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Este vuelo aún no ha terminado para nosotros”, dijo madre de estudiante de la Umag que viajaba en el fatídico vuelo del Hércules C-130

Domingo 13 de Diciembre del 2020

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– “Recuerdo que Ignacio estaba feliz con el viaje, muy contento y jamás imaginamos lo que sucedería. ¿Quién podría hacerlo?
El estaba tranquilo y se fue confiado. Todo iba bien, pero lamentablemente sucedió esta tragedia”.

La pérdida de un hijo es una herida en el alma imposible de sanar. Los padres del brillante estudiante de ingeniería química de la Universidad de Magallanes, Ignacio Alfredo Parada Gálvez, de 24 años de edad, bien lo saben.

Quiso el destino que fuera uno de los 38 pasajeros que el 9 de diciembre de 2019 embarcaron en el avión Hércules C-130 de la Fuerza Aérea de Chile, vuelo que nunca llegó a destino.

Viajaba a la Base Eduardo Frei en la Antártica con propósitos académicos. Era una práctica profesional que cumpliría gracias a una alianza entre la principal casa de estudios y la Fuerza Aérea. LEl objetivo era realizar estudios químicos sobre el tratamiento de aguas de la Base Frei en la Antártica para un proyecto ingenieril que más tarde se iba a convertir en su tesis”, informó en su momento la Umag.

Anteriormente, el primer semestre de 2019, había ido a estudiar a España gracias a una beca. Ahí aprovechó de recorrer y conocer varios países. Por eso, lo que era un viaje corto y a un lugar medianamente cercano, que terminara en tragedia fue un golpe durísimo para los padres de Ignacio.

Después de un año pudimos conversar con la madre del malogrado estudiante, Lorena Gálvez Andrade. Y aunque el tiempo transcurrido es ínfimo frente a la envergadura de la pérdida, nos compartió su testimonio de lo que han sido para ella y su marido (Luis Parada Osorio) estos últimos 365 días del año. Sin duda los peores de su vida.

Una tragedia

“Recuerdo que Ignacio estaba feliz con el viaje, muy contento y jamás imaginamos lo que sucedería. ¿Quién podría hacerlo? El estaba tranquilo y se fue confiado. Todo iba bien, pero lamentablemente sucedió esta tragedia”.

Ese 9 de diciembre de 2019 era lunes. Un día laboral y por eso tanto Lorena como el esposo salieron a trabajar. Cerca del mediodía Ignacio la llamó para preguntarle si iría a almorzar a la casa, quería verla antes de viajar, porque habían muchas posibilidades de que lo embarcaran en el Hércules que esa tarde volaba al continente blanco.

Como estos no son vuelos comerciales, siempre están condicionados a varios factores, entre ellos la disponibilidad de espacio y el clima. Por eso generalmente las confirmaciones de salida son de un rato para otro.

“Parece que me voy”, le comentó a la mamá. Así que decidieron ir a la casa para estar con él. Porque más que una rutina el almuerzo era una suerte de ritual entre los “inseparables”, como les decían a los tres. Padre, madre e hijo eran uno solo.

“Estábamos con él cuando lo llamaron para confirmarle que viajaba en la tarde, así que buscó su mochila y empezó a preparar la ropa porque él volvía al otro día”.

“Recuerdo que la única preocupación que tenía, y que se lo mencioné, fue que había mucho viento, porque soplaba muy fuerte. Entonces me respondió: ‘Mamá, igual tengo que ir a la base aérea, pero si suspenden el viaje te aviso’. Le pedí, de ser así, que llamara a su papá para que lo fuera a buscar”

El último contacto

Sin imaginar que esta sería la última vez que vería con vida a su hijo, Lorena admite que el factor climático la dejó preocupada ese día.

“A las dos de la tarde lo fuimos a dejar a la Base Aérea Chabunco. Nos despedimos y, como a las cuatro, nos llamó para decirnos que estaba embarcado y que se iba. Este era su segundo viaje, porque el 18 de noviembre había estado en la Antártica”.

Lorena volvió a casa del trabajo como a las cinco de la tarde y, por esa intuición de madre, empezó a sospechar que algo no andaba bien. Llamaba a Ignacio y nada. “Hasta que a las once de la noche llegó a nuestra casa un profesor de la Umag, acompañado de la madre de la polola de mi hijo, a decirnos que el avión de Ignacio estaba desaparecido. Ahí, en ese momento, entré en shock, así que llamé a mis padres y hermanos y nos fuimos todos a la base aérea y de ahí volvimos hasta el otro día”.

“Era nuestro
compañero”

A un año Lorena confiesa que lo más complicado para ellos es no tener al hijo a su lado. La ausencia física es desgarradora.

“El era nuestro compañero de vida. Los tres andábamos siempre para todos lados y de repente nos encontramos los dos solos con mi esposo. Es prácticamente aprender a vivir de nuevo. Éramos una mesa de tres patas, que funcionaba sincronizadamente, y ahora quedó coja. Hemos tenido que aprender a caminar de esa manera y es muy doloroso”.

“Ha sido un año tremendamente difícil porque extrañamos demasiado a Ignacio, sumado al encierro por la cuarentena. Estar en la casa, los dos solos, junto a los recuerdos del hijo cuesta mucho. Porque su dormitorio, por ejemplo, está intacto, como cuando volvía de la universidad. Todo igual, incluso el último ejercicio que resolvió en la pizarra.

“Sabemos que nuestras vidas serán así de ahora en adelante. Tenemos que aprender con mi esposo a caminar solos y apoyarnos mutuamente. Nos caemos y nos levantamos. Hay días buenos y otros muy malos”.

Hijo único

Ignacio era hijo único. Y costó mucho para que llegara a este mundo. “Fue deseado, amado y muy buscado porque pasaron varios años para que pudiera quedar embarazada. Por eso él era todo para nosotros y este dolor nos acompañará hasta que nos toque partir”, comentó Lorena.

Por eso este año ha sido tremendamente difícil para ellos, de mucha tristeza.

Querella

Confía plenamente en la investigación del fiscal Eugenio Campos Lucero, que hace dos semanas los citó a la oficina. En el encuentro les informó del trabajo realizado hasta ahora. “A pesar de la pandemia vemos que se ha avanzado, y bastante. Eso nos da tranquilidad y entrega esperanzas de que podremos saber, al final de este largo camino, qué sucedió y por qué no llegó a destino. Porque para nosotros este vuelo aún no ha terminado”.

Pero viven con la esperanza de que en algún momento podrán saber lo que realmente sucedió con ese avión que se perdió en el mar de Drake, a más de 3.500 metros de profundidad.

“Sabemos que nadie nos devolverá a Ignacio, pero sí podremos tener un poco de paz en nuestros corazones cuando sepamos lo que sucedió y por qué. El merecía seguir viviendo, tenía todo un futuro por delante”.

En los próximos días acudirán a tribunales a interponer una querella criminal, como ha sucedido con otras 34 familias, de la mano del abogado Alfredo Morgado.