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“Patagonia express” Luis Sepúlveda (3ª parte: Bruce Chatwin)

Por Marino Muñoz Aguero Domingo 20 de Diciembre del 2020

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Bruce Chatwin (1940-1989) inició su periplo en Buenos Aires y de ahí fue “bajando” por la Geografía. De las localidades más cercanas a nosotros, visitó en el lado argentino: San Julián, Puerto Santa Cruz, Río Gallegos, Río Grande y Ushuaia, y en el sector chileno; Puerto Williams, Porvenir, Punta Arenas y Puerto Natales. El resultado fue “En la Patagonia” publicado en 1977 (primera tirada en español, 1987). Disponemos de la versión lanzada por Ediciones Península en 2007; en su contraportada, una cita de Salman Rushdie: “Bruce Chatwin es la mente más erudita y la más brillante que he conocido”.

La inquietud del inglés por la Patagonia nació de ese trozo de piel con pelo rojizo que desde niño observaba en la casa de su abuela (prima del capitán Charles Milward). Una vez en conocimiento que era del Milodón, se prometió que iría (vendría) a buscar otro fragmento.

En 1997 el abogado y escritor argentino Adrián Giménez Hutton recorrió la ruta, estuvo en los mismos lugares y buscó a la gente que entrevistó o conoció al anglosajón. En 1999 publicó “La Patagonia de Chatwin” (Ed. Sudamericana). Un simple repaso del texto citado deja al descubierto las desprolijidades del inglés.

Giménez entrevistó a dos historiadores (a los que también visitó Chatwin en los ’70) que, desde miradas historiográficas y filosóficas disímiles, han hecho de la Patagonia el principal objeto de sus investigaciones. Nuestro Premio Nacional de Historia, Mateo Martinic expresa respecto del libro: “No me agrada. Hay cantidad de apreciaciones subjetivas y exageradas. Abunda en juicios sarcásticos. Se hace eco de cuentos o dichos de dudosa verosimilitud. Su lectura no me dejó una sensación grata”. En relación al autor señala: “De él me quedó la impresión de ser un escritor con mucho de periodista que buscaba lo sensacional en los temas por los que manifestaba interés” (pág. 177).   

El historiador argentino Osvaldo Bayer (1927-2018), es tajante: “Chatwin es un absoluto analfabeto histórico…” (pág. 137). En 1998 Bayer publicó “Bruce Chatwin: Un gentleman entre chilotes” (Ed. Volcánicas) lamentando, eso sí, no haberlo escrito cuando éste vivía: “El prototipo de europeo al pisar tierra colonial. Pero no como un Francisco Pizarro criador de cerdos y bestia cristiana. No, todo un gentleman. Guantes blancos, sonrisa, simpatía, sangre fría” (págs. 7 y 8). Más adelante, relata un segundo encuentro que tuvo con Chatwin, esta vez en París y donde le reprocha el aprovechamiento de las investigaciones de autores regionales, haciendo lo que en Europa no podría haber hecho y paradojalmente era posible que “hasta los lectores colonizados se iban a sentir orgullosos de ver que un europeo, y en este caso nada menos que un británico, se ocupaba de nosotros”. Le propuso que: “donara por lo menos un 10 por ciento de sus suculentísimos derechos de autor cobrados en todo el mundo a las bibliotecas públicas de las pequeñas ciudades de la Patagonia”. El inglés no respondió (págs. 11 y 12).

El libro de Chatwin nos entrega esa mirada “desde arriba”, del norte hacia el sur, del primer al tercer mundo, texto muy bien narrado y entretenido; un impacto de ventas, premios y crítica (incluida cierta crítica tercermundista). El relato se apoya en citas a historiadores, científicos o viajeros que han escrito sobre la Patagonia, incluso rescata textos de clásicos de la literatura universal que también aluden al territorio. Ello es un aporte, y el libro es, hasta el día de hoy, un hito en la literatura de viajes, pero pródigo en inexactitudes geográficas, históricas y afirmaciones antojadizas, he aquí una referencia a las y los habitantes de Chiloé: “las mujeres son fogosas y enérgicas y los hombres son holgazanes y derrochan sus ganancias en los juegos de azar” (pag. 114)

Chatwin exacerba y distorsiona leyendas, reduciendo la Patagonia a una suerte de “far west” o “far south”, un escenario para la aventura. Su falta de rigurosidad se hace más patente aún, cuando se refiere al territorio de Santa Cruz en Argentina y la provincia de Magallanes en Chile, respecto de los cuales intenta dar una lección de historia con deplorables resultados. Con tal grado de inexactitudes construyó imágenes que luego se dieron por ciertas, a través de la lectura de los millones de ejemplares vendidos a nivel mundial y como señala Bayer: “¿A quién iban a creerle los lectores de todo el mundo?”, a Chatwin por supuesto, y no a los humildes autores de estas soledades, pensamos. Este tipo de publicaciones han puesto en vitrina a la Patagonia en el resto del planeta, al punto de transformarla en una marca comercial, imán para el turismo invasivo, como también, atracción de capitales que se han hecho de la propiedad de millones de hectáreas en la región.

“Y entonces, vi asomar de un ramo unas hebras de aquel pelo áspero y rojizo que conocía tan bien. Las desprendí cuidadosamente, las deslicé en un sobre y me senté, inmensamente satisfecho. Había logrado el objetivo de aquel ridículo viaje” (Chatwin en la Cueva del Milodón, “En la Patagonia”, pág.235).

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