Necrológicas

– Luis Ramón Carpanetti Fuentealba
– Olga Ester Jerez Hidalgo

– María Angela Muñoz Bahamonde

Loros solidarios

Por Alfredo Soto Martes 6 de Abril del 2021

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Estos días y hurgueteando los caminos por algún lugar remoto de esta región, me sorprendí que en campos en que abundan pastos largos, frescos y amarillos, me encontré con la agradable sorpresa de más de 400 individuos de Cachañas, siendo estos los loros más australes del mundo, el ruido ensordecedor era frenéticamente repartido por toda la localidad, cuyo ambiente más lejano está rodeado de bosques multicolores y muy semejantes a los colores de este “loro magallánico”. Me quedé atónito observando cómo se suspendían a la altura de los pastos, reuniendo quizás granos y semillas de estos mismos, y en situación de vuelo el grupo mayor se movía sincronizadamente de un lado para otro casi simulando a los reyes del movimiento coordinado de los cardúmenes de peces, por otro lado otro grupo grande cubría una gran extensión apoyados en sus patas en el alambrado de la estancia que dividía sus territorios.

Alguna vez y cuando niño, recuerdo con mi abuelo paterno, caminando por los bosques cercanos a la Silla del Diablo, en las cercanías de la Cueva del Milodon en Puerto Natales, él se coloca un guante grueso en su mano derecha, y mete la mano en un orificio en la mitad de un árbol añoso, de allí saca un ejemplar de estos loros, y me enseña la calidad con que reaccionan estos parlanchines verdes y que osadamente demuestran la solidaridad que al escuchar el grito de auxilio de la cachaña de sentirse atrapada, inmediatamente por el bosque se transmite que hace llegar una infinidad de su misma especie en un vuelo vertiginoso por tratar de zafar a su compañero de la mano de mi abuelo. Recuerdo estar muy asustado, una por la actitud de mi abuelo que no titubeó en agarrar la cachaña desde su guarida, para luego estirar su brazo y permitir que este mismo emitiera desgarradores gritos de auxilio y llamen la atención de todo el bosque. Luego de varias “oleadas” de los loros tratando de salvar a su compañero, mi abuelo lo suelta y así se reúnen todos y dan un par de vueltas más alto y más seguros de que no vuelva a ocurrir, nunca dejaron de gritar y emitir sus estruendosos ruidos, parlanchines por naturaleza.

Ahora de seguro que si estuviera mi abuelo, me abocaría a recriminar su conducta para con los loros, pero me quedó más que claro cómo en bandadas y otras especies del reino animal, existen conductas apropiadas y reconocidas que tienen que ver con la solidaridad por ayudar a uno de sus pares, valor que se ha empañado en los tiempos actuales en la especie humana, aunque no del todo.

Estos verdes y hermosos loros cuando no están empollando, viven en bandadas de 50 a 300 aves; son bulliciosas; y cada bandada tiene un líder; y un centinela o vigía que avisa la venida de extraños cuando se alimentan; en las tardes se juntan en sitios de descanso; se observan migraciones estacionales con bandadas a diferentes altitudes así como en áreas diferentes. Pero al intercambiar esta experiencia de un grupo al que nunca había visto tantos y juntos, muchos basados en la creencia popular, me manifestaron y sobre todo gente de campo, que se viene un invierno muy duro, en cuanto a bajas temperaturas y frentes de mal tiempo. Tomo nota de estas apreciaciones que no son más que infinitas contemplaciones de los signos y señales que la naturaleza nos envía y que viviendo en ciudades somos ajenos en recibirlas y saber hacer lecturas de todas estas manifestaciones. En cambio, aquellos que están en constante contacto con la naturaleza, obviamente son más sensibles a los acontecimientos que se producen y son capaces de emitir pronósticos. Estoy seguro que esa gran bandada, reunía alimentos, y se prepara por lo que viene en los días venideros, que harán de este otoño quizás más frío, colorido y lleno de manifestaciones propias que si supiéramos leerlas como corresponden y darle crédito a las mismas, podríamos fácilmente tener acciones preventivas mucho más efectivas y adecuadas.