Reconciliándose con Platón
Cuando era adolescente y leí algunas de las ideas de Platón acerca de la democracia, debo admitir que experimenté un rechazo ante lo expresado por el que para muchos fue el filósofo más importante de la Antigüedad. Me quedó la sensación que Platón desdeñaba la democracia, más que por su práctica en sí misma, por la clase política y el pueblo que la ejercían. Aunque debemos situar que la democracia practicada en Atenas en la Antigüedad es distinta a la que conocemos hoy, especialmente referida a la representatividad, algunas de las críticas que el filósofo exponía se relacionaban con la supuesta falta de “sabiduría” de las masas para escoger a los mejores, a los realmente más preparados para gobernar, tomar decisiones e incluso redactar Constituciones (sí, tal cual).
De manera muy general, la democracia no la ejercían todos (sesgos por edad, sexo, status e incluso interés, hacía que sólo votaran algunas personas). El dominio que permite gobernar de manera efectiva y que estaba relacionado con el conocimiento, no necesariamente era asumido como liderazgo por quienes eran más capaces, si no por aquellos que ambicionaban el poder para fines más bien personales que colectivos. Esto se relacionaba con procesos en que la democracia daba expectativas de libertad para los votantes, que con el tiempo se deterioraban al tener que someterse a órdenes y estructuras sociales que permitiesen el desarrollo en comunidad. De esta manera, y atendiendo a una naturaleza humana en constante insatisfacción, en que los intereses colectivos del propio grupo imperan sobre los de la comunidad entera, llevan a que democracias agrietadas por el desgaste del tiempo y sujetos que la conciben como una condición inalterable y permanente, den paso a que bajo sus mismos mecanismos eleccionarios se escojan líderes autoritarios, que a poco de andar se transformen en verdaderas tiranías. Aunque éstos son sólo algunos de los aspectos más relevantes de la perspectiva platónica acerca del ejercicio democrático, resultaban en ese entonces una intolerable ofensa en oídos de un adolescente que nunca había votado y veía en la democracia la expresión genuina de la gente, que con legitimidad tenía el derecho a escoger a sus representantes.
Hoy, más de treinta años después, las palabras de Platón me parecen más sabias que nunca, encontrándole un verdadero sentido en los procesos históricos, e incluso admirando la perspectiva profética de quién hace siglos vaticinaba lo que cíclicamente vendría después. El creer que por algunos de estos postulados Platón era un “fascista”, es ostentar un pensamiento facilista y superficial, influenciado por dogmatismos a los que se tiene una alta adhesión, pero escasa comprensión de sus alcances. Platón anhelaba una clase política altamente preparada para responder a las necesidades de una comunidad compleja y demandante, considerando las limitaciones de funcionamiento personal y social que ostentamos los seres humanos (ambición, egoísmo, ignorancia, etc); así como votantes críticos que analizarán la realidad y no sólo sus perspectivas autorreferentes. De ahí que la razón (y no la emoción o los arrebatos pasionales) llevaría a perfeccionar este ejercicio democrático. Pasa algo parecido a escuchar un par de frases expresadas por Winston Churchill: “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado” y “el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante promedio”. Más allá del sentido que a cada uno de nosotros le haga estas frases, decir que por esto el ex primer ministro británico fue un fascista, es desconocer la historia y a los enemigos que enfrentó.
Por eso es que debemos cuidar más que nunca nuestra democracia. Como ciudadanía, a pesar de contar con dos días y un alto porcentaje de vacunación en la población, sólo asistieron poco más de 40% de los posibles votantes a la elección más importante en décadas. Quizás no extrañe tanto esto, si consideramos que sondeos realizados tres días antes de la elección arrojaban que ni la mitad de los votantes conocía a los diferentes candidatos. Platón, más vigente que nunca.