La ola de frío
En el contexto de los 110 años de Puerto Natales quiero contar lo siguiente: se vivía el blanco invierno. Siendo un niño me encontraba en las inmediaciones de un lugar conocido en la Patagonia como Tres Pasos. Era mi infancia, que galopaba por la primera década de mi vida, me entusiasmaban las invitaciones de mi tío Segundo Ortega que junto a su esposa Maigo, sin hijos, recurrían a mis padres para ofrecer una invitación, para que forme parte de su entorno campestre en este rincón idílico, y deleitarme de todas las manifestaciones de la naturaleza, haciéndola un juego en que todos los días se presentaba diferente, entre ellas me divertía avistando juguetonas liebres, escuchando el característico canto del pitío y a veces clasificando y reconociendo el vuelo de las aves, dependiendo en la frecuencia e intensidad de sus aleteos.
Una corta y helada mañana de invierno, después de un suculento almuerzo, cargado de calorías y sabrosos aromas, mientras quienes me acogían, se esmeraban siempre por entregarme mucho cariño y atenderme, como si fuera quizás, aquel hijo tan anhelado que la misma naturaleza no les había concedido. Y la noticia del día en la pequeña radio, decía lo siguiente: “… Que por encontrarse en las primeras semanas de invierno y por información del centro meteorológico se comunicaba que la región sería abordada por una ola de frío…” en mi pequeña mente las únicas olas que conocía, eran aquellas que existen en el mar y que a veces son tan grandes y a veces tan pequeñas, mi curiosidad me gana y me dirijo hacia el exterior de la estancia instalándome en los alambrados cercanos, en donde hay un paso por sobre ellos como una escalera…siendo pequeño en estatura quedaba muy bien sentado en el primer peldaño, y me acomodo para disponerme a esperar el cumplimiento de la gran noticia de la ola de frío….en mi imaginación y en mi paciente actitud, todo indicaba que esperaría algo así como una enorme ola de mar que cubriría toda la región….mi corazón agitado de emoción y con algo de miedo por asumir lo extraño que sería ver una ola por entre medio de tantos campos, cerros y valles, calculaba la distancia que había entre mi cómodo asiento en las escaleras y la puerta de la casa, para que cuando aparezca la supuesta “ola” alcance a verla y así tener la oportunidad de arrancar si fuese necesario, al refugio y cuidado de mis tíos y de la estancia misma.
Pasaron varias horas y yo seguía estoico mirando hacia las montañas del oeste, que casi como un magnetismo suponía mi instinto a que la ola de frío llegaría por ese lado. El tiempo ya iba minando mi gran paciencia y es muy probable que la ola de frío ya había cubierto la zona y era evidente que mi cuerpo ya lo estaba sintiendo, manifestándose en mis rojas orejas y una nariz y pómulos morados, con muchas ganas de ir al baño y las piernas temblando por la inactividad y por la larga espera…..de pronto pudo más la imaginación, tanto así que de mi infantil raciocinio y sobre el monte Campana se perfila en el cielo enormes nubes del tipo de los cúmulos, gigantescas y blancas, espumosas, que asemejaban para ya mi inquieta mirada, a unas enormes olas, que se movían siempre en lo alto y en dirección hacia la estancia, con mi rostro congelado y las manos inertes por el frío, tomé la carrera de la salvación, las nubes eran enormes, tanto así, que sentí que aunque ingresara a la casa estaría inseguro y no encontré nada mejor que meterme debajo de la mesa del pequeño comedor y esperar la llegada de la monstruosa ola.
Mi tío me consulta qué estoy haciendo allí debajo de la mesa y escarchado de frío….le cuento lo que está sucediendo…pero el tío soportando largar una carcajada me atiende cariñosamente y frotándome las manos y haciéndome recuperar el calor en mi cuerpo, me va comentando de qué se trataba la ola de frío y haciendo mención en que las olas de frío no se ven como se vería una ola de mar y al mismo tiempo me indicaba que mientras me está refregando las manos, lo que está haciendo en ese preciso momento, era sacarme la ola de frío que realmente ya me había envuelto completamente, aún así, no comprendía porqué se hablaba de ola, tanto para el frío como para lo que yo conocía, de primera fuente, en el libro del abecedario en donde se pronunciaba tan bien la palabra ola y en la figura salía efectivamente un dibujo de una ola de mar.