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De pavos, indultos y mascarillas

Por Abraham Santibáñez Sábado 12 de Diciembre del 2020

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Una cosa es segura: a Donald Trump nunca le falta creatividad. Después de casi dos meses en que se ha resistido a reconocer su derrota, todavía sigue inventando recursos cuando ya todos parecen agotados. Tras una seguidilla -siempre legales- de perdones presidenciales para favorecer a sus cercanos, ahora estaría pensando en dejar anticipadamente la Presidencia. En ese caso, asumiría brevemente el Vicepresidente Mike Pence quien debería cerrar el gobierno y -lo más importante- podría otorgarle a Trump el perdón por los cargos federales que enfrenta y que no se puede entregar a sí mismo.

Ante esta posibilidad, que no parece tan descabellada en la perspectiva histórica de Estados Unidos, reaccionó la procuradora general de Nueva York, Letitia James. Según ella, si Trump recibe un indulto de este tipo a nivel federal, no quedaría exento de enfrentar cargos por delitos en el estado de Nueva York.

Es lo que se llama propiamente “una noticia en desarrollo”. Pero hay más. Allá, acá y en casi todas partes.

Dos periodistas de The New York Times han recordado que en noviembre de 2018, en el vocabulario de Donald Trump existían la expresión “comicios justos”. El tema no era él, sino dos pavos puestos a competir por el “perdón” presidencial antes de la tradicional cena del Día Acción de Gracias. Según una costumbre bastante insólita, en la Casa Blanca se debate públicamente la suerte del protagonista del plato principal, precisamente un pavo. Hace dos años, la decisión se tomó por Internet.

Pero el pavo perdedor de los comicios, según el propio Trump, “no quiso reconocer su derrota (y) exigió un recuento de votos”. En ese momento, consignó la información del diario, “la multitud estalló en risas, y Trump sonrió un poco”.

Este año, en cambio, no hubo sonrisas. Algunos íntimos han confidenciado que Trump ha empezado finalmente a asumir su derrota.

Como fuere, detrás de esta mezcla desconcertante de mal manejo del Covid-19 y los patéticos esfuerzos por ganar la elección por secretaría, crece el temor de una crisis de la idea de la democracia. Para los griegos era un buen sistema, aunque consagraba la esclavitud. Siglos después, Winston Churchill la definió como el menos malo de los regímenes de gobierno.

Lo de ahora es un fenómeno nuevo. La revolución tecnológica, Internet y las redes sociales, permiten que cada persona, desafíe impunemente al mundo entero y sus instituciones y en definitiva ponga en peligro la subsistencia misma de la democracia.

Hasta cierto punto ya está ocurriendo en Chile donde una generación joven, que recién se asoma a las ligas mayores de la política, postula que solamente quienes están libres de todo pecado pueden aspirar a la construcción de un mundo nuevo. Es -según estos fundamentalistas que antes se llamaban maximalistas- el dictamen de la mayoría luego del estallido social, habiendo sido refrendado por el 80 por ciento en el plebiscito. No hablemos de su manifiesto desprecio por los “ancianos con pañales”, la condena del proceso ejemplar del término de la dictadura, la torpe incitación a “saltarse los torniquetes”, las celebraciones clandestinas en cuarentena o -suprema irresponsabilidad- el rechazo al uso de las mascarillas.

Es el populismo en su peor expresión, convertido en pandemia.

Hasta ahora, no tenemos vacuna.