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Cierre de escuelas y aumento de las dificultades para leer y escribir

Por La Prensa Austral Miércoles 26 de Mayo del 2021

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La falta de clases presenciales está teniendo un costo. Si bien se tiene que reconocer los esfuerzos que las comunidades educativas de la región han desplegado para adaptarse a las nuevas condiciones impuestas a raíz de la crisis sanitaria, no se pueden cerrar los ojos frente a la innegable realidad: los estudiantes no logran el aprendizaje esperado.

La preocupación existe y es no sólo a nivel regional, sino nacional y mundial.

Ya en marzo de este año, la Organización Mundial de Naciones Unidas alertaba que más de 168 millones de niños habían perdido casi un año de escolarización debido al Covid-19.

Cada día que los estudiantes no pueden acudir a clases presenciales se van quedando más rezagados. Esto es particularmente más terrible en los menores y los alumnos de segmentos poblacionales de familias de menores ingresos.

La Unesco advirtió que el número de niños con dificultades para leer aumentó en cien millones debido al cierre mundial de escuelas. La entidad precisó que estos menores quedarán bajo el nivel mínimo de competencia lectora, capacidad cuyo desarrollo es básico para avanzar en el resto de los aprendizajes. Como efecto de la pandemia y el cierre de escuelas, se retrocedió 20 años en este aspecto a nivel mundial.

Magallanes no ha sido la excepción. El seremi del ramo reconoció que “los niños de segundo básico están muy complicados en la lecto-escritura” y también que no han aprendido a sumar ni restar.

Se entiende que, en un primer momento y como parte de los esfuerzos por contener la propagación del Covid-19, todas las estrategias nacionales coincidieron en suspender las clases presenciales.

Entendiendo que las principales ciudades de la región deben salir de Fase 1 para volver a programar clases presenciales, el énfasis colectivo -que incluye a los profesores, los estudiantes y las familias- debe estar puesto en programar clases en los establecimientos, complementarlas con la virtualidad y refuerzos adicionales, pero también con el apoyo familiar, el cual, quizás en forma más lúdica, puede seguir incentivando la lectura de los niños en cada hogar, apoyados por las nuevas tecnologías.