la Fundación Imagen de Chile al otorgarle el Premio a la Innovación y Exloración “Ecoturismo con lupa” en el cabo de Hornos: Laboratorio natural, desarrollándose en el Parque Omora.

El ecólogo y filósofo Ricardo Rozzi, académico de las universidades de Magallanes y North Texas y director del IEB, recuerda que -así como ocurrió a fines de los años 60 en Chile con la astronomía, al instalarse el observatorio Tololo, que abrió un camino y situó a nuestro país en un liderazgo en la astronomía mundial- en cabo de Hornos, en el extremo sur de Chile, se impulsó a través del Parque Omora el ecoturismo con lupa que permite mirar hacia adentro, es decir, hacia el planeta Tierra con una mirada desde el sur hasta los pequeños organismos.

En el cabo de Hornos habitan miríadas de líquenes, musgos, pequeñas algas, multitud de insectos dulceacuícolas en las aguas más limpias del planeta, y en conjunto contribuyen a la sustentabilidad planetaria.

“Esta mirada del microcosmos, que parte con la biósfera, atmósfera, geósfera, hasta los pequeños seres, mucho más relevante ahora con el Covid-19, que nos muestra cómo un pequeño virus pone en jaque a la sociedad. Esto nos hace resaltar el valor de la lupa al amplificar la mirada y orientarnos a cómo valorar, comprender a la biósfera como un todo y cómo también considerar en esta mirada a los pequeños organismos que ‘silenciosa o invisiblemente’ tienen una incidencia”, resume el académico.

Cada año preescolares, estudiantes, autoridades, turistas, familias e investigadores nacionales e internacionales disfrutan de la experiencia del ecoturismo con lupa. Durante una mañana o una tarde recorren el parque y tienen un encuentro único, mágico y pleno con la naturaleza , incluyendo seres vivos diminutos. Los visitantes se transforman en co-habitantes con esas plantas en miniatura, bosques pequeños que van conociendo en esta re-conexión en la latitud más austral del continente americano a orillas del canal Beagle.

Quienes han llegado allí se van con el recuerdo de haber vivido un turismo pausado, no marcado con la prisa del tiempo como ocurre con otro tipo de circuitos turísticos donde los visitantes recorren en grupos con pocos espacios para detenerse y quedarse un buen momento contemplando la naturaleza.

Así el ecoturismo con lupa ofrece la gran ventaja de impactar áreas muy pequeñas desde el plano de la sustentabilidad ambiental: un par de hectáreas son suficientes para descubrir centenares de especies, formas de crecimiento y “microsistemas”. El ecoturismo con lupa diversifica y fortalece la oferta del turismo en Magallanes y puede desarrollarse durante todo el año. Hay bajo impacto ambiental, prolonga el tiempo de estadía del turista en un ambiente propio de la región subantártica. Así se refuerza la identidad regional al poner atención y apreciar su singular flora derivada de su carácter subpolar.

“En el acto de indagar la micro-biodiversidad, la calma para observar lo pequeño conlleva también una atención para observarnos a nosotros mismos, con nuestra respiración, emociones y asombro –sostiene Rozzi-. Se alcanza así un propósito esencial del ecoturismo, una experiencia educativa que otorga un alto valor estético y ético a la naturaleza. Lupa en mano los visitantes descubren, disfrutan y aprecian el valor de organismos que antes pasaban desapercibidos y muchos de ellos fueron descubiertos hace sólo dos décadas para la ciencia y la cultura cuando se impulsó esta innovadora iniciativa de turismo de intereses especiales en el Parque Omora en Puerto Williams”, recalca el filósofo y ecólogo.

El primer encuentro del investigador Rozzi con las plantas y musgos en miniatura fue por un infortunado accidente que sufrió en marzo de 2000 al caer a un pantano mientras acompañaba a una expedición por las islas del cabo de Hornos. Buscaban musgos que podrían crecer sobre huesos de ballenas varadas en las playas o en los bordes de las turberas.

“Caí en una turbera pantanosa y empecé a hundirme –describe Ricardo Rozzi-. Estaba seguro que esa sería una muerte natural tranquila. Mientras me hundía observé la asombrosa diversidad de musgos que crecía en torno a la laguna del pantano y pensé: Si yo soy biólogo y no conozco esta diversidad de plantas ¿que podríamos esperar de los educadores y tomadores de decisiones ambientales en Chile?. Años antes había participado en las comisiones de identificación de sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad en Chile y Latinoamérica, basados sólo en especies de vertebrados y grandes árboles y otras plantas vasculares. Bajo ese esquema, la ecorregión subantártica de Magallanes quedaba clasificada como desconocida y de baja prioridad para la conservación de la biodiversidad”.

Después de ese episodio comenzó una vertiginosa serie de expediciones a cada una de las islas del cabo de Hornos realizando  inventarios florísticos sobre briófitas  que inició con los biólogos Bernard Goffinet y Williams Buck. Así descubrieron que la ecorregión subantártica de Magallanes es un centro de diversidad de musgos y hepáticas a nivel mundial. En menos de 0,01% de la superficie terrestre del planeta hallaron más del 5% de las especies briófitas descritas a nivel mundial. Incluso en esta región está la mayor diversidad de especies de musgos y hepáticas registradas en todo Chile.