Médico especialista Jorge Amarales y regreso a clases: “Vimos un aumento importante de las consultas por episodios angustiosos en niños y adolescentes”
En la región es creciente la sensación que nuevamente se volverá a cuarentena, echando por tierra el optimismo de los primeros meses del año. Ello obviamente tiene su repercusión a nivel psicológico y quienes más lo sufren son los niños y adolescentes. Ya vivieron un año sin poder socializar con sus compañeros en el colegio y, con clases virtuales y para peor, este año en que esperaban dejar atrás el virtual 2020, ya ven con pesimismo que la pandemia está lejos de terminar.
Para el médico especialista en Psiquiatría pediátrica y de la adolescencia, Jorge Amarales, los efectos que podría tener en el desarrollo personal de los escolares puntualmente aún son incalculables, pero ya se aprecian ciertas tendencias.
“Es una situación que ya tiene consecuencias para un grupo importante de adolescentes, no solamente que pudieran tener desde antes algún tipo de salud mental o patologías, sino que en aquellos sin ninguna patología previa. Ha habido consecuencias que tienen que ver no solamente con el tema de la pandemia y el encierro, sino que, por ejemplo, con aspectos pedagógicos. En dos años, en la población escolar fundamentalmente se ha evidenciado un retroceso importante a nivel pedagógico, producto que los contenidos que los chicos están teniendo son reducidos, que además se ha aumentado las horas de trabajo que los niños tienen que hacer en sus hogares y han perdido la posibilidad de contactarse con sus grupos de pares; todo eso ha alterado el aprendizaje, porque los compañeros son muy importantes en aspectos del aprendizaje”, observó.
El médico destaca que en la población infantil y adolescente han notado un deterioro progresivo en los estados anímicos, apareciendo ansiedad en chicos que antes no tenían estos problemas.
“Eso fue bien característico ahora, a partir del inicio de clases. Veíamos que ellos tenían una idea de que ya estábamos volviendo a retomar la vida normal, ambiente que había en febrero y marzo, y cuando vuelven a clases y se vuelven a conectar a los computadores, vimos un aumento importante de las consultas por episodios angustiosos. Cuando se dieron cuenta que iban a seguir en clases virtuales, que iban a seguir en sus piezas, se vio un aumento de problemas para dormir, irritabilidad, episodios de angustia, ensimismamiento”, explicó.
Pero esta situación, apunta, no solamente afecta a los estudiantes, sino también a los profesores, según han podido detectar: “Han sido sometidos a una carga impresionante de trabajo, para poder armar las clases online, evaluarlos, revisar los trabajos, lo que también va generando un deterioro en las relaciones que puedan tener con los chicos o la capacidad que para responder a las necesidades del alumnado, y lo difícil que es interactuar a través de las pantallas”.
Las dos caras de
la tecnología
Si bien los niños y adolescentes se manejan muy bien con los dispositivos tecnológicos, Jorge Amarales apunta que se debe tener cuidado, sobre todo con las redes sociales, “que también implican un riesgo. Antes de la pandemia, en la atención que hacíamos, siempre recomendábamos y seguimos haciéndolo, que ojalá los niños manejen las redes de forma limitada, con supervisión. Los menores de 13 años no debieran tener celular, que es algo que estamos transmitiendo majaderamente, porque implica un riesgo, es difícil ver con quienes se comunica y quién les manda mensajes. Un niño de 13 años, en estricto rigor, no necesita un celular. Si nosotros les regalamos es porque queremos que él tenga, no porque lo necesite. Hay muchas razones, para que se entretenga o distraiga, pero también muchas veces tiene que ver con un tema de estatus, que lamentablemente es así. Muchas personas pueden tratar de medir su estatus en base a lo que tienen o no sus hijos”.
Sin embargo, con todo lo que trae aparejado la pandemia, el especialista reconoce que es muy difícil abordar esta situación. “Ahora todos necesitan las pantallas, las redes, los celulares, entonces esa recomendación, en este momento está cayendo en saco roto, porque ahora los chicos se tienen que comunicar con los profesores, tener sus clases, lo que hace que aumente el nivel de inversión de horas que los niños dedican a las pantallas y que puede ser perjudicial para el ánimo, el sueño, capacidad de concentración. Por eso aconsejamos que los niños no tengan más de dos o tres horas de pantalla al día, pero si están en clases, eso se hace muy complejo. Creemos que eso igual puede tener consecuencias a mediano plazo, cuando los niños no necesiten el computador, cómo vamos a hacer para limitar las horas. Es adictivo, ya está descrita la adicción al celular, con síndrome de abstinencia y todo”.
A pesar de estas dificultades, Amarales recomienda que los chicos puedan salir a jugar y algún tipo de contacto, pero manteniendo las medidas sanitarias, “pero que no se les obligue a estar encerrados y en relación a las clases, que no se les obligue a tener la cámara prendida, porque algunos se angustian solamente porque los vean”.
En todo caso, el médico es consciente de que esta situación aumentará la brecha existente entre estudiantes de establecimientos particulares pagados y subvencionados, en comparación con la educación pública, principalmente, por el acceso a las plataformas. “La brecha social, educativa, de oportunidades, es una globalidad que no sabemos qué consecuencias puede tener a mediano plazo”.